“Del Río mantenía informado a Uribe”: Ex coronel Velásquez

Este exoficial asegura que otros militares deben responder por la omisión en los crímenes de los paramilitares en Urabá. Dijo que el entonces gobernador Uribe sabía todo lo que hacía Rito Alejo del Río.

El ex coronel Carlos Alfonso Velásquez Romero no era un oficial de inteligencia cualquiera. Antes de llegar a la subregión del Urabá antioqueño había integrado el Bloque de Búsqueda en Cali y fue uno de los primeros en encontrar las pruebas de los aportes de narcotraficantes del Valle del Cauca a la campaña del entonces candidato a la Presidencia de la República, Ernesto Samper Pizano. Así que su experiencia, capacidad de trabajo y credibilidad no estaban en duda.

A la Brigada XVII del Ejército, con sede en el municipio de Carepa, Urabá antioqueño, y con jurisdicción en buena parte del norte del Chocó, llegó el entonces coronel Velásquez Romero. Corría el mes de junio de 1995. Su cargo: Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor. Para ese año el comandante de la guarnición militar era el general Víctor Álvarez Vargas.

Seis meses después, Álvarez Vargas sería trasladado y reemplazado por el también general Rito Alejo del Río, el oficial condenado a 25 años de prisión por su responsabilidad en el homicidio del campesino Marino López Mena, perpetrado por paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) el 27 de febrero de 1997.

Con la llegada de Del Río a esa unidad militar, comenzó a tejerse una historia siniestra en la relación de sectores del Ejército con las Accu que ensangrentaría al Urabá antioqueño y chocoano. Del comienzo de esas nefastas relaciones, el coronel Velásquez Romero fue el primero en alertar a los altos mandos, dirigidos por el general Harold Bedoya Pizarro, comandante del Ejército. Sus denuncias no tuvieron eco y, contrario a toda lógica, fue retirado de las Fuerzas Militares.

VerdadAbierta.com habló con el ex coronel Velásquez Romero quien contó lo que vivió en Urabá, el motivo de sus denuncias y los detalles que en esa época fueron negados, pero que a través de la condena al exgeneral del Río quedan plenamente corroborados.

VerdadAbierta.com: Cuando usted llegó a Urabá, las Accu habían comenzado su proyecto de expansión. Desde su nuevo cargo, ¿cómo se observaba ese fenómeno?
Coronel Carlos Velásquez: Cuando llegué una de las primeras cosas que empecé a detectar fue que los paramilitares de Castaño habían decidido estar en el Eje Bananero, que es el área más poblada de Urabá, y sacar a todos los que ellos consideraran de las Farc y sus auxiliadores. El propósito era quedarse para controlar. Antes de eso, generalmente llegaban a ese sector, incursionaban, hacían alguna bellaquería, y se regresaban al norte de Urabá y a Córdoba. A partir de junio de 1995 detecté que llegaron con la decisión de quedarse ahí a sangre y fuego.

VA: Ese propósito le implicaba a las Accu logar algunos acuerdos con el Ejército y la Policía. ¿Percibió algo al respecto?
CV: Con el tiempo me di cuenta que eso fue así. Estaba recién llegado cuando ocurrió la primera masacre que hubo en Chigorodó, conocida como El Aracatazo, y me había tocado ser comandante encargado porque el general Álvarez Vargas había viajado. Al día siguiente de esa masacre, me llamó un excompañero de curso, un mayor retirado de apellido Visbal, que había sido Segundo Comandante de Del Río en un batallón del Magdalena Medio. Me dijo, inicialmente, que lamentaba lo de la masacre de Chigorodó, que yo no acababa de salir de un problema, haciendo referencia al Bloque de Búsqueda de Cali, para meterme en otro, pero que él estaba dispuesto a ayudarme y que si lo autorizaba a darle el número celular a un informante clave que me ayudaría a dilucidar lo de la masacre. Yo lo autoricé.

Como a la media hora me llama alguien, identificándose con algún número que no recuerdo, y me dijo: “nosotros somos los que trabajamos en equipo con ustedes, en oportunidades nos llamamos ‘primos’”. Yo le respondí: “conmigo no tienen nada que hacer, no vuelva a llamar, hasta luego y punto”. Entonces yo ya vi que el asunto era de búsqueda de los paramilitares de hacer alianzas con el Ejército, pero también empecé a presentir que dentro de las tropas había personas que ya estaban cooptadas por ellos.

VA: ¿Pero serían de menor rango esos hombres?
CV: Los tipos trataron de irse directamente conmigo que era en ese momento el Comandante de la Brigada encargado, pero supongo que entre hombres de menor rango habrían hecho ese tipo de llamadas antes.

VA: ¿Cómo sentía a los empresarios bananeros y ganaderos en aquellos años?
CV: Yo los presentía a ellos muy del lado de los paramilitares. Con lo que decían y pedían yo intuía su posición y me distancié. Mis relaciones eran más con la gente de las alcaldías, concejos y comerciantes medianos.

Llegada de Del Río a Urabá
VA: Usted no aceptó esas llamadas, que presume eran para lograr acuerdos,  y llegó Rito Alejo Del Río como Comandante de la Brigada. ¿Qué cambios se dieron?
CV: Con el general Álvarez Vargas habíamos implementado una estrategia que consistía en volcar el mayor esfuerzo de las tropas sobre las áreas pobladas del Eje Bananero y se concentraran en hacer anillos de seguridad disuasivos y móviles; lo fundamental era evitar que hubiera masacres, vinieran de donde vinieran, no importaba si eran de guerrillas o paramilitares. La orden fue proteger a las poblaciones y actuar como si fuéramos policías, porque  en esa época la policía era insuficiente.  Y empezó a funcionar esa estrategia bastante bien, disminuyeron las masacres y los homicidios.

En diciembre de 1995 llega Del Río y a mí me dice el mando militar que siguiera de Segundo Comandante para ayudarlo con la estrategia que se venía implementando y darle continuidad. Pero lo primero que hizo fue cambiar esa estrategia y mandar la tropa a buscar guerrilla en el monte. Yo le decía que estábamos dejando las poblaciones desprotegidas y él me respondía que eso era problema de la policía.

VA: ¿Las estrategias de los paramilitares en el Eje Bananero también cambiaron?
CV: Parecía que los paramilitares quisieron no llamar la atención como en 1995 con las grandes masacres de ese año. A partir de la llegada de Del Río detecté que los homicidios aumentaron, pero con una peculiaridad: eran uno y dos todos los días, para no llamar la atención, pero mataban más gente.

VA: ¿Al respecto, qué reflexiones se hacían en las reuniones de comandancia?
CV: En reuniones de Estado Mayor le preguntaba al General, por ejemplo: “¿Qué debe hacer un comandante de batallón en el hipotético caso de que reciba una información que en tal parte hay guerrilla y en otra paramilitares, pero sus tropas son insuficientes?” Del Río respondía que había que atacar a la guerrilla y que si en el camino estaban los paramilitares les dieran también. Yo esperaba que dijera que debería pedir refuerzo para atacar los dos objetivos.

Con el paso del tiempo y con las confesiones en Justicia y Paz, me di cuenta que lo que hacía Del Río era informarles a los paramilitares dónde había y dónde no había tropa, para que ellos actuaran. Eventualmente, ellos le decían que quitara las tropas de tal parte y Del Río disimulaba cualquier cosa y las quitaba. O sea, que podía cumplirse lo que él le había dicho a la gente en reuniones del Estado Mayor: se opera contra las guerrillas y si por el camino se encuentran los paramilitares también les dan, sabiendo que no se los iban a encontrar.

Informe cuestionado
VA: ¿Cómo surge el informe que usted le presenta al entonces Comandante del Ejército, General Harold Bedoya Pizarro, y que fue entregado el 31 de mayo de 1996?
CV: El informe lo paso a raíz de una inspección que hizo a la brigada el general Manuel José Bonnet Locarno, quien para esa época era el Inspector General para las Fuerzas Militares. Yo le dije verbalmente lo que estaba pasando  y me preguntó que si tenía pruebas, yo le respondí que tanto como pruebas no, porque esa no es una función del Segundo Comandante de una brigada, pero sí muchos indicios y documentos que podían sustentarlos, para que alguien con autoridad sobre el general Del Río investigara. Me dijo que pusiera todo por escrito y lo llevara a Bogotá. Eso fue a mediados de mayo de 1996.

VA: ¿Qué pasa después de que el Comando del Ejército conoce su informe?
CV: Yo llevo el informe a Bogotá, me quedo trabajando ahí, y comienza la investigación. Se desarrolla en el segundo semestre de 1996 y la condujo el Inspector General del Ejército, general Norberto Adrada, por delegación de Bedoya. Pero eso no fue una investigación. Desde el momento en que me llamaron a ratificar el informe me sentía en indagatoria. Esa investigación interna concluyó que yo era desleal, mentiroso y recomendaba llamarme a calificar servicios, como en efecto sucedió. Salgo entonces del Ejército el 1 de enero de 1997.

VA: ¿Instauró demanda contra el Estado por esa llamada a calificar servicios?
CV: Sí, una demanda de tipo administrativo para eliminar el acto administrativo con el cual me dieron de baja. Francamente no le puse mayor interés a esa demanda, se la entregué a los abogados, ellos manejaron el asunto. En primera instancia fue aprobada por el Tribunal de Cundinamarca, pero en la segunda instancia, ante el Consejo de Estado, algo pasó. A mí me explicaron que el mensajero no vio una cartelera que decía que en tal fecha se debía presentar algún documento, y no se pudo seguir la segunda instancia. Ahí murió la demanda. Yo sospeché que Del Río se enteró e hizo algo por allá, pero eso ya es letra muerta.

VA: ¿Cuál fue el impacto de su destitución?
CV: Me dije que eso no podía seguir así y decido hacer pública la historia en los medios de comunicación. Eso empezó a salir como el 7 u 8 de enero de 1997 en Semana, revista Alternativa, El Colombiano y noticieros de televisión. Recuerdo que Juan Manuel Santos ayudó a que ese tema saliera en primera página en El Tiempo. Uno de los mensajes más bien logrados, periodísticamente hablando, fue uno de los resaltos en un artículo que publicó Semana que decía: “el coronel no hace la denuncia porque lo echaron sino que lo echaron por denunciar”. Eso fue noticia como por quince días. Era la primera vez en la historia que un coronel se veía en esa situación y hacía ese tipo de denuncia. La noticia no era cualquier noticia.

VA: ¿Sabe que pasó con su informe? ¿Dónde puede estar ahora?
CV: El informe que yo presenté al Ejército se perdió. Como figuraba en todas partes, un juzgado lo pidió al Comando del Ejército, y el Ejército respondió que  no lo encontraba por ningún lado. No se me haría raro que un tipo como Bedoya lo hiciera perder cuando se dio cuenta que la cosa era en serio.

De homenajes y responsabilidades
VA: En diciembre de 1997 el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, le hace un homenaje al general Rito Alejo Del Río y lo condecora. ¿Usted cree que él no sabía nada sobre el oficial en ese momento?
CV: El Gobernador tuvo que haberse enterado, por lo menos cuando lo hice público en enero de 1997. Y no hizo nada, hasta donde sé. Un gobernador no es mando de Brigada, pero perfectamente puede llamar al Comandante del Ejército, al Presidente de la República o al Ministro de Defensa y solicitar, ante la gravedad de la denuncia, por lo menos el traslado del oficial. Es lo mínimo que un gobernador debería haber hecho. Pero no pasó nada. Uribe ha sido tan obsesivo con la guerrilla que se le nubla la mirada y no ve las cosas claramente.

VA: ¿Había mucha interlocución entre la Gobernación de Antioquia, en materia de seguridad, con la Brigada XVII del Ejército, cuando estaba al frente Álvaro Uribe Vélez?
CV: Claro. Uribe realizaba una reunión en la Gobernación, no me acuerdo si era cada quince días o cada mes, con todos los estamentos de seguridad, y el Comandante de la Brigada de Urabá viajaba allá la víspera para estar a las 7 de la mañana en esa reunión. Del Río mantenía informado a Uribe de todas las cosas.

VA: En 1999 vuelve y se le hace un homenaje, esta vez nacional, al general Del Río. ¿Usted qué pensaba al respecto?
CV: Yo traté de hablar con quien tenía más o menos cercanía en ese momento, que era Fernando Londoño Hoyos, para decirle que cómo se les ocurría eso, que eso era seguir deslegitimando al Ejército con ese tipo de homenajes. Eso fue lo único que pude hacer.

VA: Quien también ha elogiado públicamente al ex general Del Río es el también ex general Harold Bedoya. ¿Usted por qué cree que este alto oficial actuaba de esa manera?
CV: Yo creo que el general Bedoya ha sido tan obsesionado contra la guerrilla que cree que el paramilitarismo es algo que se justifica contra ella.

VA: ¿Usted cree que con lo ocurrido en Urabá, durante la comandancia de Del Río en la Brigada XVII, tienen algún tipo de responsabilidad algunos ex generales de la República que hoy gozan de buen retiro?
CV: Es una responsabilidad por lo menos de omisión. Yo a Harold Bedoya le entregué el informe completo, él sabía quién era yo, cuál era mi carrera militar y conocía lo del proceso 8.000. Al final, cuando me notificó el resultado de la investigación, me dijo: “hombre Velásquez, es que cuando uno pasa un informe de estos debes tener pruebas contundentes”. Le dije: “mi general, me da mucha pena, pero un Segundo Comandante no debe estar buscando pruebas contundentes. Por eso pasé el informe, para que ustedes investigaran, porque tenían autoridad sobre Del Río. Les di suficientes elementos de juicio, entonces no venga a decir que faltaron pruebas contundentes”. También le dije: “me preocupa la legitimidad del Ejército y eso es responsabilidad suya”. Eso fue lo último que hablé con él.

Yo decía que lo mínimo que había que hacer era trasladar a Del Río de Urabá. Paradójicamente esa Brigada siempre había sido muy dura y los comandantes duraban, máximo, un año. Y Del Río se quedó dos años. Además, la Operación Génesis se hizo en enero de 1997; o sea, a sabiendas de que había problemas con Del Río. Es ahí la responsabilidad histórica de un Comandante del Ejército y de un Gobernador.

VA: ¿Hoy, tantos años después de su informe y frente a la condena que le impuso un juez al ex general Del Río por el asesinato de un campesino, qué piensa?
CV: Que la justicia cojea pero llega. Pero ahí falta todavía. El proceso inicial contra Del Río era por conspiración para delinquir con los paramilitares, y tengo entendido que mis declaraciones públicas en los medios sirvieron para que la Fiscalía me llamara a declarar. Después, se abrío un proceso en su contra y lo llevó a la cárcel, pero salió por un habeas corpus.

Ese proceso fue precluido en el 2001 y quien lo manejó fue el fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia, Guillermo Mendoza Diago. Lo precluyeron, es decir, no es ni culpable ni inocente, porque no hubo más pruebas para continuarlo. Después, cuando en Justicia y Paz comenzaron a nombrar nuevamente a Del Río, la Corte Suprema de Justicia ordenó reactivar ese proceso. No sé en qué estará, pero ese proceso sigue caminando.

VA: De haber frenado al general Del Río, tal como usted lo sugirió, ¿qué hubiera pasado en Urabá y en el país frente al fenómeno paramilitar?
CV: Urabá hubiese sido un laboratorio interesante para lograr la pacificación del país. Con Del Río, se volvió un laboratorio, pero al contrario. Un laboratorio en el que se dijo: el paramilitarismo sí da resultados. Si se mira cronológicamente, después de esos años (1995 y 1996), el paramilitarismo empieza a reproducirse en Mapiripán, Putumayo, Cundinamarca. Se mete a todas partes. Donde se frene desde Urabá, otra hubiera sido la historia del país frente al paramilitarismo.

VA: Después de todo lo que le ha ocurrido, ¿no se arrepiente de lo que hizo?

CV: No, señor.

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