La paz es un asunto de mentes evolucionadas

Yo no voto por Santos ni mucho menos llevada por las ideas de un partido, porque no pienso en manada. Más allá del voto, se trata de una decisión sagrada por la vida, porque llevamos años sembrando muerte y es momento de darle chance a la reconstrucción de nuestra esencia como especie. No voto por la patria, porque ese es un discurso muy utilizado desde épocas antiguas para lavar cerebros. Mi actitud, como la de muchos, se inclina por el respeto, el reconocimiento y el afecto.

La guerra tiraniza el pensamiento, envilece el corazón, empequeñece el alma, y reduce al ser humano a un número dentro de los muertos o los sobrevivientes. Si bien la guerra parece una constante en la construcción de la historia de los pueblos, es necesario detenerla porque significa el desenvolvimiento de un pensamiento arcaico y dañino que propende por el “ojo por ojo y diente por diente”, manifestación que hoy resulta preocupante porque representa una involución perniciosa del pensamiento humano. Por supuesto, quienes abogamos por la paz no podemos pasar por ingenuos. Es necesario aterrizar las utopías y crear realidades más cercanas y posibles. Es factible que la paz no le corresponda a esta generación, y eso debemos asumirlo. Y es más factible aún que el denominado “posconflicto” resulte poco llevadero. Pero sí tenemos un compromiso con las próximas generaciones, con los que crecen ahora, o incluso nuestros nietos. Y no se trata de una “ilusión” o un “engaño”, se trata de una lúcida preferencia por la vida.

Yo no voto por Santos ni mucho menos llevada por las ideas de un partido, porque no pienso en manada. Más allá del voto, se trata de una decisión sagrada por la vida, porque llevamos años sembrando muerte y es momento de darle chance a la reconstrucción de nuestra esencia como especie. No voto por la patria, porque ese es un discurso muy utilizado desde épocas antiguas para lavar cerebros. Mi actitud, como la de muchos, se inclina por el respeto, el reconocimiento y el afecto. Puedo tener diferencias radicales con alguien, pero prefiero su vida antes que su muerte. La historia ha demostrado que una iniciativa sencilla puede dar inicio a logros trascendentales. La evolución consiste en que el peso de nuestros argumentos sea mayor que el de los fusiles.

En este momento de la historia del mundo, es nuestro deber como especie evolucionada procurar la paz desde el interior de cada ser humano. No como en esa búsqueda de la “felicidad de almacén”, sino en la verdadera búsqueda de la esencia de lo que somos. Resultaría interesante variar nuestro concepto en la búsqueda de la “felicidad”, lejos de la sofisticación de las costumbres o de las necesidades primarias, y más cercano a nuestra naturaleza como género humano.

No podemos seguir definiéndonos como individuos que “nos la guerreamos” todos los días, que “peleamos” por nuestros ideales. El verdadero progreso se evidencia cuando existe el respeto absoluto; existe paz cuando no hay corrupción ni mentira; existe prosperidad cuando dejo atrás mi mezquindad para ser justo, cuando reconozco al otro como esencial para mi realidad. El verdadero proceso de paz no se escribe en papeles, sino en la voluntad de los hombres. No acojo ni admito la violencia de la guerrilla, pero tengo la altura moral para perdonarlos, y hacer algo de lo que ellos no han sido capaces: reconocer el grave error. Mucho más allá de estas circunstancias eventuales, la paz es un mandato universal, este pueblo la necesita y la merece, así sea incompleta, porque es además un derecho y obligación constitucional. La verdad se aloja en el fondo de cada hombre, todo es perecedero, el tiempo pasa, pero la verdad permanece.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/paz-un-asunto-de-mentes-evolucionadas