La derecha en Colombia: ¿partidos ideológicos o empresas electorales?

Entre la extrema derecha y una centro–derecha versión Tercera Vía, se abre un abismo que se hará más ancho a medida que avance el proceso de paz.

Pero en esta división han tenido más peso los conflictos personales que las ideas políticas.

Se agitan las aguas

Los partidos políticos siempre constituyen tema pertinente en el debate público, pero durante las últimas semanas hemos leído y escuchado noticias relacionadas con una inusitada actividad partidista: han surgido nuevos partidos, otros se han dividido, los hay que empiezan a considerar el regreso a sus orígenes, otros incluso expulsan de sus filas a organizaciones más pequeñas, que en su momento fueron cobijadas o acogidas bajo el supuesto de coincidencias ideológicas.

Se ha dicho que líderes y estrategas políticos ya empiezan a acomodar sus fichas con miras a la carrera electoral que tendrá lugar en menos de dos años, en marzo y mayo de 2014. Y esas fichas parecen moverse a partir de consideraciones coyunturales sobre las posibilidades de la reelección de Santos, en un escenario donde logros, desaciertos, y sinsabores habrían hecho que el gobierno replanteara sus propias estrategias.

Derecha e izquierda

En este escenario de cálculos y maniobras, se identifican convencionalmente dos bandos enfrentados: la derecha y la izquierda. El primero se asocia con los partidos que ocupan el gobierno y tienen la mayoría en el Congreso, y el segundo con los partidos de la oposición.

Ahora bien, ¿podemos hablar de bandos ideológicos unificados, homogéneos y coherentes? Una corta reflexión sobre el primero – el de la derecha – revela que dentro de él existen intereses en conflicto que, al menos por el momento, parecen irreconciliables. Lo mismo ocurre en el otro bando, lo cual plantea dudas sobre la existencia de partidos con ideologías claras.

¿Importan más los votos que las ideas?

Para empezar, la división entre bandos o ideologías en Colombia es maniquea y ha sido fuertemente influida por la existencia del conflicto armado. Por lo general se asocia a la “izquierda” con la guerrilla y a la “derecha” con el establecimiento. La estigmatización recíproca es intensa y la posibilidad de entablar debates sustantivos o enriquecedores sobre otros asuntos es muy limitada.

También es cierto – según ilustran las “movidas” recientes que mencioné arriba – que aunque cada ideología se asocia con una posición definida frente al conflicto armado, existen desacuerdos fundamentales respecto del manejo de la guerra, aún entre quienes se inscriben en un mismo bando.

Son precisamente esas divergencias las que explican, al menos parcialmente, las recientes escisiones de los partidos, las fracturas internas y la emergencia de nuevos movimientos.

Uribismo de pura cepa

Con el ascenso de Uribe a la presidencia en 2002, empezó a gestarse un proyecto político con un marcado carácter ideológico de derecha. La confrontación militar para debilitar a las guerrillas — y eventualmente derrotarlas — y la negociación política con los paramilitares fueron puntos centrales de la propuesta de campaña del candidato, y posteriormente de su programa de gobierno.

En otros temas secundarios, al menos en el discurso, también se revelaron visos de esta ideología: economía de mercado e impulso a las privatizaciones, una política social marginal que acentuó soluciones asistencialistas de cobertura masiva y de corto plazo, la defensa de valores morales conservadores y el apoyo irrestricto a la guerra global contra el terrorismo, impulsada desde Estados Unidos.

Aunque Uribe se apartó del partido donde forjó su carrera política, el viejo Partido Liberal (PL), la popularidad que alcanzó durante la campaña de 2002 le aseguró el apoyo de un sector de ese partido, así como del Partido Conservador y de Cambio Radical, partido que surgió como una disidencia del PL a fines de los años noventa.

Las tres formaciones se unieron para defender las banderas del uribismo y posicionarse ideológicamente junto a él. Solo tres años después, en 2005, bajo la fuerte influencia del presidente y el liderazgo de Juan Manuel Santos, nació el Partido Social de Unidad Nacional (PSUN) o Partido de la U. La posibilidad de institucionalizar el “uribismo” atrajo a otros liberales disidentes y miembros de partidos y movimientos menores, que encontraron en la nueva organización una oportunidad para evitar su desaparición, tras aprobarse la reforma política de 2003.

El PSUN apoyó decididamente la agenda legislativa durante el primer período de Uribe. Su gestión fue especialmente importante para aprobar la reforma constitucional que autorizó una controvertida reelección inmediata y después, por supuesto para elegir de Uribe en el 2006.

En ese momento el Partido de la U — una sumatoria de individuos provenientes de diferentes colectividades que aprovecharon la popularidad de Uribe para obtener su aval en las campañas — se situaba al extremo derecho del espectro ideológico. Incluso sus aliados — el Partido Conservador y Cambio Radical — se ubicaban un poco más cerca del centro.

Solamente el Polo Democrático Alternativo (PDA) y el PL oficialista se declararon abiertamente en la oposición durante el segundo gobierno de Uribe, y decidieron no apoyar su agenda de gobierno.

El 26 de febrero de 2010 quedó claro que Uribe no podía aspirar a una segunda reelección. El entonces vocero y líder del Partido de la U, fiel seguidor y ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, decidió lanzar su candidatura y por supuesto fue apoyado por el entonces presidente.

Tercera Vía a la colombiana

Ambos líderes parecían estar de acuerdo en aspectos fundamentales, como decir el tratamiento del conflicto armado mediante la Seguridad Democrática, que Uribe aspiraba a ver institucionalizado como política de Estado.

No obstante, tras la primera vuelta electoral en la que Santos obtuvo una ventaja significativa sobre su contrincante inmediato, y una vez decidió convocar a sus competidores para conformar con ellos la Mesa de Unidad Nacional, se empezó a gestar discretamente el divorcio con Uribe.

Este se materializó ruidosamente cuando ya se hizo evidente el acercamiento del nuevo presidente al centro ideológico, tras la inclusión de temas de agenda y de figuras políticas que antes se ubicaban claramente en la oposición. La negociación política de un acuerdo de paz con la guerrilla se planteó como una posibilidad viable, lo cual enfureció al expresidente.

El resultado de todo lo anterior fue la división de la derecha en diferentes bandos:

 Por un lado, el campo santista, más moderado, inclusivo y progresista;

 Por otro lado, el uribismo recalcitrante, a pesar del confuso nombre de “Puro Centro Democrático”, con el cual pareciera esperar atraer algunos incautos.

Los santistas más ‘furibistas’ ya empiezan a abandonar al actual presidente para alimentar los caprichos y la ambición de poder de quien no se ha resignado a salir de la Casa de Nariño. No parece haber una discusión profunda tras bambalinas sobre los temas que preocupan de veras a los colombianos.

Lo que se respira en el ambiente es la preocupación creciente de unos y otros por hacer apuestas estratégicas que aseguren altos réditos en los comicios que se avecinan. Cabe preguntarse si la fractura dentro de la derecha colombiana obedece a razones de fondo que la justifiquen — como el acuerdo para entablar negociaciones que conduzcan a una paz “estable y duradera” — o si solo se explica por la simple lógica de la competencia electoral entre individuos con motivaciones egoístas, cuyo único objetivo es acceder, mantener o recuperar el poder.

El proceso electoral que ya se asoma revelará paulatinamente si la contienda electoral permitirá contrastar posiciones entre candidatos y entre partidos institucionalizados, o si todo se reduce de nuevo a una pesca afanosa de votos por parte de políticos profesionales al servicio de sí mismos.

http://prensarural.org/spip/spip.php?article9117