“Estas negociaciones han de ver a un nuevo Santos”

El expresidente Andrés Pastrana analiza la posición del gobierno de Juan Manuel Santos con respecto al incipiente proceso de negociación con las Farc.


Cecilia Orozco Tascón.- Hace casi catorce años que, bajo su presidencia, Colombia ensayó una negociación con las Farc. ¿Cuál fue el principal error que se cometió entonces para que todo terminara en otra década de guerra?

Expresidente Andrés Pastrana Arango.- Uno de los temas más complicados que enfrentamos fue el de negociar en medio del conflicto, porque un proceso de paz sin la confianza de la comunidad nacional e internacional no tiene espacio político. Las acciones de guerra producen desconfianza y exaltan los ánimos porque hay heridos, muertos y destrucción física. Espero que eso no le ocurra al presidente Santos, pero si mañana estalla un carro bomba, hay un atentado o secuestran a un personaje, el apoyo a los diálogos se va a disminuir drásticamente, como nos sucedió a nosotros.

C.O.T.- ¿Cree que hoy sería conveniente un cese al fuego?

A.P.A.– Sé que cada afirmación en este tema se presta a toda clase de interpretaciones y sensibilidades. Sin embargo, no se puede desconocer que un cese al fuego propiciaría el clima de tranquilidad deseable para el avance rápido de la negociación.

C.O.T.- ¿No será que esa posibilidad no se considera porque los militares se oponen a paralizar sus operaciones?

A.P.A.– Esa opción no es tan extraña. Una comisión militar, si no estoy mal compuesta por un general y tres coroneles, fue la que trajo a mi gobierno la propuesta de cese de hostilidades que no se ejecutó, porque la ruptura con las Farc se presentó pocos meses después. En el Acuerdo de los Pozos, celebrado en febrero de 2001, se contempló esa posibilidad y en el Acuerdo de San Francisco de la Sombra, en octubre de ese mismo año, se firmó el compromiso de llegar a ella. Siempre hubo participación, consulta y aprobación de las Fuerzas Armadas.

C.O.T.– El presidente Santos se opone a parar las operaciones y en consecuencia habrá ataques de lado y lado. ¿Comienza con mal pie este proceso?

A.P.A.– Se puede seguir hablando sin cese al fuego ni de hostilidades. Pero deben estar advertidos de que el clima político será más difícil y que pueden presentarse, en el corto plazo, situaciones incomprensibles. Además, el presidente tiene que saber que su espacio de negociación es totalmente distinto del que yo tuve: Pastrana fue elegido para la paz. Uribe fue elegido para la guerra. Y ambos contamos con el respaldo casi unánime de la población. En cambio, a Santos le toca enfrentar a un país que no tiene una opinión compacta sobre el tema. Esa es una gran diferencia que él deberá atender.

C.O.T.- ¿Cuál otra equivocación reconoce que se cometió en el proceso del Caguán?

A.P.A.– Podría decir que fue un error haber despejado cinco municipios. Hubiéramos despejado tres, por ejemplo, y nos habríamos evitado incluir el batallón Cazadores. ¿Por qué cinco y no cuatro, o por qué tres y no dos?, son preguntas que se podrían hacer. Las zonas de distensión se han estigmatizado, pero tienen su utilidad: sirven para hablar y para tener un espacio para la devolución de soldados y policías secuestrados. Nosotros conversamos en Colombia y, al hacerlo, necesitábamos un lugar. Hoy, aparte de que está prohibida, no se requiere porque habrá tres en el exterior: La Habana, Oslo y Caracas.

C.O.T.- El mandatario ha revelado unos puntos iniciales de la agenda que tendrán los equipos negociadores. En su experiencia, ¿fue sano fijar cinco temas y limitarse a hablar de ellos sin explorar otras posibilidades?

A.P.A.– Usted me ha estado preguntando por errores. Le admito otro que estuve tratando de evitar, pero no pude convencer a Marulanda de no cometerlo: el temario. Por la situación que se estaba viviendo en el país, él insistió en poner sobre la mesa, antes que otros asuntos, el económico.

Seguramente creyó que jugando esa carta las Farc sacarían ventaja política. Si hubiéramos construido una agenda con asuntos más puntuales y menos generales, seguramente habríamos avanzado de tal manera para que el proceso ya no pudiera interrumpirse.

C.O.T.- ¿Le daría estos consejos nacidos de su experiencia buena, regular y mala al presidente?

A.P.A.– Uno no debe darle consejos a nadie. Sobre todo a quien no se los ha pedido. En términos amplios, puedo decir que los expertos en negociación recomiendan avanzar en aquellos temas que tienen posibilidad de solución rápida. El acuerdo sobre ciertos puntos, aunque no agoten la negociación, genera compromiso y confianza de las partes. Lo claro es que es necesario aterrizar las conversaciones.

C.O.T.- ¿Qué opinión le merecen los nombres que conforman los equipos negociadores del Gobierno y las Farc?

A.P.A.– Tantas críticas que le han hecho estos años al proceso del Caguán y ahora resulta que el equipo que dirige la administración Santos y el que negocia a su nombre están conformados por personas que trabajaron directa o indirectamente con mi gobierno. En cuanto a los negociadores de las Farc, el único comentario que tengo por hacer es que ojalá que represente a toda su organización.

C.O.T.- ¿Por qué lo dice? ¿Teme que algunos frentes de la guerrilla no estén de acuerdo con este proceso?

A.P.A.– No tengo información al respecto, pero no sobra tener mucho cuidado: ¿están las Farc comprometidas en su totalidad con este proceso? Ojalá que así sea. Cabe, no obstante, la preocupación de que se pueda jugar un doble papel: un grupo asegura que va a hacer la paz y otro se mantiene en el negocio de las armas y el narcotráfico.

C.O.T.- Pero, ¿se trataría de una estrategia o de una división real de la organización guerrillera?

A.P.A.– Como le digo, no tengo información, pero eso no impide que me pregunte, por ejemplo, ¿qué pasa con Joaquín Gómez? ¿Por qué no aparece en estos inicios del proceso si él es uno de los hombres más importantes de las Farc y maneja un frente militar muy fuerte en el Putumayo que está absolutamente comprometido con el narcotráfico? Joaquín Gómez tiene que participar en las conversaciones porque en su zona se produce el 60 o 70% de la cocaína del país.

C.O.T.- Los negociadores de la guerrilla sorprendieron con la petición de que se trajera de Estados Unidos a Simón Trinidad que paga allá una condena. ¿Estados Unidos facilitaría la libertad de Trinidad?

A.P.A.– No es un tema que puedan resolver los gobiernos porque es del ámbito de la justicia. Y como está condenado por el delito de narcotráfico, su mención por los líderes de las Farc debe interpretarse como un saludo simbólico de camaradas hacia él.

C.O.T.- Usted ha dicho que el general Mora fue enemigo de su proceso. ¿No cree que por ser uno de los más antagónicos representantes de las Fuerzas Armadas debe estar en las conversaciones?

A.P.A.– El presidente Santos conoce de primera mano su condición humana. Él sabrá por qué lo nombró.

C.O.T.- El general Mora fue su comandante del Ejército. ¿Qué recuerda de él?

A.P.A.– Que nunca creyó en el proceso de paz. Sus declaraciones posteriores, como general retirado, claramente indican que siempre tuvo una posición contraria a la del gobierno que representó desde la Comandancia del Ejército. No sé cómo va a explicar la transformación mental que tendrá que sufrir para comprometerse, en el presente, a ayudar a otro proceso que pretende los mismos objetivos que el que nosotros intentamos. Espero que eso sea posible y que no termine siendo un palo en la rueda de la negociación.

C.O.T.- ¿Hubo división en las Fuerzas Armadas en época del proceso del Caguán?

A.P.A.– Tuve la fortuna de contar con el general Tapias, un gran demócrata que mantuvo unidas y leales a las Fuerzas Armadas. Le debo ese reconocimiento. De otra parte, siempre he dicho que cuando alguien que está representando las instituciones no está de acuerdo con su gobierno, pide la baja y expresa desde afuera sus discrepancias. Lo que no está bien es quedarse a torpedear las decisiones del Ejecutivo desde adentro.

C.O.T.- ¿A quién o quiénes se refiere? ¿Al propio general Mora?

A.P.A.– Básicamente a él, pero hay otros. ¿No cree que lo más honesto con el presidente de la República y con el país es que si uno discrepa, y eso es perfectamente legítimo, renuncia, se retira y se va a criticar desde afuera?

C.O.T.- Pasados estos años, ¿no piensa que debió retirar, antes de lo que lo hizo, a sus funcionarios y uniformados que se oponían al proceso de negociaciones?

A.P.A.– Sí, definitivamente sí.

C.O.T.- A propósito, en el grupo político que acompaña al expresidente Uribe hay personas que trabajaron con usted. ¿No le parece raro esta contradicción?

A.P.A.– No, ya no. Examine cuántos de mi administración que participaron en las conversaciones con la guerrilla hoy aparecen radicalizados en contra del proceso que inicia Santos. Cuando estaban en mi gobierno tenían un salario y gozaban de la importancia del cargo, guardaron silencio. Hoy declaran posiciones absolutamente contrarias a las que tuvieron en sus puestos oficiales.

C.O.T.- ¿Son las mismas personas de las que hablaba antes?

A.P.A.– Sí. Es gente que supuestamente era mi amiga y que hoy está en el Congreso o en otras posiciones del Estado gracias a las oportunidades que tuvo en mi gobierno.

C.O.T.- ¿Cuánto daño podrá causar el movimiento político de reciente creación que lidera Uribe y que se opone fuertemente a este proceso?

A.P.A.– He insistido en formular la siguiente pregunta: ¿por qué Uribe sí pudo sentar a sus funcionarios con el cartel de Medellín y con los paramilitares en la zona de Ralito, la última zona de despeje que tuvo el país, y donde pactó y negoció, a diferencia de lo que sucedió en el Caguán donde me senté, negocié y no pacté? ¿Por qué Santos no puede hacer ese intento con las Farc? Le digo al expresidente que hay que darle una oportunidad de paz al país. El mundo ha cambiado, hay un lenguaje distinto, una posibilidad de erradicar flagelos como el del narcotráfico.

C.O.T.- ¿Cree que esos “enemigos agazapados de la paz”, de los que se habla desde hace décadas, podrían interpretar las palabras de los opositores más agresivos del proceso y terminen armándose para cometer actos violentos?

A.P.A.– La peor herencia que nos dejó el expresidente Uribe es la de los grupos paramilitares, hoy llamados bacrim. Ese es un tema con el que hay que tener mucho cuidado por la posible reactivación de ataques selectivos, asesinatos, atentados, etc. Aunque la sociedad intente ignorarlos, sabemos que están ahí. Este punto tendrá que ser abordado rápidamente en la mesa para que no puedan manejar negativamente el proceso.

C.O.T.- A pesar de todo lo que usted ha dicho a favor de la actual iniciativa de paz, en particular de la de Santos, él ha hecho de la diferencia con otros procesos su bandera. ¿Qué piensa sobre el particular?

A.P.A.– Al presidente le gusta repetir que sólo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias. Estas negociaciones han de ver a un nuevo Santos, distinto del que pidió a Ernesto Samper un despeje y cese al fuego en 1997 y muy diferente de mi solidario ministro de Hacienda de las horas más difíciles del Caguán. Sus experiencias serán una carta importante para tener en cuenta en este proceso.

C.O.T.- ¿En qué radica, entonces, la diferencia de este intento de paz con el proceso del Caguán?

A.P.A.– Al Caguán llegó un Estado derrotado y salió armado hasta los dientes gracias a mi plan B, que consistió en fortalecer a las Fuerzas Armadas y en conseguir, como se consiguió, la ayuda norteamericana de US$7,5 billones del Plan Colombia que le permitieron a Uribe enfrentar a las Farc, lo cual logró finalmente traerlas, de nuevo, a la mesa. En el Caguán se sentaron las bases para una paz desde una posición de fortaleza del Estado. Las diferencias en los procesos no se dan a la hora de los anuncios, sino en la controversia y los resultados.

C.O.T.- Curiosamente mientras usted defiende la decisión gubernamental de hablar con la guerrilla, el presidente es amable y cuida de no alterar al expresidente mientras que con usted es más bien distante.

A.P.A.– Debe ser porque al presidente Santos lo unen con el doctor Uribe los grandes triunfos y las controversias de su gestión como ministro.

C.O.T.- Ignorar las experiencias pasadas no parece una actitud sabia. ¿Alguno de los miembros de su equipo de negociación ha sido consultado por el grupo del presidente Santos?

A.P.A.– Que yo sepa, no.

C.O.T.- ¿Cuál de los jefes de las Farc que estuvieron en su época, y ya no viven, serían importantes en esta mesa?

A.P.A.– El Mono Jojoy. Fue un error de Marulanda no permitirle llegar a la mesa porque era el jefe militar con mayor reconocimiento en la guerrilla. Jojoy consolidaba en buena parte el aparato militar guerrillero.

C.O.T.- Parece que liderará las conversaciones por el lado de las Farc Iván Márquez, ¿qué piensa de él?

A.P.A.– Es un hombre importante desde el punto de vista ideológico. A propósito de los negociadores de las Farc, he recordado que alguna vez el expresidente Uribe dijo que cuando yo hice el acuerdo humanitario para liberar a 440 soldados y policías, entregué guerrilleros presos para que volvieran al monte. Falso. En desarrollo del acuerdo para liberar a los cuatro centenares de uniformados secuestrados, nosotros liberamos a 13 individuos, pero no por capricho. Fueron certificados por la Cruz Roja Internacional. En cambio, mire a quién liberó Uribe y dónde está hoy: ¨¡en la mesa de negociación!

C.O.T.- ¿Se refiere a ‘Rodrigo Granda’?

A.P.A.– Claro. Mi gobierno nunca liberó a un guerrillero para que volviera a las filas.

C.O.T.- Hay grandes excluidos en este proceso. Por ejemplo ustedes los expresidentes y Piedad Córdoba, quien, de todas maneras, sabe de lucha por la paz ¿Por qué dejarla fuera?

A.P.A.– Yo la incluiría. Al fin y al cabo ella es respetada por las Farc y por algunos sectores del Gobierno, así como por Venezuela. Además, tiene experiencia y aunque le pueden achacar muchos defectos también hay que reconocerle sus aciertos. Cada vida que ha salvado es un acto importante que debe agradecérsele con generosidad.

“Me faltó mano más firme”

El expresidente Pastrana criticó ácidamente a algunos de sus altos funcionarios por mantener silencio sobre el proceso de paz del Caguán mientras pertenecían a su gobierno y por unirse recientemente a quienes han atacado esa etapa de la historia del país. Así respondió:

P/ Si usted fuera el presidente hoy, ¿actuaría con mano más firme respecto de los funcionarios que no compartían sus políticas?

R./ Si yo estuviera en la Presidencia y supiera que alguno de mis subalternos no está de acuerdo con mis decisiones, le diría que se fuera de inmediato. Mire la paradoja: ahora encuentro exministros y altos exfuncionarios que afirman que no compartieron nuestras políticas, pero en su momento nunca dijeron nada. Como usted sugiere, me faltó mano más firme.

P./ ¿Cuáles ministros suyos lo han sorprendido con esa aparente hipocresía?

R./ Es fácil que usted lo advierta si lee las declaraciones de la época y las de ahora.

(Efectuada la revisión, se encontró que el expresidente se debía referir, entre otros, a la ministra Marta Lucía Ramírez, al director de la Aeronáutica Juan Carlos Vélez -hoy senador-, al presidente de Bancoldex Miguel Gómez -hoy senador-, a los embajadores Fabio Valencia y Luis Guillermo Giraldo. Todos ellos pertenecen hoy al uribismo.)

“¿Estamos dispuestos a perdonar?”

Cecilia Orozco.- Al movimiento de izquierda Marcha Patriótica lo están comparando con la UP, cuyos principales miembros fueron asesinados. ¿Sufrirá Marcha Patriótica una persecución similar?

Andrés Pastrana.– En el fondo de su pregunta hay un gran interrogante que tiene que ver con el proceso de paz en su aspecto más amplio: ¿estamos los colombianos dispuestos a perdonar?

C.O.- ¿Qué cree usted?

A.P.– Que no. De ahí nacen las expresiones de oposición, apenas empezando un proceso, a que alguien como Timonchenko llegue al Congreso.

C.O.- Justamente quienes son acérrimos enemigos de las conversaciones dicen que sería inaceptable que los jefes de las Farc estén algún día en el capitolio.

A.P.– Me llama la atención que se diga que si la guerrilla va al Congreso sería una ofensa para la democracia. Mi posición es que ojalá se dé esa solución. Decía el maestro Echandía que es mejor echar lengua que echar bala. Que recuerde, en todos los procesos de paz del mundo los exguerrilleros o rebeldes llegan a ocupar cargos en el Estado. La democracia debe abrirse. No cerrarse.

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