Los ojos morados invisibles

Los ojos morados invisibles son los que florecen cuando tu compañero te ridiculiza y te convierte en protagonista de sus chistes y sientes que unas tenazas aprietan tu garganta, pero en lugar de llorar, celebras con carcajadas el ingenio del malnacido que te usa como payaso.


Los ojos morados invisibles son habituarte a creer que cuando dices No es Sí. Y terminas convirtiendo tu cuerpo en vasija, en recipiente para que sobre ti vacíen los desahogos del día. Y entonces das la vuelta a aquel ser que duerme a pierna suelta sobre tu impotencia e insatisfacción de cada día.

Los ojos morados invisibles también florecen en el canon literario colombiano, esa exclusiva clasificación generada desde el Centro de país y que entroniza por cada generación de poetas o narradores a una pléyade de voces masculinas dentro de las cuales apenas brilla el fulgor lejano de una voz femenina. Desde muy joven me llamó la atención observar cómo no había ninguna mujer en Piedra y Cielo, en los Cuadernícolas, en Los Nuevos o en la legendaria Mito y que apenas si se asomaba de manera intermitente la potente voz de Fanny Buitrago. Porque aun hoy el estado de cosas no cambia, en esa desmedida admiración que despliegan entre sí los escritores hombres, han invisibilizado a grandes autoras como Emilia Ayarza, Laura Victoria, Clemencia Tariffa, Meira Delmar, Marvel Moreno, Helena Araújo, Alba Lucía ángel, Silvia Galvis y tantas que hoy emergen porque es imposible desconocer la calidad de su creación.

Los ojos morados invisibles te lo da la famosa ley de cuotas en la contienda política. La misma que se puede comparar con el Principio de Pitufina con el que nos ha educado el cine de Hollywood. Hemos naturalizado la supremacía en cantidad (no en calidad) de la presencia de personajes masculinos en filmes difundidos hasta la saciedad y esto no sólo es perjudicial por el hecho de que un montón de actrices no puedan optar a la misma cantidad de papeles que su contrapartida masculina, sino porque esto configura una visión limitada de lo que es la mujer en las ficciones y en consecuencia, como creemos lo que vemos en la tele o en el cine, lo normalizamos en nuestro día a día.

Los ojos morados invisibles te los deja habituarte a aceptar a los maltratadores políticamente correctos y silenciosos que pululan en tu cotidianidad laboral, a los que les pagan tanto o más que a ti por hacer lo mismo o menos. Los mismos que en una reunión de trabajo atienden con anuencia las ideas, propuestas y sandeces de su par masculino, pero se distraen con el móvil o con el chiste soterrado cuando toma la palabra una compañera de labores.

Los ojos morados invisibles muchas veces te los propina otra mujer que respalda el statu quo. Las que marchan en contra del aborto, por ejemplo, aduciendo argumentos religiosos, sin sopesar que esta salida responde no a una disyuntiva ética, sino a una cuestión de salud pública, de cuidado de la vida de la mujer, de la vida digna se entiende, no de la supervivencia a la que estamos acostumbrados en países de maltratadores como Colombia. No más ojos morados que se vean, mucho menos de esos invisibles.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/los-ojos-morados-invisibles