Fue una masacre de civiles’
El presidente de la Corte Suprema, magistrado Augusto Ibáñez, fue otro de los tantos externos que presenció la toma del M-19 el 6 y 7 de noviembre, la mayor afrenta que sufrió la institución judicial más importante y tradicional del país. Ibáñez no se casa con la hipótesis de que el narcotráfico auspició el asalto para quemar expedientes porque, dice, éstos se reconstruyeron. Señala que los responsables de tantas muertes fueron el M-19, pero también los militares, y reitera que la Corte de hoy está tan asediada como lo estaba hace 24 años.
¿Cuál fue, a su juicio, el significado de la toma del Palacio por parte del M-19?
Ha sido, sin lugar a dudas, la ruptura institucional más grave que ha registrado el país, el ataque a una institución de más de 100 años de existencia. Esa Corte que se tomaron por asalto fue la misma que le otorgó los derechos a la mujer; la que en 1982 dio vía libre a la iniciativa del Gobierno del primer indulto a la subversión; la que le dijo al país que los juicios marciales para civiles eran inconstitucionales; la que destacó la importancia del pluralismo, que prohibió declaraciones mediante tortura y que hizo las primeras adaptaciones de las regulaciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). La que estaba buscando mecanismos para una reforma agraria. Esa fue la Corte que masacraron.
En el momento del asalto, ¿qué tema estudiaba la Corte? ¿Cuál era su prioridad?
El narcotráfico. Estudiaba la extradición y la depuración de las figuras sobre tráfico, producción y distribución de droga, lo que años después se conoció como la famosa corresponsabilidad.
¿Qué análisis le merece a usted la toma por parte del M-19?
La Corte fue triplemente tomada. Primero, por los medios de comunicación, que unos días antes de la toma dijeron que había rumores sobre una acción armada. Segundo, por el M-19, y tercero por la Fuerza Pública. El M-19 tuvo un error de cálculo. Se tomó un lugar que jamás debió tomarse.
¿Encuentra usted responsabilidad en la Fuerza Pública?
Las infracciones del Derecho Internacional Humanitario que cometió el M-19 son las mismas que cometió la Fuerza Pública, según la investigación. Nadie puede entender la frase: “Ciudadanos, las armas os han dado independencia, las leyes os darán la libertad”, con un tanque de guerra entrando por la puerta principal del Palacio.
¿Usted cree que el narcotráfico participó en la toma?
No, no creo. Pero no tenemos la última palabra. Sin embargo, es impensable que quemando unos expedientes se acabara el problema. Los expedientes fueron reconstruidos casi en su totalidad.
El mayor número de muertes ocurrió en el baño del cuarto piso. ¿Qué cree usted que sucedió allí?
Una masacre de la población civil inerme e indefensa. Así estuvieran los guerrilleros allí, ya estaban doblegados y en derecho, había que respetarles la vida. Pero eso no ocurrió en la operación ‘Rastrillo’. No se puede proteger a las instituciones acabando con ellas físicamente. Es más: acabaron con la Constitución en esos momentos. La Carta Magna quedó suspendida.
¿Cómo interpreta el llamado que Reyes Echandía hizo para cesar el fuego?
Eso fue un llamado, ni más ni menos, a una acuerdo humanitario. Pero no fue entendido. ¿Quién dijo que un acuerdo humanitario es sinónimo de rendición? Era una tregua para buscar una salida sin sangre. Reyes pretendía proteger a las personas y a la institución.
¿Fue buena idea que la ministra de Comunicaciones de ese entonces, Noemí Sanín, pasara un partido de fútbol por televisión durante la toma?
No, por Dios. Eso permitió que la opinión se sustrajera de la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Fue un gran error.
¿Dónde estaba usted el día de la toma? ¿Qué recuerda?
Yo estaba en el Congreso revisando unos documentos. Más tarde tenía una cita con el doctor Reyes Echandía, era profesor auxiliar de su cátedra. De pronto empezaron los rumores, salimos del Congreso y se oyeron unos disparos, pero nada más. No había claridad sobre nada. Minutos más tarde, la evidencia fue el caos. Alguien dijo de la toma y lo primero que hice fue llamar a mi señora, ella estaba embarazada de mi segunda hija. Nos fuimos para el Externado y desde la oficina del doctor Fernando Hinestrosa vimos el Palacio incendiándose.
¿Usted realmente cree, como lo han dicho algunos magistrados, usted incluido, que la Corte está amenazada de nuevo?
La Corte, lo repito, está asediada. Totalmente.