Manuel Cepeda Vargas

Y los caballitos de la Semena, estos hoy nos acompañan, son parte de su memoria, de su legado, de su construcción en la propia condición humana, en la proyección estética de la lucha por la dignidad. Los caballitos de la Semana, escribió Manuel en su poemario:


Siete caballitos tienen la semana

Y no se sabe cual va más cargado de gente

Cuál va más tísico

Más cercano a la tumba.

Cada hora es un día,

Cada día un año,

Cada año es un siglo.

Buen día, mal día caballito,

Espero que los hombres te envidien la hombría

Que la muerte tenga piedad de ti.

Eres obrero sin derecho de huelga,

Prohibido espantarte,

Prohibidos pactos colectivos

Y mucho menos pliegos petitorios.

Estamos en la pre- esclavitud.

Y una locomotora arrastra todos los vagones

Y el humo oscurece el rostro del caballo de fuerza,

Tomo mi café

Como mi pan

Y oigo cómo relinchas en cada miligramo de alimento.

Siete días tiene el padecimiento,

Siete caballitos

Arrastran el carro de la muerte.

Siete caballitos, que no cesan, que cada hora, que cada día, continúan aquí, transitando entre el progreso excluyente y el pasado de esclavitudes adobadas de libertades.

Siete caballitos, después de 17 anos, sensibilidad presente en memorias colectivas, fragmentarias, parciales, pero memorias, después de aquel martes 9 de agosto del 94 salio como de costumbre de su casa en el barrio Kennedy. Eran cerca de las 8:30 a.m. cuando el plan de exterminio, denominado “Golpe de Gracia” orquestado desde altas esferas militares, llego a la vida del ultimo senador de la Unión Patriótica, el poeta y pintor de nuevos sueños.

La responsabilidad estatal fue la valorada como cierta en mayo de 2010 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos Sentencia. El Estado colombiano fue condenado como responsable por acción y por omisión en este asesinato, por la violación del derecho a la vida, a la integridad personal, garantías judiciales, a la honra, a la dignidad, libertad de pensamiento y de expresión, libre asociación y derechos políticos de Manuel Cepeda.

Pretendiendo asegurar la impunidad política y jurídica, desconociendo la decisión internacional, Álvaro Uribe Vélez, se negó a aceptar públicamente la responsabilidad estatal en este asesinato y arremetió contra la memoria de Manuel Cepeda, de su familia y de las victimas del genocidio de la Unión Patriótica.

Hoy 17 anos después, a pesar de algunos avances en la investigación, la declaración de Diego Fernando Murillo, desde una prisión de los Estados Unidos, aporto a la vinculación de uno de los integrantes del DAS, Miguel Narváez como uno de los ordenadores del asesinato a través de estructuras paramilitares al mando de Carlos Castaño Gil.

A pesar de estos avances, la cadena de mando, la estructura criminal 17 años después no es conocida ni sancionada penal ni socialmente, otros autores intelectuales y beneficiarios de este crimen continúan en libertad disfrutando poder económico, políticos.

La decisión de la Corte ha sido enfática en ordenar al Estado colombiano el deber investigar y sancionar a los responsables de la ejecución extrajudicial de Manuel Cepeda Vargas y hacer un reconocimiento público de la responsabilidad estatal, entre otras disposiciones, para la reparación integral del daño.
Hoy 17 años después la exigencia de justicia y castigo es y continua siendo sustancial, pues este asesinato, es uno de los cerca de 5000 cometidos contra la Unión Patriótica, lo que ha sido calificado de genocidio.

Hoy la persistencia de sus hijos, en la lucha por la memoria y contra la impunidad, de la Fundación que lleva su nombre, del apoyo de organizaciones de victimas y de derechos humanos, hará que por primera vez en el congreso de la Republica, el Estado colombiano reconozca su responsabilidad en este asesinato. Esto es un logro, ante la impunidad reinante en este genocidio, la declaración de la seguridad democrática, que considero que Manuel Cepeda era un guerrillero y que el propio Uribe se negara a reconocer la responsabilidad del Estado.
Hoy Hay que hacer algo Ir lejos De uno mismo, Manuel Cepeda.
Ir más allá de lo propio, de lo que somos, de lo que nos dejan ser. Ir más allá, en la memoria, en la actualización de la historia de los olvidados, de los vencidos. Ir más allá, hacia el hoy cotidiano de las luchas que no perecen a pesar de la muerte.
Bogotá, D.C., 09 de Agosto de 2011
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz