Dos concepciones de gobierno

Las y los jóvenes españoles están de protesta en las plazas de Madrid, Barcelona y Valencia.


Quieren democracia real, ya. Descreen de los políticos y de los empresarios. Consideran que la manera como éstos han conducido al país les condena a la exclusión y a la desesperanza. No les falta razón. Gobiernos adictos a la concentración de capital y dedicados a mantener su poder burocrático desprecian el valor de la vida humana, de la cultura y de la naturaleza. Sacrifican el valor de la solidaridad por la lógica del mercado. Las fuerzas renovadoras de la juventud se expresan públicamente. Ojalá su llamado no se apague pronto. Si perseveran y se organizan, fijan metas claras y construyen una alternativa real de gobierno, es posible que propicien cambios de gran envergadura. El problema es de imaginación. Recordemos cómo la revolución estudiantil del 68, pese a sus excesos y derroche de energías, destapó al autoritarismo y al militarismo como formas arcaicas de gobierno.

Las redes de información propician el avance de la democracia real. La repercusión de las revueltas en el norte de África se extiende ahora a Europa. Las juventudes sin oportunidades se resisten a una vida de desempleo o ingreso precario. Exigen una ciudadanía social, no meramente la posibilidad de ejercer el derecho al voto. A la miopía del neoliberalismo, practicado por igual entre conservadores y socialistas, oponen la protesta. Reivindican su lugar bajo el sol. Exigen su cuota de participación en la riqueza nacional. Algo por cierto difícil en un mundo que camina hacia la apropiación privada de los recursos naturales y la destrucción de los presupuestos mismos de la vida humana.

Por fortuna existen voces optimistas. Una es la del Premio Nobel de economía Amartya Sen. En su libro La idea de la justicia nos recomienda luchar contra las injusticias a nuestro alrededor en lugar de ocuparnos en buscar la perfección. Al enfoque trascendental que diseña instituciones ideales opone un enfoque que se ocupa de las sociedades reales. Sus orientaciones sirven al propósito de realizar la democracia en el presente sin esperar a construirla en el futuro. Importante consejo para la juventud colombiana, manipulada por el discurso oficial que juega al reformismo institucional mientras se hunde en sus escándalos de corrupción. Recordemos que el gobierno Santos es la continuación del gobierno Uribe, que propició los fenómenos de desfalco a la salud; de los asesinatos y chuzadas coordinadas desde el DAS; de los falsos positivos; del asalto a los subsidios agrícolas en el AIS y la repartija de bienes entre políticos corruptos por el CNE. Los congresistas estrella y altos funcionarios del uribismo hacen cola para ingresar a la picota, mientras se destapan uno a uno los escándalos que salpican a los actuales ministros del régimen, financiados por los “intrínsecamente” corruptos.

Los colombianos se merecen una forma diferente de gobierno. Por ejemplo, una sensible a la destrucción del bosque húmedo tropical del Pacífico que ha denunciado esta semana Alfredo Molano en El Espectador. Una juventud que se movilice contra estas injusticias reales y concretas. Impidamos que el caso de Bahía Solano se convierta en un segundo Santurbán. Necesitamos jóvenes que no se dejen distraer por debates semánticos sobre el conflicto armado o sobre una reforma política ideal, de hecho favorable a políticos cercanos a los pudientes empresarios de la salud. Las futuras generaciones de colombianos se merecen otra suerte. Con inteligencia y perseverancia, podrán movilizar a la mayoría de la población abstencionista, escéptica y cansada de gobiernos ilustres sólo en apariencia.