La suerte está echada

Sin embargo, y pese al escepticismo generalizado sobre la voluntad de las Farc de poner fin a la guerra y la feroz oposición del expresidente Uribe y sus cruzados, los partidos políticos, la Iglesia, las organizaciones sociales y sindicales, y los sectores del empresariado han manifestado su apoyo a la iniciativa, algunos en forma cautelosa y prudente, y no sin algunas reservas. El fracaso de las experiencias pasadas, en especial la del Caguán, conspira contra el optimismo, pero el país no puede renunciar a buscar un acuerdo de paz.

La negociación es el camino. La historia reciente demuestra que 9 de cada 10 conflictos armados en el mundo se resuelven mediante el diálogo: entre 2005 y 2009 se solucionaron 25 por la vía de los acuerdos (Indonesia, Irlanda del Norte, sur de Sudán, Nepal, Costa de Marfil, Burundi…), y en 2010 cinco grupos armados de Etiopía, Somalia, Sudán, India y Myanmar dejaron las armas. Motivos para buscar el cese de la confrontación en Colombia sobran y de ellos uno es fundamental: el hastío de la guerra. Según el reconocido experto en resolución de conflictos Vicent Fisas, ese fue el denominador común detrás de los procesos de paz en El Salvador, Guatemala, Irlanda del Norte, Sudáfrica, entre otros.

El camino de la negociación es largo y culebrero, y está sembrado de minas, pero vale la pena recorrerlo si al final se silencian los fusiles. Por eso hay que hacer oídos sordos a los cantos de sirena de quienes se oponen a la paz negociada y le apuestan a la paz de los sepulcros, de aquellos que creen que a punta de bala puede finiquitarse un conflicto de casi medio siglo —único en la región y el más antiguo del mundo—, que año tras año le roba al país vidas y recursos económicos que deberían tener destinos más nobles que la guerra. De ahí que uno de los grandes retos del Gobierno sea el de concitar el apoyo de la gente. Como dicen, a la paz hay que meterle pueblo y esa parece ser la tarea encomendada a Lucho Garzón. Por su parte, la guerrilla deberá hacer gestos que demuestren su voluntad de silenciar los fusiles. Hablar en medio de las balas es uno de los errores que no pueden repetirse.

La suerte está echada, el escenario está dispuesto. Hay cansancio de la guerra, apoyo internacional y ambiente regional favorable a la negociación, las relaciones con Venezuela y Ecuador se han normalizado, no hay crisis económica y las Farc, aunque conservan capacidad de hacer daño, están debilitadas como resultado de la política del gobierno Uribe, pero el debate está polarizado, politizado e ideologizado, y el conflicto es de nuevo plataforma electoral. Si la promesa de paz impulsó la elección de Pastrana y la oferta de guerra sin cuartel contra las Farc fue definitiva para el triunfo de Uribe, en el panorama que se vislumbra si el diálogo prospera, Santos garantizaría su reelección; pero si fracasa —la apuesta de su antecesor—, se abre de nuevo un espacio propicio para los amigos de la guerra. El derecho a la paz, que es de todos, convertido en instrumento de intereses políticos opuestos.

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