La paz al estilo Santos

Si la paz a de ser cierta, Santos debe asumir la verdad. Si del despojo hay que hablar, habría que responder al MOVICE sobre los 10 millones de hectáreas que ellos calculan despojadas en los últimos 17 años. Si de la Verdad de los temas del despojo de la tierra en Colombia Santos debería referirse a las víctimas de Curvaradó y Jiguamiandó, los de los Montes de María y del Caguán, que siguen padeciendo las operaciones paraempresariales o empresariales privadas que le impiden habitar y usar de sus tierras en medio de una desaforada militarización.


Días atrás antes de terminar la sexta ronda de los encuentros parecía que no había avances sustanciales en las conversaciones en La Habana.

Las FARC llamó incluso al presidente a “no patear la mesa”, en rechazo a un acto de Santos en el Caguán con una supuesta restitución de tierras despojadas por esa guerrilla y restituidas a sus víctimas. Las FARC dejo en claro en sus propios comunicados que nada de eso es cierto, seria evidentemente un contrasentido frente a una de sus
banderas de lucha, aunque los medios continúan resonando la misma
tesis basados en fuentes oficiales.

El mensaje Santista desde el Caguán tiene una simbología de fondo. Es una referencia al pasado, al proceso de paz con el despeje, ahora transformado en un presente en que ejerce el soberano, con una alusión estructural: las FARC fueron despojadores. Es la continuidad del mensaje de Uribe cuando estuvo allí en el Caguán, en su momento él se
mostró como el guerrero, el gendarme. Ahora se trata del estadista de las víctimas.

Más allá de la imagen, lo cierto es que el Caguán continúa experimentando el mismo destino del pasado, el mismo de muchas regiones del país, militarización con graves violaciones de derechos humanos, infracciones al derecho humanitario por las operaciones armadas de ambas partes, judicializaciones, montajes judiciales, y
organizaciones sociales sobreaguando, sobreviviendo, resistiendo, la concentración de la propiedad rural, los daños ambientales y las operaciones empresariales.

Sin embargo, esos asuntos de fondo, las víctimas de Estado, esas operaciones criminales que benefician a sectores de poder político y económico no se dicen en los medios, no forman parte de su rutina productiva ni de los contextos necesarios para comprender más allá de las imágenes.

Por eso, los acuerdos a los que parece se ha llegado en La Habana, de los que habla Humberto De La Calle, respecto a temas de la tierra y los territorios, no parecen más que anuncios quiméricos sobre los cuales o se ocultan las contradicciones o son expresiones con las que se pretende aclimatar la caída en las encuestas de Santos.

A las pocas horas Andrés París, integrante de la delegación de la Paz,
expresó que si se quiere llegar a la paz se requiere una reforma rural de tenencia en nuestro país y la revisión de 25 tratados comerciales, y agregó, en particular la creación de una comisión de esclarecimiento para vigilar la transparencia de la restitución para evitar nuevo testaferratos refiriéndose entre otros al show de Santos y su Min Angricultura en el Caguán.

Las infortunadas circunstancias en las que continúan las conversaciones en La Habana nos muestran que todo pareciera moverse al estilo de Santos entre cálculos, muchos de ellos, para encubrir la responsabilidad estatal, para realizar una comunicación oficializada del proceso, para mantener cerrada la puerta al ELN y a los sobrevivientes del EPL, y por sobre todo, negando la posibilidad de mecanismos adicionales para que la sociedad, el movimiento social, los sectores y habitantes rurales y urbano participen directamente. La paz de Santos o a su medida, está hecha de traspiés por el mismo
producidas. En la mañana habla de la guerra y por la tarde dice de la paz. Es la ambigüedad en su estilo la que genera tanta dudas, la ausencia de su firmeza. Todo depende de él, y los cimientos en los que se labra el proceso parecen de gelatina. Su hermano, también ya lo expresó, si él, Santos Juan , no es reelegido, difícilmente se consolidará el proceso. Una seria limitante para un problema estructural del país. Por eso, lo del Caguán es otra de esas salidas en falso. Si es verdad del despojo creado por las FARC debe demostrarse y no solo mostrarse mediáticamente, un acto por las “víctimas” envuelto más bien como un mensaje de guerra, para dar respuesta a la oposición a las conversaciones.

El temple gelatinoso de Santos, lo está enmarañando todo, esperemos que eso no vaya a frustrar el momento histórico que requiere grandeza, no solamente la que se le ha exigido a las FARC si no fundamentalmente la que el establecimiento no decide asumir.

Se requiere grandeza de estadista para asumir de una vez, las conversaciones con el ELN y lo que resta del EPL, se requiere grandeza para abrir el espacio a las víctimas y a la sociedad organizada en La Habana y más allá de La Habana. Santos está leyendo las dinámicas de las encuestas, las históricas las posterga como parte de una comunicación estratégica de la que habla Habermas.

Si la paz a de ser cierta, Santos debe asumir la verdad. Si del despojo hay que hablar, habría que responder al MOVICE sobre los 10 millones de hectáreas que ellos calculan despojadas en los últimos 17 años. Si de la Verdad de los temas del despojo de la tierra en Colombia Santos debería referirse a las víctimas de Curvaradó y Jiguamiandó, los de los Montes de María y del Caguán, que siguen padeciendo las operaciones paraempresariales o empresariales privadas que le impiden habitar y usar de sus tierras en medio de una desaforada militarización. Si de verdades se trata, ¿Santos por qué no
ha dicho nada sobre las tierras que Diego Fernando Murillo entregó en El Caguán en el mal logrado proceso de desmovilización de los paramilitares?

Muchas verdades que deben ser asumidas socialmente y divulgadas con amplitud, con contexto, en los medios de información. Si de la verdad se trata como cimiento de la paz debe develarse la criminalidad estatal, la propuesta de la Comisión de Verdad que ha venido planteando la Comisión Ética de la Verdad en las que participan
personalidades como Adolfo Pérez Esquivel o Bernardine Dorh, entre otros. La gran pregunta es: ¿Santos aguantará tanto voltaje?. Asumirá el reto de una propuesta de tal envergadura, la encararía? En ese mismo sentido, José Antequera en respuesta al hijo del general Uscátegui, se manifestó en un carteo, hablemos de la verdad, pero de verdad, verdad. Ya Piedad Córdoba en una alocución en Suiza el año pasado lo planteó, si la paz quiere ser cierta debe partir de esas verdad para poder hablar de las responsabilidades, para abdicar los fantasmas del terror, para reconstruir la justicia. Voces que Santos no ha escuchado, no ha oído.

La verdad, esa verdad, el jugador de poker, ¿la aceptará?, difícilmente. El tamaño de su respuesta a la protesta cafetera sigue demostrando su talante engañifas. Capaz de decir que se firmó un Acuerdo, cuando los más de 90 mil cafeteros siguen en paro, su silencio ante la afrenta a las víctimas de desaparición forzada en Colombia, calculada en más de 18 mil, con la defensa del Estado desarrollada por Nieto Loaiza ante la Corte Interamericana con los Desaparecidos del Palacio de Justicia o el tratamiento dado a las víctimas de la Operación “Génesis” nos indica que estamos muy lejos de esa paz fundada en la verdad y la justicia integral. Si Santos no se decide por la Paz, muchos show cauguanísticos están por venir.

Con el margen

Al terminar esta nota una delegación del Congreso viajó a La Habana, previa autorización del presidente Santos. De la misma se conoció en medios, se excluyó a Ángela María Robledo, representante de la Comisión de Paz. Ella se atrevió a romper las formas santistas promocionando una movilización de mujeres a La Habana. Se la cobraron.

Tal como ha sucedido con Piedad Córdoba. Ellas apuestan a la paz con independencia del estilo Santos y eso cuesta. Creemos a Piedad mantenida al margen y negada en sus derechos políticos y a Robledo haber sido excluida de la misión pontificada por la Casa de Nariño.

Así es Santos, de quién dice es también algo vengador. Capaz de mostrarse como solidario con las víctimas con la ley 1448 y al tiempo capaz de guardar silencio cuando de asumir responsabilidades institucionales se trata. De una comunicación estratégica, del cálculo de lo útil, que supo porque vincularse el 9 de abril a una manifestación por la Paz apoyada por Petro, por Congreso de los Pueblos, Ruta Social, Marcha Partiótica y las iglesias. Nada es gratuito en el jugador de mesa. Esa es la paz de su estilo, muy distante de las causas estructurales, de las causas sociales, esa es la paz que él quiere confeccionar en La Habana, distante de un país que a veces entiende, que a veces desconoce que lo será el presente próximo y el futuro de Colombia está en La Habana y más allá de La Habana, que lo de aquí es la causa del alzamiento armado.

Triste país, retazo de múltiples esquizofrenias causadas por el establecimiento.