La beatificación de Mons. Romero, un signo para la Iglesia y el mundo

Hoy, 23 de mayo del 2015, vísperas de la celebración de la fiesta de Pentecostés, en San Salvador fue beatificado Mons. Oscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo del 1890, quien había sido nombrado arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, es decir, 3 años antes. La vida pública de Jesús de Nazaret fueron 3 años, aproximadamente.

El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo
. [[https://www.youtube.com/watch?v=0tKjMwgbwQY, consultado el 23 de mayo del 2015.]]

Hay varios hechos y signos en esta celebración para ver y pensar porque iluminan sectores de la Iglesia que buscan volver al evangelio, al compromiso con los empobrecidos, con la justicia social. Igualmente, iluminan pueblos, en diversas regiones del mundo, que luchan por una sociedad más justa y respetuosa de los seres humanos y de la naturaleza. También puede iluminar el proceso para la terminación del conflicto en Colombia, con sus avances y sus crisis, puede iluminar y/o cuestionar a quienes trabajan por detener el baño de sangre fratricida y a quienes quieren mantenerlo para conservar sus intereses, a quienes desde diversos escenarios cristianos y católicos se posicionan, hablan y actúan frente a la paz.

Romero muere asesinado mientras celebraba la Eucaristía. En el momento que ofrecía el pan y vino, una bala, pagada por el poder político, económico y militar, atravesó su corazón. Creyeron que podían acabar con su vida que encarnaba la lucha por la justicia, la opción por el reinado de Dios sin darse cuenta que lo “empujaban” a la resurrección, como ocurrió hace dos mil años con Jesús de Nazaret quien fue asesinado por los poderes de su tiempo (político, religioso, económico, social, cultural y militar romano) pero Él está vivo, su proyecto sigue vigente. La Eucaristía no es un momento alejado del quehacer de la sociedad. Las Eucaristías de Romero eran un punto de referencia de la sociedad, eran el espacio del discernimiento ético, humano y moral del acontecer salvadoreño.

El pueblo, que fue acompañado por Romero en los funerales de sus víctimas, de sus mártires no pudo acompañar el Mártir en la misa de su funeral, porque el “poder”, una vez más, recurriendo a la violencia, a las bombas y los disparos, impidió su celebración, impidió que el pueblo expresara su dolor, su fe, su rabia, su impotencia y su humillación, fue la máxima expresión de su inhumanidad, de su degradación. Hoy la celebración fue pausada, solemne, con el tiempo y la calma que no tuvo hace 3 décadas, fue la fiesta de Romero con el pueblo.

El infierno que vive (pobreza, silencio, exilio, cargos de conciencia) Álvaro Rafael Saravia, el militar jefe de seguridad del mayor D´Aubuison, quien participó en el operativo para asesinarlo, es un llamado de atención, un mensaje para quienes “sirven” al poder asesinando, persiguiendo, amenazando, calumniando, desprestigiando a quienes trabajan por un mundo más justo y fraterno. Piensan que vivirán bien, que tendrán acceso al poder que protegen y acrecientan, que las sonrisas y las palmadas en la espalda, las manos y lo cheques tendidos, las palabras de reconocimiento y alabanza para ellos son sinceras, no se dan cuenta que serán “usados y tirados”, que solo podrán ver de cerca y tocar de pasada las “mieles del poder”, no harán parte de él, jamás. El sicario que disparó a Romero fue asesinado después de cobrar el cheque por el pago a su “trabajo”, al parecer, por la misma estructura que lo contrató. [[Cf. https://www.youtube.com/watch?v=qIpK7dbSBXs, consultado el 23 de mayo del 2015.]]

“La beatificación de Mons. Romero es el triunfo de la verdad”[[Mons. Ricardo Urioste, presidente de la fundación Monseñor Romero del Salvador – https://www.youtube.com/watch?v=qIpK7dbSBXs, consultado el 23 de mayo del 2015.]], cada afirmación era sustentada y podía ser probada; de su vida sencilla, dejó el palacio arzobispal para vivir en un cuarto austero junto al Hospital de Divina Providencia para enfermos de cáncer, en la casa de las Carmelitas misioneras de Santa Teresa, a lado de la capilla donde fue asesinado; de la mirada y la escucha atenta a la realidad y de la lectura profunda y situada de la palabra de Dios; de la opción práctica, no teórica por la teología de la liberación. “La teología que no libera no es cristiana” había dicho Mons. Leonidas Proaño

En la misa ordinaria del sábado 23 de mayo del 2015 leímos el final del Evangelio de San Juan 21,20-25 y de los Hecho de los Apóstoles 28,16-20; 30-31, mañana con la fiesta de Pentecostés comienzan nuevas lecturas, comienza una nueva etapa litúrgica, ojalá sea un nuevo comienzo para la Iglesia Latinoamérica, para una Iglesia universal cercana a los pobres, comprometida con la justicia social, climática y ambiental.

Las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan se dirigen a Pedro: “Tú sígueme”. Pedro, después de superar sus miedos, ambigüedades e incomprensiones del proyecto de Jesús desde el primer “sígueme”, junto al lago, va con Jesús hasta el final, hasta la muerte. Romero vivió una profunda evolución en su compresión del seguimiento de Jesús que lo llevó a derramar su sangre, siguiéndolo encarnado en la historia dolorosa del pueblo salvadoreño.

Los Hechos de los Apóstoles finalizan con Pablo prisionero en su casa, custodiado por un soldado, anunciado el proyecto de Jesús, el Reino de Dios (verdad, justicia, fraternidad, amor). Su primera aparición en los Hechos fue la ejecución violenta de Esteban, de la que fue testigo y que marcó su proceso de conversión porque murió orando por sus asesinos (Hech 7,53-60). Luego Saulo, conocido como Pablo permaneció fiel, firme a pesar de la cárcel, los golpes, las amenazas, las calumnias y la muerte. La muerte del P. Rutilio Grande profundizó la conversión de Romero, a partir de ese momento su palabra se hizo más fuerte, contundente y persistente a pesar de las amenazas, las calumnias, los asesinados de las personas cercanas. Ni la muerte ha podido callar sus homilías.

La última homilía, la llamada a los militares a cesar la represión contra el pueblo, a obedecer la ley de Dios antes que la ordenes de sus jefes sigue siendo actual, necesaria, urgente cuando en nuestras sociedades la vida civil sigue siendo militarizada; cuando los gastos militares están por encima de la salud, le educación, la cultura; cuando las fuerzas militares se dedican a defender los intereses de grandes empresas multinacionales y no la soberanía del pueblo; cuando la formación militar está marcada por la concepción del “enemigo interno” y considera lo democrático, lo justo y el bien común como comunismo, como alianzas con el terrorismo.

Un valioslo aporte de Romero fue el análisis de las casusas económicas, sociales, políticas, culturales de la injusticia social, la violencia, del empobrecimiento de las mayorías y de la corrupción, iluminando el actuar de los cristianos, de la Iglesia con el discernimiento ético y moral según los principios del Evangelio que exigen a compromisos concretos con los empobrecidos, con las víctimas y por la transformación de la realidad. En su conversión Romero pasó de una concepción moralizante e individualista del pecado, como una mancha, a concebirlo como una actitud personal con repercusiones sociales, “pecar es ser cómplice de la injusticia encarnada en el sistema opresor”. En su invitación al cambio personal y estructural, al compromiso de la Iglesia y de los cristianos en su historia tiene presente que Jesús crea un “espacio humano donde, en lugar de la injusticia, reina el amor mutuo; es la comunidad alternativa que permite a los hombres salir del sistema que los lleva a cometer la injusticia” [[J. Mateos-J. Barreto, El Evangelio de Juan, Análisis lingüístico y comentario exegético, Ed. Cristiandad,

Madrid, 1979, p. 871..]]

La justicia legal ha estado al servicio de los poderes económicos, políticos y militares, colocándose de espaldas a la “justicia justa”, al pueblo y a la democracia, Romero sintetiza con agudeza esta dura realidad: “La justicia es igual a las serpientes. Sólo muerden a los que están descalzos”

Hoy, para construir la paz auténtica, la que brota de la justicia social podemos y debemos “cambiar la consigna de Mons. Romero de ‘sentir con la Iglesia’ por ‘sentir con Romero’ ”. [[Mons. Vicenzo Paglia, postulador de la causa de beatificación de Romero, palabras al final de la misa de

beatificación.]]

Comisión Intereclesial de Justicia y paz