La memoria secuestrada

*Por Javier Darío Restrepo

Negar el conflicto armado en Colombia es tan contraevidente como negar el holocausto judío o la muerte de negros a manos del Ku Klux Klan. Sin embargo, borrador en mano, altos funcionarios alegan razones y causas políticas para reducir la importancia histórica de este período y dejarlo en aisladas manifestaciones de delincuencia.

Así, en Colombia el guerrillero no sería guerrillero sino un delincuente o un terrorista, las acciones de los cuerpos de seguridad harían parte de la política de seguridad del ciudadano, y los acuerdos de paz serían solo un engaño de la guerrilla a gobernantes cándidos o cómplices.

Para afirmar que todo se redujo a un combate contra el crimen habría que enmendarle la plana al Congreso que en la ley de 2011 habló del “conflicto iniciado en 1985” y corregir por igual el informe final de la Comisión de Memoria del gobierno que en 2013 informó que “el comienzo del Frente Nacional en 1958 fue el origen del conflicto armado”.

Para sostener esa inexistencia del conflicto habría que desmontar hechos, cifras y evidencias como los que sustentan los dos volúmenes sobre la violencia de Fals Borda, Umaña Luna y monseñor Guzmán en 1962. La misma suerte correrían el informe de los violentólogos en 1987. Fueron investigaciones que ratificaron expresiones como la del expresidente Alberto Lleras sobre “una guerra civil no declarada”. En 1957 Lleras señaló que en el objetivo de la política contra la violencia “por encima de la pacificación estaba la paz que es el orden y la convivencia”.

En su momento el conflicto colombiano fue calificado como “ el peor del hemisferio”.

Pero el nombramiento del nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica y su conocida posición de historiador sobre la inexistencia del conflicto tiene un sentido claro: Se trataría, como en cualquiera de los episodios de la posverdad, de negar los hechos reales y de crear unos hechos alternativos. A la “permanente guerra endémica” comprobada por el historiador Gonzalo Sánchez se opondría el hecho de una violencia criminal despojada de cualquier intencionalidad política.

Terroristas y delincuentes en una acometida demencial y caótica habrían mantenido una acción delictiva durante más de 50 años, y se borraría de un manotón el fenómeno que los autores de “La violencia en Colombia” en 1962 y los Violentólogos, en 1987, habían visto y analizado. Según esta nueva lectura lo que aquellos investigadores habían encontrado sería solo la acumulación de hechos de la delincuencia.

Aludiendo a la Italia que emprendió la campaña Manos Limpias, Gianni Vattimo anotó: “Los políticos han reivindicado el derecho a mentir en nombre del interés general”. Sobre el mismo fenómeno apunta Paul Ricoeur: “la historia oficial puede enmascarar una forma ladina de olvido como estrategia de evitación, de elusión y de huida”

No se trata aquí de una discusión académica, al secuestrar desde el poder la memoria y la historia del país se niega el conflicto del pasado, para hacer trizas los esfuerzos de paz del presente, a sabiendas de que el conflicto marcará con sangre el futuro.

Extraído de:https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/javier-dario-restrepo/la-memoria-secuestrada-600562