El emporio del narcotraficante más buscado de los últimos años

Por: Norbey Quevedo H. / María del Rosario Arrázola
En menos de una década el capo capturado consolidó una fortuna de US$100 millones. Dos agentes se casaron, se emplearon en la zona e infiltraron parte de su círculo íntimo.


Daniel Rendón no tuvo más remedio que rendirse ante el cerco que le tendieron en Urabá el general Óscar Naranjo y el coronel César Pinzón (a la derecha).

Durante más de un año y medio, un grupo de oficiales de la Dijín de la Policía se camufló en Necoclí, Turbo y Apartadó para dar con el paradero de Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario y, al mismo tiempo, desmantelar su red criminal, que durante años sembró el terror y manchó de sangre el Urabá antioqueño, Magdalena, Córdoba, Sucre, Cesar, Meta y Chocó.

Pero al tiempo que los oficiales buscaban al capo, alrededor de éste se configuró una sólida estructura conformada por miembros de la organización, presuntos testaferros y varios integrantes de su familia. Así, en menos de una década, Don Mario y sus aliados forjaron un emporio económico y empresarial derivado de sus actividades de narcotráfico.

Un clan que lideraron los temibles hermanos Juan de Dios y Darío Antonio Usuga David. El primero, conocido con el alias de Giovanni, quien tenía la misión de manejar las bandas criminales a nivel nacional. Y como si fuera poco, su cercanía con los hermanos Vicente y Carlos Castaño se cristalizó a través de un negocio: la compra de la finca La Gitana a la Fundación por la Paz de Colombia, Funpazcor, entidad donde se cocinaron estrategias del paramilitarismo.

Las tareas de su hermano Darío Usuga no eran menos importantes. Este fue durante varios años el encargado de manejar las finanzas que la organización nutrió con extorsiones, pago de impuesto cocalero y los recaudos de ‘arriendos’ de no menos de 200 predios rurales y urbanos.

Junto a los hermanos Usuga, Don Mario creó un brazo armado conocido como la banda criminal de Urabá, integrada por siete cabecillas. Según documentó la justicia, fueron mencionados en nueve procesos diferentes como el grupo que desarrolló diversas actividades criminales en la zona. Un dominio que se consolidó con la adquisición de las fincas más valiosas de la zona.

‘No hay como Dios’, ‘Gracias a Dios’, ‘Dios Da’, ‘La Esperanza’ o ‘El Descanso de Todos’ fueron sólo algunas de las haciendas que registraron las autoridades como propiedad del capo a través de testaferros. Un conglomerado en el que también apareció la finca ‘La Virgen del Cobre’, de José Antonio Ocampo Obando, un predio recordado porque allí Fredy Rendón Henao, alias El Alemán, realizaba las reuniones con la banda criminal Héroes de Castaño.

La operación económica de Don Mario también se diversificó. Por ejemplo, en ciudades como Pereira o Medellín estructuró negocios inmobiliarios, de ganadería y mineros, según registros oficiales manejados directamente por varios miembros de su familia. Hoy se estima que los activos del capo son cercanos a los US$100 millones, una cifra que contrasta con los cerca de 3.000 asesinatos de los que lo responsabiliza la Policía.

Detalles de la misión

Para lograr la captura y referenciar su emporio empresarial, la Dijín escogió a siete oficiales especializados en terrorismo, lavado de activos y bandas delincuenciales. Al detalle ejecutaron la tarea. Primero se infiltraron en la zona del Urabá sin llamar la atención. Allí se aprendieron los modismos, estudiaron y luego se hicieron pasar como empleados de empresas fachada. “Si los agarraban o despertaban sospechas, ellos podían mostrar sus respectivas identificaciones y salir del problema”, dijo a El Espectador uno de los jefes del grupo.

La operación se perfeccionó con un llamativo hecho: dos agentes hicieron vida marital y aunque apenas se conocían, vivieron como pareja durante varios meses. Un asunto para el que recibieron un riguroso entrenamiento. “Se tomaban de la mano, iban a los bailaderos de la región y hasta dormían en la misma cama”, recuerda un agente.

Entre tanto, otro grupo, esta vez mucho más numeroso, se entrenaba en operaciones de asalto. El Comando Jungla, el mismo que descubrió y atacó el campamento de Raúl Reyes, hacía una rutina de ejercicios en caso de que la captura de alias Don Mario se produjera en zona rural, como en efecto ocurrió.
Por su parte, los oficiales especializados en lavado de activos y en extinción de dominio, con base en datos suministrados por informantes y personas desplazadas por el ejército de Daniel Rendón, armaban el rompecabezas del imperio fabricado por este narcotraficante.

Los agentes camuflados también hacían lo suyo. Lograron conseguir empleos temporales en Necoclí y San Pedro de Urabá, que les daban la facilidad de entablar conversaciones con algunos habitantes que conocían a Don Mario o a sus hombres de confianza.

La estrategia rindió sus frutos y se enteraron de que Juan y Darío Usuga eran los responsables de manejar la estructura armada y financiera de la organización criminal. Supieron también que Juan jamás dormía en el mismo sitio y notaron que después de las siete comunicaba a sus hombres que dormirían en caseríos o en veredas. No obstante, su debilidad eran las mujeres y la parranda, por eso, varias de ellas entregaron información sobre él.

En cuanto a su hermano Darío, establecieron su rutina. Tampoco dormía en el mismo sitio, pero buscaba la selva para descansar. Sin embargo, recuerda un investigador que fue Darío quien dio la pista sobre las actividades financieras de Don Mario. “Una vez ubicamos a este personaje, entraron a operar los oficiales de lavado junto con la Fiscalía”, relató uno de los oficiales.

Por eso, detectaron propiedades de Daniel Rendón en varias regiones. “Este tipo dura un año más libre y era capaz de apropiarse de casi todo el país. Le contabilizamos 262 bienes y faltan más. La mayoría de estas propiedades están a nombre de sus hermanos y de familiares en segundo y tercer grado”.

Los agentes infiltrados en la zona, que instalaron un puesto de llamadas por minutos a través de celulares cerca del sitio en donde se reunían los hombres de Don Mario, fueron testigos del poder de intimidación que ejercía este personaje. “Daba plata a cambio de información, sus lugartenientes andaban armados en las calles y reclutaban a jóvenes a cambio de dinero. No era una tarea fácil”, dijo a El Espectador otro de los agentes que estuvieron en Urabá durante el operativo de captura.

Los contratiempos

La operación tuvo, sin embargo, algunos contratiempos, que sólo fueron resueltos con la captura del capo. “El tiempo ya jugaba en contra nuestra. La gente más cercana a Don Mario se dio cuenta de que agentes infiltrados estaban en la zona y a través de un mensaje de texto le avisaron. Le decían que los policías estaban alojados en hoteles y que era mejor actuar. Fue un momento muy tensionante, porque era muy difícil mover a la gente. Esto pasó el Jueves Santo, día en que lanzamos el operativo. Sólo el sábado logramos mover a algunos de los encubiertos. Todavía no hemos logrado sacar a los otros, que siguen fingiendo ser tecnólogos o trabajando en empleos varios, que es mejor mantener aún en secreto”.

Pero todos ellos respiraron con alivio el miércoles pasado, cuando un patrullero escuchó ruidos que provenían del interior de una choza de palma y que al abrirla descubrió a Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, reducido a un espacio de menos de un metro, tomando agua en totuma y comiendo arroz con la mano. De nada le sirvieron sus frentes de más de cien hombres cada uno, sus innumerables bienes, su cuantiosa fortuna y la intimidación que ejercía en siete departamentos.

Para ver el emporio de alias ‘Don Mario’