La lección que nos dio Juan Pablo Barrientos

La renuncia de Juan Pablo Barrientos a la dirección del noticiero de Teleantioquia no es más que otro penoso episodio que pone en evidencia la arrogancia del poder y lo complicado que es ser independiente.


Al mismo tiempo, muestra que existe una nueva generación de periodistas, quienes se niegan a ser lacayos de los poderosos.

Acosado durante un largo tiempo por políticos del departamento de Antioquia, inconformes con su independencia y su pensamiento crítico, Juan Pablo Barrientos decidió renunciar en un acto de dignidad. La gota que colmó el vaso fue la certeza de que las reuniones de redacción estaban siendo grabadas secretamente y que sus contenidos reservados eran revelados a políticos del departamento. La violación a la libertad de prensa es aún más grave en un departamento que hizo de la educación y de la legalidad los ejes del plan de desarrollo. En este sentido, son bienvenidas las declaraciones del gobernador Fajardo, quien ha señalado la necesidad de investigar los hechos.

No conozco personalmente a Juan Pablo Barrientos, pero siempre escuché hablar de él con gran estima. El primero que me habló con mucho orgullo de este periodista fue el profesor Marc Chernick de la prestigiosa universidad Georgetown. Fue este politólogo, máximo experto en procesos de paz en Colombia, quien me contó la inspiradora historia de uno de sus estudiantes, quien desde el difícil barrio de La Sierra en Medellín, logró estudiar una maestría en Estados Unidos, se desempeñó como corresponsal de RCN en Washington y llegó a dirigir un importante noticiero regional. Recientemente, el corresponsal de Caracol Radio en Washington, Edwin Giraldo, me contó que fue Juan Pablo quien lo acogió en los Estados Unidos, alojándolo en un angosto cuarto compartido; lo orientó en los primeros pasos de su carrera como periodista, y que sobre todo le dio ánimo durante la difícil fase de adaptación a un nuevo idioma y a nuevas costumbres. Al igual que la de Barrientos, la de Giraldo es otra historia inspiradora, por ser un joven que se crió en la Comuna 13 de Medellín. Sólo puedo imaginar el asco que puede sentir alguien como Juan Pablo Barrientos, quien se ha ganado con las uñas sus logros, frente a quien desprecia el pensamiento crítico, viola la libertad de prensa y utiliza el poder de manera arrogante y abusiva. Con su renuncia, Barrientos puso en evidencia lo que está en juego cuando se mortifican los valores de la democracia. La renuncia no fue un acto de debilidad o cobardía, sino de coraje.

La decisión de Barrientos destaca también que hoy en Colombia existe una generación joven y valiente de periodistas, que defienden los valores de la democracia y que están comprometidos con un periodismo critico que ejerce el control necesario sobre los distintos poderes. En su última columna Daniel Coronell escribió que en los acontecimientos de Teleantioquia ganaron unos políticos y perdió el periodismo libre. Puede que esto sea así en el corto plazo. Porque si entendemos y acogemos el mensaje que Barrientos nos dio con su renuncia, su gesto se puede transformar para todos en un momento de concientización y de educación en la democracia.

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