Esa inteligencia artificial

Sorprendió el anuncio del presidente Santos sobre la autoría de las Farc en el carro bomba cerca de Caracol. Y no precisamente por los responsables, que son capaces de eso y más, sino por la convicción del mandatario al exhibir la prueba reina: un correo en un computador del Mono Jojoy.


Al acierto por la ponderación del Gobierno al evitar señalamientos apresurados que sólo podían, como en la era Uribe, apuntar al aprovechamiento mediático y político, le siguieron siete semanas y media de suspenso, amainado por la creencia de que avanzaba una investigación exhaustiva.

Pero en vez de propias evidencias, saltó como liebre el flamante correo de seis puntos dirigido al Secretariado, y que Santos leyó con ese tono suyo de certeza: “Queda claro que la bomba que pusieron al lado de Caracol, fueron las Farc (sic). Inicialmente había dudas, no estaba totalmente establecido… pero creo que esto confirma esa investigación”.

Nadie duda de que todos los elementos hallados en los campamentos de Angostura y La Macarena son parte del acervo judicial, pero tampoco de que deben seguir un riguroso proceso de comprobación, no sólo por lo inmoral de poner la carga de la prueba en quienes están fuera de la ley, sino por la vulnerabilidad de sistemas y contenidos que pueden alterarse con o sin intención.

Nadie pretende exculpar a las Farc. Lo que preocupa es la absoluta credibilidad, del Presidente para abajo, a lo que “dice” la subversión. Por esa fe “ordoñizada”, sin pruebas sólidas o con base en interpretaciones y libres asociaciones derivadas de computadores de Raúl Reyes, viven un calvario Piedad Córdoba, William Parra y aun gobernantes del vecindario.

Preocupa, como dice Ramiro Bejarano, que se le crea más a un email que a declaraciones como la de Mancuso contra Mario Uribe o las de otros paramilitares inculpando a algunos de quienes orondos y sin piedad levantan el dedo contra la senadora.

Preocupa que no sopesen que, a sabiendas de tanta credulidad, la guerrilla haya incluido, o lo haga ahora, mensajes falaces para afectar honras o carreras políticas.

Preocupa que esa inteligencia artificial le haya ganado la batalla a la investigación judicial seria y, sobre todo, al sentido común.