El Congreso del No

En la semana en la que cumple un año la aprobación por amplias mayorías en el Senado de la refrendación del Acuerdo de Paz renegociado luego de la victoria del No en el plebiscito, esa misma corporación le dio el golpe final al Fast Track a 24 horas de acabarse: hundió la reforma política y dejó moribunda a las circunscripciones de paz.

Las mayorías de las que en ese momento se jactaba el Gobierno para reglamentar el Acuerdo de Paz se diluyeron en menos de seis meses. El Gobierno se quedó solo con los 17 senadores liberales y 10 del Polo y los Verdes.

Los conservadores con 17 senadores; Cambio Radical con 9; la mitad de La U con otros 9 congresistas; y la disidencia de liberal de 2 senadoras giraron hacia la derecha en vísperas de las elecciones de 2018.

Así, en poco tiempo, se configuró un bloque de derecha en el Congreso que reflejó al país que votó en contra del Acuerdo de La Habana en octubre del año pasado.

La estrategia de la derecha

Luego de que el exvicepresidente y candidato Germán Vargas Lleras se salió de la coalición santista y comenzó su batalla por la derecha, otros partidos comenzaron a tomar la misma dirección.

Los conservadores, que tenían un grupo santista al interior de la bancada, arrancaron a hablar con Vargas y a buscar la alianza de Álvaro Uribe y Andrés Pastrana para 2018. Como contamos, su decisión es cotizarse dentro de los candidatos para subirse al bus ganador.

Ambas bancadas eran particularmente poderosas porque tenían las presidencias de Cámara y Senado, a través de Rodrigo Lara y Efraín ‘Fincho’ Cepeda, respectivamente, y en esos cargos fueron decisivos para el trámite de los proyectos que el Gobierno debía presentar para reglamentar el Acuerdo.

Y los cálculos del Gobierno, que en un principio decían que tanto Lara como Cepeda eran “aliados de la paz”, fallaron.

Así ocurrió anoche con la reforma política.

Chao reforma

Lara dilató por cinco meses la reforma política, porque decía que ésta beneficiaba solamente a la alianza de los Ni-Nís, que son los principales rivales de su candidato, Germán Vargas Lleras.

Ese mismo discurso, como revelamos, fue usado por el vargasllerista de La U, Mauricio Lizcano, para convencer a 40 congresistas del Senado hundir la reforma política, que ocurrió hoy.

La historia fue así. La reforma necesitaba la aprobación del Senado, y que la Cámara la anunciara para discutirla hoy en conciliación. Mientras en el Senado el ponente Roy Barreras (que el Gobierno sacó como as de último minuto para salvar el proyecto), arrancaba a explicar cómo iban a votar, en la Cámara Lara levantó la sesión.

Que la levantara significó inmediatamente que la reforma moría, porque no esperó que el Senado la aprobara.

“La única reforma que pueden aprobar en este momento y que no necesitan conciliar, es la que aprobamos acá hace un mes”, sentenció Lara.

Y esa reforma estaba llena de micos que, como contamos, beneficiaba a su candidato y a sus aliados, sobre todo, que permitía las listas de coaliciones al Congreso entre partidos grandes para beneficiar una posible alianza godovargasllerista y así pelear con maquinaria a Álvaro Uribe, teniendo en cuenta que la alianza entre liberales y La U para una coalición similar no estaba lista.

“Retire la reforma política Ministro, no me deje acá solo con una reforma que ustedes idearon y que ahora ustedes hunden”, gritó Roy en la Plenaria, quien después dijo que el Gobierno lo abandonó y que lo de Lara había sido “una estrategia de Vargas Lleras”.

El Senado hundió la reforma, a petición del ministro Rivera, con una votación de 68 votos contra 2. Paradójicamente, la votación más alta que ha logrado el Gobierno en todo el año.

Y un destino similar puede ocurrir hoy con las circunscripciones de paz, un punto clave en el Acuerdo.

Circunscripciones en vilo

Estas circunscripciones fueron acordadas en La Habana como una medida de reparación colectiva a los territorios históricamente afectados por el conflicto que nunca tuvieron representación política.

Sin embargo, el riesgo de perder poder de los caciques regionales en las 16 zonas donde las víctimas de la violencia o los líderes de movimientos y organizaciones locales podían ser elegidas para tener una curul durante ocho años en la Cámara, pudo más que las intenciones del Acuerdo.

A las circunscripciones le falta solo una votación en el Senado, que ocurrirá hoy, pero allá no la tiene fácil porque los conservadores (17 votos) se oponen. Dicen que en las 16 zonas hay presencia de bandas criminales y disidencias de Farc que influirían en la votación de los candidatos.

En el vargasllerismo también hay oposición, especialmente porque la mayoría de sus congresistas creen que era mejor que la ley ordenara que las víctimas designaran a dedo a las 16 personas que ocuparían las curules, “o si no salen congresistas con sus amigos víctimas, los meten allá y quedan con más fórmulas en Cámara”, nos dijo el vargasllerista Germán Varón.

Un cálculo político que ya venían discutiendo los representantes a la Cámara que votaron las circunscripciones, especialmente en las zonas del Norte del Cauca (la más grande del país) y la del Caquetá.

En la primera compiten liberales y La U por votos en la Cámara y en la segunda, los verdes y los conservadores.

Las consecuencias

La reforma política se había convertido en un árbol de navidad hecho a la medida de las grandes maquinarias y en una pálida sombra de lo que había propuesto la Misión Electoral para aprovechar el Acuerdo de Paz para modernizar la política.

El verdadero impacto de su hundimiento, tal como estaba, es que sepulta las intenciones de la coalición de Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Robledo para conformar una lista de coalición.

Además, que progresivamente otros movimientos como Compromiso de Fajardo, Progresistas de Petro o la Marcha Patriótica se pudieran convertir en partidos si demostraban un número de afiliados y militantes.

Por medio de la justicia, al Polo y a los Verdes les tiraron un salvavidas: según dijo el senador Robledo, una tutela a su favor ordenó a la Registraduría permitirles inscribir una lista de coalición a los dos partidos, ante la falta de reglamentación del artículo 262 de la Constitución que la permite.

Pero eso deja por fuera a Fajardo, que ya estaba armando listas con Compromiso por si la reforma pasaba y ahora -paradójicamente- le creará un nuevo incentivo para sellar la coalición con sus dos copartidarios y meter gente suya en esa lista de coalición, como ocurre en Antioquia, con el exsenador Iván Marulanda, quien iría en la lista Verde al Senado.

El inclumplimiento de las circunscripciones sería más grave, porque deja por fuera el compromiso de que las comunidades históricamente alejadas de la política electoral por cuenta del conflicto armado puedan participar activamente en la democracia y también fortalecer los movimientos sociales, campesinos, de víctimas y hasta de cocaleros que, como contamos, ya tenían sus esperanzas puestas en esas circunscripciones.

La Farc también tenía particular interés en este punto porque le abría un espacio a organizaciones afines y diferentes al Establecimiento de entrar al Congreso a tener una voz más cercana a la de ellos.

El ministro del Interior, Guillermo Rivera, nos dijo que confiaba en que esta norma sí pudiera salir, especialmente porque la Cámara ya la aprobó y eso podría generar presión en el Senado. Sin embargo, su capacidad política y gobernabilidad está disminuida como para alinear a las bancadas.

El presidente Juan Manuel Santos jugará hoy la última carta para salvar las circunscripciones, al reunirse con la bancada conservadora para buscar un acuerdo.

Dentro del Senado, tres congresistas de otros partidos nos dijeron que podría haber solución “si el Gobierno les entrega algo”, en referencia a más cuotas políticas, especialmente en el Sena y la Aerocivil, entidades que están en encargo en estos momentos.

“No nos movemos. Si cambiamos de posición, nos muelen”, nos dijo un senador conservador.

El Plan B

Según una alta fuente de Palacio hay tres posibles planes para evitar que el daño sea mayor: convocar a extras, declarar conmoción interior o dejar el proyecto para marzo.

Ninguna de las tres parece viable.

Convocar a extras no garantiza que los proyectos pasen, porque a menos de tres meses de las elecciones al Congreso los parlamentarios buscarán en las regiones su elección, una situación similar ocurriría si los proyectos se dejan para marzo.

Y para la conmoción interior, el Gobierno estudia pedir un concepto al Consejo de Estado, pero esta salida sería aún más impopular. “Un golpe de Estado”, nos dijo Lara.

El Fast Track acaba en las próximas horas y lo que arrancó siendo la promesa de un “Congreso de la Paz” como dijo Santos hace cuatro meses, terminó en el Congreso del No.

 

Fuente: http://lasillavacia.com/el-congreso-del-no-63711