Jaime Garzón

Asesinado a través de la estrategia militar encubierta

Memoria y Justicia

De un grupo de mentes abiertas, de críticos, como Kart Troler, Eduardo Arias, Antonio Morales es Jaime Garzón. Una encarnación del arte teatral, de la personificación, de la significación. Sus múltiples interpretaciones dejaron al descubierto su crítica a los abusos de poder, a sus mentiras, a sus aberraciones en “Zoociedad”, en “Quac”, en “Lechuza” dejó abierto una crítica a los medios de información electrónica, al poder que protegen o que adulan, sea este militar, el presidencial, el económico.


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Sus personajes encarnaron lógicas populares. Dioselina, la empleada de servicio, ingenua que revela secretos del despota o del corrupto. Nestor Eli, el celador, el vigilante que habla de las infamias del poder. El lustrabotas Heriberto de La Calle, espontáneo y directo. También ironizaron y se rieron del poder tradicional, conservador bipartidista con Godofredo Cínico. Destapo la ignorancia de la “inteligencia militar” en sus operaciones contrainsurgentes, en sus relaciones con el paramilitarismo y por este camino el tráfico de drogas. Encarnó a los jóvenes idealistas con su personaje Jhon Lenin y cuestionó a la guerrilla. Su búsqueda por salidas de paz, lo llevó a impulsar las propuestas comunitarias de dignidad en el Sumapaz, y luego en la intermediación humanitaria ante los retenidos o secuestrados por la guerrilla.

Su irreverencia se expresó en el mismo bachillerato expulsado de dos colegios, al cuestionar los modelos pedagógicos. En esos colegios, el de las Hermanas de la Paz, en el barrio Santander, en Bogotá, también se acercó a percibir el mundo de la injusticia, de la antidemocracia.

Antes de las 6.00 a.m. del 13 de agosto de 1999 Garzón se dirigía a la emisora Radionet, luego de cruzar la calle 26 para ingresar al barrio Quinta Paredes, dos sicarios lo abordaron en moto. En el semáforo recibió 1, 2, 3, 4 y cinco tiros en la cabeza, el mensaje criminal era claro. Se victimizó el pensamiento libre y crítico. Se estigmatizó el humor, la actuación, las ideas, el cuerpo e incluso la posibilidad de ser bufón, de hacer reír sobre nuestra tragedia social.

Luego de su crimen se inició la exhaustiva investigación que hoy no tiene más avances que la reedición de los mecanismos de impunidad. El ocultamiento de las pruebas, la desviación de la investigación. Como en el caso de Galán, de Umaña Mendoza, resultaron absueltos falsos sindicados como Juan Pablo Ortiz y Edilberto Sierra Ayala. Con la formalidad de una investigación abierta y unos falsos imputados los responsables que se ocultan detrás del paramilitarismo disfrutan de pensiones y de cargos de seguridad militar

Ever Veloza hace pocos días indicó que Castaño ordenó el crimen, pero también, la orden provino de altos mandos militares. Como es un secreto a voces, los mismos que en ese momento se encontraban a unos pocos kilómetros del lugar del crimen, algunos que lamentaron el hecho, que aparentando su inocencia “lloraron” con el país.

El nombre de uno de los responsables militares del crimen fue nombrado por miembros de la banda La Terraza en un reportaje. La versión fue silenciada rápidamente, los sicarios fueron ejecutados y la prensa se abstuvo de hablar claro. Hoy los nombres de uno de esos mandos militares lo conoce Veloza y Don Berna, pero tal vez, nunca los enunciaran. El primero porque enfrentaría a círculos cercanos del presidente Uribe que le asesoran en seguridad, lo que no le conviene. Y el segundo, porque ha ido negociando en los Estados Unidos se pena por tráfico de drogas y en nada le beneficia hablar de los crímenes de los que él conoce mucha información.

Cada año se hace memoria de Jaime Garzón, cada 13 de agosto, parte del enfrentamiento al olvido. Pocos hablan de los factores estructurales de la impunidad en este magnicidio. Pocos, tal vez, solo su hermana valientemente, afirma quiénes son los responsables, los que aparecieron minutos después dando condolencias, o a pocos kilómetros del lugar del crimen en una oficina vestidos de paño verde en una oficina redactando textos internos de inteligencia y seguridad. Hoy existe el mutismo como actitud en muchos círculos. La memoria colectiva no ha logrado romper el terror que hoy 9 años continúa interiorizado en muchos que saben la verdad. Sin embargo, la memoria de Jaime Garzón está viva siendo irreverente con ese silencio, con ese terror.

Bogotá, D.C. 13 de agosto de 2008

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz