En el Día del Periodista

Tres años después de que algunos integrantes de la familia Araújo de Valledupar instauraran una demanda por injuria y calumnia contra el sociólogo, escritor y periodista Alfredo Molano, por la publicación de una de sus columnas de opinión en El Espectador, el delegado de la Procuraduría pidió “fallo absolutorio”.


Aunque el concepto no obliga, en la tarde de hoy el juez encargado del caso dará a conocer, finalmente, la tan anhelada sentencia. Justo el día en que se celebra en Colombia el Día del Periodista.

Alfredo Molano no es el primer periodista que en Colombia se ve obligado a hacer presencia en los juzgados como consecuencia de sus opiniones. Ya antes, columnistas como Salud Hernández, María Jimena Duzán, Mauricio Vargas, Felipe Zuleta, Daniel Coronell o Ramiro Bejarano, entre otros, han debido comparecer ante las autoridades judiciales por la misma causa. El tema no reviste novedad alguna, pero sí inquieta que de un tiempo para acá son notorias las evidencias de que la intolerancia frente a la denuncia, la crítica y la interpretación ha llevado a mayores exigencias de cárcel y castigo para quienes se rehúsan a permanecer en silencio.

El resultado de tan fatídica práctica no podría ser más adverso para el ejercicio del periodismo de opinión. Una amenaza real que se erige en el horizonte de quienes tienen por oficio cuestionar la realidad nacional, con el agravante de que no serán pocos los que incurran en la autocensura de la que nunca nos enteraremos. Es obvio que la libertad de expresión tiene límites y que las mentiras, falsas acusaciones, excesos verbales y estigmatizaciones atropellan la honra y buen nombre de los ciudadanos. En aquellos casos en que no sean viables las conciliaciones, es ahí donde el juez debe intervenir en defensa de los derechos que también el periodista puede desconocer.

Pero este debe ser siempre un caso extremo y francamente aislado. En el caso que nos ocupa, la calidad de los libros de Alfredo Molano, entre la rigurosidad de las ciencias sociales y las exigencias literarias de la crónica periodística, demuestran un trabajo responsable, comprometido y juicioso, que puede o no gustar a sus lectores, pero que demuestra el mismo estilo crítico que caracteriza sus columnas de opinión. Nadie que conozca su extensa obra y encuentre en ella rechazo o afinidad por los relatos e historias de vida de los que nunca hablaron, podrá afirmar que estamos ante un periodista que tenga por oficio la calumnia o la injuria. Un tema es que sus posiciones políticas sean polémicas, para lo cual nunca faltaran contradictores, y otro asunto, muy distinto, que sus textos no hayan ayudado a construir la historia nacional, granjeándole de paso notabilidad en la literatura colombiana.

Ante esta perspectiva, cobra importancia que sea precisamente hoy, el Día del Periodista, la fecha en que se siente un precedente trascendental para la libertad de expresión en el país. De prosperar una sentencia judicial contra la persona de Alfredo Molano, una puerta a la censura quedaría abierta de par en par y, con ella, se erigiría una limitación para quienes desean formar libremente sus opiniones. Como lo recordó el historiador Jorge Orlando Melo hace algunos días, se estarían quebrantando los fundamentos mismos de la participación democrática. Entre otros aspectos, los mismos que, cualquiera sea la razón, resultaron golpeados con el cambio de formato de la revista Cambio, que lamentamos por su valeroso y necesario trabajo de denuncia en tiempos en que la corrupción campea y el periodismo investigativo languidece.