Justicia y evangelio inseparables

Bio-Bac, un medicamento contra el cáncer víctima de la injusticia. Los diversos nombres de la globalización del mercado. Tratado de Libre Comercio, TLC, por ejemplo, son las expresiones del espejismo de la libertad y de la participacipión. De Ciudadanos a Consumidores. De Creyentes a idolatras. Las formas de dominación y de exclusión se ocultan en “los media” en donde se convierten en fantasía, en ilusiones del progreso y del desarrollo. Las causas profundas de las guerras ingresan al mundo de las sirenas, atracción, seducción, de la tragedia y de la barbarie, poco por decir.


La “seguridad democrática”, otra fantasía, que viste de hermosura el luto de empobrecidos y de excluidos. A los desarraigados a quiénes nunca se les ha dicho la verdad, por qué la técnica política es la de la mentira, se les niega el derecho a saber que sus territorios, aquellos de tanta biodiversidad, aquellos que alimentan la sobrevivencia de la humanidad son parte de la mercancía, que es necesario entregar, vender en el TLC. Por eso la seguridad democrática” es urgente, es necesaria en la inversión privada. La belleza o la enfermedad es un negocio.

BENJAMÍN FORCANO, teólogo, escribió en Eclesia una breve artículo sobre eso que aún es fundamental entre estas fantasías, el derecho a la verdad y la justicia, el derecho a ser ciudadanos.

MADRID.

Será por las razones que sea, pero es lo cierto que en los cristianos en general y en especial en los sacerdotes, parece cundir todavía la idea de que la acción por la justicia es ajena o colateral al anuncio del Evangelio. A pesar del Vaticano II y del Sínodo de los Obispos (1971) que dice: “La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio”. “Nuestra acción debe dirigirse, en primer lugar, hacia aquellos hombres y naciones, que por diversas formas de opresión y por la índole actual de nuestra sociedad, son víctimas silenciosas, más aún, privadas de voz”.

Vamos hacia atrás, hacia un retraimiento en lo espiritual y privado, hacia una prevalencia del templo y del culto y hacia un olvido, casi desairado, de los clamores de la injusticia y de sus víctimas. Todo eso sería cuestión de la política y como la política es enrevesada, espuria y corrupta, lo mejor es no mirarla y apartarse de ella. Volvemos al dualismo: el Reino de Dios no es para este mundo, ni para el cambio de las estructuras socioeconómicas, ni para la presencia de un testimonio personal público, coherente y profético. Ese terreno es el de la banalidad y la política de Dios no se mancha con lo cotidiano y grosero de las ambiciones humanas. Es más cómodo remandarlo a la piadosa subjetividad de cada uno, que permite luego cambalaches y prostituciones de todo tipo.

La contradicción es hiriente: la acción ministerial de la Iglesia , sobre todo institucional, da relevancia solemne a las celebraciones litúrgicas, vela por ellas, es tenaz en su cumplimiento, mide por ellas el mayor o menor grado de una vida cristiana, vuelve a requerir una y otra vez la observancia de leyes y prácticas religiosas, y también se preocupa por temas de la familia, de la moral sexual, y no faltan documentos buenos sobre otros temas sociales. Pero, la desproporción es innegable: los problemas de la vida, los que de verdad afectan a la gente, (vivienda, salud, trabajo, educación… guiados todos ellos por un profundo sentido de justicia e igualdad) apenas si se los ve tratados relevantemente desde los principios y criterios del Evangelio. Incluso, demasiadas veces, están ausentes del mensaje evangélico.

Podemos hacer la prueba preguntando sin más: cuántas palabras, orientaciones y acciones (derivadas del Evangelio y de una ética cristiana) se han inculcado en torno al tema de las elecciones del 25 de mayo, cuántas sobre la especulación del suelo y sobre los intereses inmobiliarios urbanísticos, cuántas sobre la degradación y tráfico de la vida urdido por las multinacionales farmacéuticas, cuántas sobre la inmoralidad de la guerra contra Irak, cuántas sobre una política que da primacía al dinero y lucro, cuántas sobre la explotación e indignas condiciones del campo laboral, cuántas sobre la apuesta por la acrecida e incalificable carrera de armamentos, cuántas por el deterioro de la vida democrática a costa de intereses partidistas endiosados…

Mal que nos pese, esa es la trama real, secular y profana, donde minorías con poder cuecen y dirimen el destino de nuestra vida. Y como mi fe, y mi salvación, y mi pertenencia al Reino de Dios, y mi condición de seguidor de Jesús lo es ya (incoativamente) para este mundo, no me puede ser indiferente ese gran campo donde acontece, se realiza y decide la suerte de la vida. La política es de todos, no de unos pocos o de unas minorías privilegiadas. Si tenemos la política que tenemos (sectaria, autogratificante, agresiva, mentirosa) es porque nosotros queremos o lo permitimos. No estamos en una democracia real, participativa, con protagonismo popular sino en una democracia aparente, impositiva, que se harta de prometer, donde cuentan los intereses y el favoritismo de unas minorías en el poder. Es la democracia de los propietarios, propietarios porque nosotros los hemos hecho.

En consonancia con esto, cristianos de a pie, hemos tenido la oportunidad de afrontar e investigar un tema de enorme trascendencia, vivo, interpelante, que afecta a la vida, la salud y futuro de miles y miles de ciudadanos. Se trata de lograr, amparados en la justicia, que se vuelva a comercializar el Bio-Bac, invento y producto debido a la tenaz investigación del Doctor Fernando Chacón. Con él se ha llegado a la presión, manipulación y miseria moral. El Doctor Chacón tiene hoy 86 años y en condiciones de abnegación, lealtad y generosidad excepcionales, ha entregado lo mejor de su vida a investigar el cáncer (origen, desarrollo, propuestas de erradicación, etc.) en una dirección que hoy han asumido los científicos más reconocidos en el tema. Es impresionante el frío e implacable imperio de las multinacionales farmacéuticas a la hora de imponer sus leyes e intereses.

Este es un caso más donde se demuestra que la democracia está en manos de una oligarquía liberal, que actúa impunemente. Los ciudadanos tenemos nuestro poder, que no debemos ceder a ningún sectarismo económico o político, pero que necesitamos preservar de toda domesticación y sometimiento para poder defender nuestra dignidad y derechos.

En España hay más de 150.000 enfermos de cáncer, siendo esta la segunda si no la primera causa de mortalidad. Muy probablemente, Vd. tendrá que ver con más de un caso cercano.

Nuestra propuesta: Rompamos la ignorancia y pasividad, tomemos conciencia del inmoral imperio de las multinacionales farmacéuticas, organicémonos, plantemos bien nuestras acciones, hagamos

Bogotá, D.C. julio 13 de 2004

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz