Eterna herida del Palacio de Justicia

A sus más de 80 años, don Héctor Beltrán se ha convertido en un sobreviviente del dolor, en esa esencia de la vida que a su hijo, Héctor Jaime, literalmente le desaparecieron. Este martes, en compañía de los familiares que siguen buscando a los 12 desaparecidos del Palacio de Justicia, don Héctor presentó el libro que construyó desde su herida abierta que tras casi 29 años no ha cicatrizado: El suplicio de la larga espera. Un camino empedrado hacia la verdad en el que perecieron 14 padres y que hoy sólo recorren cuatro de ellos.

“Desde ese 6 y 7 de noviembre de 1985, para todos empezó el holocausto en el alma. La angustia era desesperante; el dolor nos embarga desde esos días, cada día, más hondamente. La incertidumbre lacerante dentro del pecho no cambia. El corazón acelerado, la opresión interna desde ese día nos acompaña la vida”, narra don Héctor en su texto. Ese libro que, insistió, se forjó con la única pretensión de dejarle un legado a su estirpe, a los que han llegado después de él, a las cuatro hijas que crecieron sin Héctor Jaime y que hoy son madres.

“Yo quiero que mis nietos digan que su abuelo fue un berraco y no se quedó callado”, expresó don Héctor con una fuerza que los años no han logrado amilanar. Y es que desde ese fatídico miércoles de 1985 que trajo la zozobra para estas 12 familias, los dolientes decidieron que el silencio no era una opción. A punta de encontrarse en los mismos sitios preguntando por el paradero de aquellos empleados de la cafetería y de los visitantes ocasionales que probablemente se encontraban allí, se volvieron una familia.

Forjaron un vínculo. Sobre el hombro del que habría sido un desconocido si la tragedia común no se les hubiera atravesado han llorado, de impotencia, de rabia. Pero sobre todo de dolor por una ausencia aún vigente. Hoy tienen otros recuerdos para añorar, como las empanadas de doña María, madre del desaparecido Bernardo Beltrán y quien falleció esperando que se lo entregaran. Así ocurrió con los otros 13 progenitores, entre ellos Rosalbina León, madre de Luz Mary Portela; José Guarín, padre de Cristina; Ana María de Oviedo, madre de Luz Amparo; María Elena y Enrique Rodríguez, padres de Carlos Augusto.

Todos ellos fueron protagonistas de un homenaje que precedió la presentación del libro de don Héctor Beltrán. Y se celebró que él, su esposa doña Clara, don Bernardo Beltrán —padre de Bernardo — y doña Carmen Celis —madre de David Suspés— siguieran con vida y con la esperanza de que los años les alcancen para recoger los restos de sus hijos. Para saber, por fin, lo que les ocurrió y descansar de una peregrinación que ya cumple 28 años, 10 meses y 14 días.
“Cada familia es un mundo aparte, cada familia sufrió en diferentes formas su dolor, cada familia tiene una opinión diferente. Pero hay una cosa que recalco: la unión durante 29 años. Eso nos ha sostenido. Yo lo digo en el libro: eso es como arar en el mar, ya uno pierde las esperanzas de que le hagan justicia”, sostuvo don Héctor en diálogo con El Espectador. Y agregó: “Yo pienso que esto le puede estar sucediendo en el momento actual a miles de familias en Colombia. La impunidad de las violaciones de derechos humanos por parte del Estado”.

Aferrado a su bastón, don Héctor confesó que los años lo preocupan, que su cuerpo no tiene las mismas energías para combatir las enfermedades: “Siento que mi organismo se deteriora a grandes zancadas y que mi fin está próximo. ¡Qué frustración para mi alma! Me culpo de no haber logrado saber qué pasó con Héctor”, confiesa en su libro. La vejez también amenaza a sus tres compañeros de lucha, a esos valientes que no renuncian a la memoria de sus hijos y de los hijos de sus entrañables amigos. A estos 12 desaparecidos también se les arrebató la posibilidad de acompañar a sus padres en el ocaso de sus vidas.

“(Si) yo tuviera los huesos de Héctor, lloraría de alegría, le hablaría a su osamenta como si estuviera vivo, le diría cuánto hemos sufrido por su ausencia, cuánto lo hemos echado de menos, cuán grande ha sido nuestra lucha para lograr que al fin repose en paz su espíritu, cuán denodada ha sido la lucha porque no se quede impune su asesinato y asimismo le diría que en cierta forma nosotros también descansaríamos”, escribió don Héctor. Una plegaria que comparten todos los familiares de los 12 desaparecidos. Un dolor que cerca del aniversario número 29 no ha encontrado justicia ni sosiego para ellos.

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