El arte de la política y el arte de la milicia

Alberto Lleras es uno de los estadistas más ilustres de la historia de Colombia y de América. Periodista de pluma excelsa y líder político de inmensa respetabilidad, fue elegido presidente de los colombianos el 4 de mayo de 1958, en un país convaleciente por la violencia del medio siglo. Ante la indisciplina de un comandante militar contra el gobierno en funciones, Lleras, como presidente electo, pronunció un celebérrimo discurso en el Teatro Patria, el 9 de julio del mismo año, ante un auditorio exclusivo de militares. Ese discurso es uno de los ejes que nutren la vocación civil de la República y que garantizan la vigencia del Estado de Derecho. La primera lección que se desprende del discurso de Lleras es que la indisciplina de un militar en contra de un gobierno es tan grave como la indisciplina a favor del gobierno.

Afirmó Lleras que no son las Fuerzas Armadas las que deben decir cómo se gobierna un país ni cómo deben actuar sus dirigentes: son los ciudadanos. Estos sí pueden decir cómo deben ser ellas y cómo han de actuar sus comandantes, precisamente, porque las fuerzas armadas son de los ciudadanos: “Las Fuerzas Armadas han sido creadas por el conjunto de la nación. El pueblo como masa global les ha dado las armas, les otorga fuero, les tributa los soldados. Mantenerlas alejadas de la deliberación no es un capricho de la Constitución, sino una necesidad de su función”. Lleras le dio al país una magistral lección ética, jurídica, doctrinaria: “La política es el arte de la controversia, la milicia el de la disciplina”.

El país de Lleras aprendió a respetar la Constitución y a cumplir sus dictados. Los presidentes Valencia, Lleras Restrepo y López Michelsen separaron del servicio a los generales Ruiz Novoa, Pinzón Caicedo y Valencia Tovar por razones similares. Hubo controversia entre los ciudadanos, pero disciplina entre los militares. Hoy los populismos contaminaron al gobierno y a la oposición, a gobiernistas y a opositores, incluso a la cúpula del Ejército. Esa es una grave amenaza para el Estado de derecho porque lo pervierte desde adentro. Minimizar el caso Zapateiro es desconocer que a los miembros de la fuerza pública les está prohibido respaldar y debatir pronunciamiento alguno de terceros, porque no son deliberantes. Ni siquiera pueden votar. Menos controvertir, ni opinar por fuera del ámbito específico de sus temas profesionales. Así de claro. Lo prescribe la Constitución.

La lección de Lleras para el país de su tiempo es válida para el país de hoy y para el país de siempre, si es que el país desea preservar su Estado de derecho. Politizar la fuerza pública es fácil y muy peligroso, pero despolitizarla es arduo y muy difícil. Basta con mirar a Venezuela. Bien lo dijo Lleras en su discurso: Cuando las Fuerzas Armadas ingresan a la política la dañan. “La dañan simplemente porque nadie las invita a entrar a la política sino con el ánimo de que echen bala por su cuenta”. Después de la dictadura de Rojas fue preciso emplear a fondo toda una estrategia, toda una pedagogía, toda la fuerza moral y política de los expresidentes y/o líderes más prestigiosos del momento —los Lleras y Echandía, Laureano Gómez y Ospina Pérez — sin olvidar por supuesto, el respaldo popular del plebiscito de 1957, con el cual se recuperaron las formas democráticas. El general Zapateiro y el presidente Duque están jugando con fuego en medio de elementos inflamables: juegan con el prestigio de la fuerza pública y juegan con la vigencia del Estado de Derecho. Ojalá lean el discurso de Alberto Lleras en el Teatro Patria y, sobre todo, lean y acaten la Constitución.

Por: Augusto Trujillo Muñoz

Fuente: El arte de la política y el arte de la milicia | EL ESPECTADOR