“Just don’t fuck it up”

El reciente artículo del Washington Post sobre la estrategia de bombardeos de la CIA sugiere que se ha exagerado el protagonismo de las fuerzas armadas de Colombia, y de los presidentes de este país, en la dinámica de los éxitos militares contra las Farc


“Look man, we all know where this guy is. Just don’t fuck it up”, le dijo el jefe de misión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos al comandante colombiano de operaciones aéreas a cargo de la misión para bombardear el campamento de Luis Édgar Devia, alias “Raúl Reyes”. La condescendiente expresión en inglés, siendo fiel al tono, traduce: “Mire hombre, todos sabemos dónde está este tipo, simplemente no se caguen esto”.
La revelación fue publicada el 21 de diciembre en el Washington Post. Fue una investigación de Dana Priest, Elyssa Pachico y Julie Tate en la que entrevistaron a más de 30 fuentes de las fuerzas armadas y organismos de inteligencia estadounidenses, y de las fuerzas armadas colombianas.
Tiene información interesante que algunos sospechábamos era cierta, pero cuya descripción no conocíamos por boca de sus protagonistas. Asumo que el lector conoce el artículo y lo ha leído, así que no lo resumo, sino que trato algunos puntos que llamaron mi atención.

El primero fue la afirmación que la oficina de inteligencia que montó la CIA, el “Bunker”, se dedicaba al espionaje de las Farc, pero no hacía seguimiento a los paramilitares. Esto confirma el sesgo de las fuerzas armadas y los organismos de inteligencia estadounidenses a favor del paramilitarismo. Como se ha documentado ampliamente, las fuerzas armadas colombianas y el gobierno de Álvaro Uribe Vélez también compartían este sesgo.

El segundo punto que llamó mi atención fue que las fuerzas de seguridad de Estados Unidos desconfiaban de Álvaro Uribe y de las fuerzas armadas colombianas. No les entregaron los códigos para operar las bombas inteligentes que suministraba la CIA para bombardear los campamentos de las Farc, por temor a que el gobierno colombiano de entonces las empleara para eliminar a sus opositores políticos. Este temor se hallaba sustentado en el historial de violaciones a los derechos humanos de las fuerzas armadas colombianas. Los códigos sólo fueron entregados al final de la administración Uribe, y Juan Manuel Santos los ha tenido desde que inició la presidencia. Durante el gobierno de Uribe, Colombia tenía que pedir permiso a Estados Unidos para realizar los bombardeos a cabecillas de la guerrilla.

El tercer punto es que los avances en la dinámica de la guerra contra las Farc tiene menos que ver con las decisiones de los presidentes colombianos o con las fuerzas armadas colombianas, que con el desarrollo de los programas estadounidenses de lucha contra el terrorismo. Da igual si el presidente es Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos. El impulso y el ritmo de la lucha contra las Farc lo define Estados Unidos. De hecho, durante la presidencia de Juan Manuel Santos han sido asesinados mediante bombardeos casi tres veces más cabecillas de las Farc que durante el segundo periodo de Álvaro Uribe, pues el programa estadounidense había tomado mayor impulso.
Ayer tuve una conversación sobre esta apreciación con Jorge Eduardo Delgado, investigador colombiano del departamento de estudios de guerra del King’s College London. “El artículo hay que ponerlo en el actual contexto estadounidense de justificar los recortes al gasto de defensa en Estados Unidos, argumentando que no hay que invadir países con miles de soldados y miles de millones de dólares, al estilo Iraq y Afganistán”, afirmó. “Que la prioridad deben ser los drones, las bombas inteligentes, chuzar teléfonos, y enviar un centenar de asesores al país problema”.
Según Delgado, el artículo sobrestima la participación de la CIA y silencia la importancia de la tecnología israelí, que competía con la estadounidense: “Distorsionan los hechos para darle todos los créditos a la CIA. Gran parte del sistema de bombardeo de precisión lo montaron los israelíes que contrató Santos en el 2006 y 2007. En especial el importante componente de encontrar a los objetivos”.
Es superficial pensar que el éxito final de la lucha contra las Farc depende de quién gane las próximas elecciones. El desarrollo de drones y bombas inteligentes por parte de Estados Unidos ha generado un punto de no retorno en la guerra que no puede sino aumentar en intensidad. En plata blanca, es falso que el uribismo represente la mejor alternativa para combatir a las Farc. El componente definitivo es la participación de Estados Unidos en el conflicto.

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