Mario Calderon Villegas y Elsa Constanza Alvarado Chacón

Defensores de los Derechos Humanos asesinados en Bogotá el 19 de mayo de 1.997, junto al padre de ELSA, Don CARLOS ALVARADO PANTOJA

Con el asesinato de MARIO y ELSA, ha quedado inscrito en la memoria de los defensores y defensoras de los derechos humanos que pensar, sentir, actuar diferente en Colombia, nos puede causar la muerte y la de nuestros padres. Junto a ELSA fue asesinado su padre, Don CARLOS, quedó gravemente herida su madre y su pequeño de 3 años de edad, hijo del amor profundo de los dos defensores de los derechos humanos, sobrevivió gracias a que minutos antes sus padres lo habían escondido en un armario.


Memoria y Justicia

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Han pasado 12 años de este horrendo crimen que enlutó a las organizaciones de derechos humanos, cuando a las 2:00 a.m., de ese lunes 19 de mayo de 1997, un comando paramilitar irrumpió en el apartamento de MARIO y ELSA, en el barrio Chapinero Alto, de la ciudad de Bogotá, asesinándolos junto con CARLOS ALVARADO PANTOJA, padre de ELSA. Resultó herida la madre de ELSA, y el único sobreviviente fue su pequeño hijo, el fruto del amor de MARIO y ELSA.

MARIO el apasionado, el intelectual con lecturas populares, fue sacerdote jesuita y trabajó en Tierralta (Córdoba) de donde salió cuando fue asesinado uno de sus compañeros y él mismo se sintió en alto riesgo. Trabajó como investigador social del Centro de Investigación y Educación Popular; era miembro del grupo de Asesores Culturales Locales del Instituto Distrital de Cultura y Turismo; fue docente en centros universitarios; trabajó en diversas instituciones de promoción de la Ecología y con un grupo de amigos había conformado la Asociación Reserva Natural Sumapaz.

ELSA CONSTANZA, comunicadora social, trabajó en el Centro de Investigación y Educación Popular. Ambos pasaban temporadas en la reserva ecológica de Sumapaz, realizando acciones en defensa del agua, lo cual los colocó en grave riesgo por los señalamientos sobre la región de ser una zona de influencia guerrillera. Los campesinos del Sumapaz los habían alertado sobre las indagaciones frecuentes por parte de miembros del Ejército acerca de la identidad de ellos dos y sobre su labor.

Al regresar de una corta estadía allí en la tarde del domingo 12 de mayo, MARIO y ELSA fueron obligados a detenerse en un retén militar instalado cerca de la salida de su finca, donde fueron requisados y los militares anotaron sus identidades, numero de cédulas, placas del carro, dirección y teléfono de su apartamento.

Ocho días después este apartamento sería asaltado al amanecer y ellos asesinados, por hombres que dijeron pertenecer a la Fiscalía y que encañonaron al celador del edificio y a un estudiante que bajaba por las escaleras. Aunque patrullas de la Policía hicieron presencia en el sitio pocos minutos después del crimen, los paramilitares pudieron huir sin tropiezos. La Fiscalía dictaría posteriormente resolución de acusación contra varios paramilitares que ocupaban una casa en Medellín donde fueron descubiertos armamentos y con cuyo teléfono se habrían comunicado los victimarios en la noche del crimen. Sin embargo, la Fiscalía se negó a investigar la actitud de los militares que recogieron las informaciones 8 días antes en el retén militar, así como la relación entre teléfonos celulares pertenecientes a la Policía que fueron hallados en el sitio del crimen.

MARIO, ELSA, Don Carlos, presentes en la vida de la juventud de su hijo, de los sobrevivientes de la región de Tierralta, del Sumapaz, de los defensores y defensoras de los derechos humanos, que en Colombia continuamos su ejemplo de persistencia en pensar, sentir y actuar diferente, aunque cueste la propia vida.

Bogotá D.C., 19 de mayo de 2009

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz