Del dolor a la exigencia

Resistencia frente a los hechos traumáticos del Palacio de Justicia, un camino de supervivencia en un contexto de guerra.


La Mesa de Acción Psicosocial [1] conformada por varias organizaciones sociales que acompañan a personas y comunidades víctimas de la violencia sociopolítica, continúa [2] reflexionando sobre la invisibilización de algunas víctimas del conflicto armado en Colombia, los impactos psicosociales que ésta tiene en ellas, así como en la sociedad en su conjunto.

IMPUNIDAD, la oscuridad perpetua

Dada la proximidad de una de las sentencias más importantes para el país en los últimos tiempos [3], nos pronunciamos frente a las implicaciones psicosociales de la desaparición forzada de las personas del Palacio de Justicia, entre trabajadores de la cafetería y visitantes quienes estaban allí el día 6 de noviembre de 1985 cuando una columna de 35 guerrilleros del Movimiento 19 de Abril –M-19- realizó la toma armada del Palacio, pretendiendo realizar un juicio político al entonces Presidente de la República, Belisario Betancourt, ante el fracaso del proceso de negociación que se desarrollaba en esa época. Seguidamente el Ejército y la Policía hicieron la contra toma entre el 6 y el 7 de noviembre, en la que el país entero, a través de la televisión y la radio, vio, escuchó, sintió y se horrorizó con lo que sucedía: 43 civiles y 33 guerrilleros muertos a manos del Estado, 11 miembros de las Fuerzas Armadas y del DAS muertos por la guerrilla del M-19, 11 civiles desaparecidos, una militante del M-19 desaparecida, y dos estudiantes torturados por las fuerzas estatales[4].

¿Qué significa invisibilizar a los desaparecidos y desaparecidas de la cafetería del Palacio de Justicia? Pese a las escalofriantes cifras de muerte y desaparición forzada que este hecho significo, así como la magnitud de la destrucción de un lugar que simbólicamente representaba la justicia en el país, hoy 24 años después y pese a la existencia de una Comisión de la Verdad, la impunidad ha imperado a través de la distorsión de la memoria histórica sobre los hechos, y a través de la ausencia de verdad y justicia frente a este crimen, configurándose así la impunidad como una estrategia de guerra para el mantenimiento del poder, en donde los efectos planeados son devastadores para la sociedad.

El holocausto del Palacio de Justicia trasciende los impactos psicosociales de los familiares

Después de 24 años aún se reconstruye la historia de quienes no terminan nunca de partir, los desaparecidos y desaparecidas del Palacio de Justicia, no dejan de ocupar un lugar en la memoria. Desde hace 24 años las familias de estas doce personas con sus nuevas generaciones, tratan de dar una identidad a quien fuera hermano o hermana, hijo o hija, padre o madre, sobrino o sobrina, intentan no dejar escapar lo que a veces empieza a hacerse borroso o empiezan a arañar los rasgos profundos de esa persona, de su personalidad, de su sentimiento, de su pensamiento, de su actuar.

Para hacer un abordaje de los efectos psicosociales no basta con tener en cuenta los hechos concretos del crimen (toma y retoma armada, incendio, torturas, muertes, desaparición forzada), los cuales ya generan en los familiares de las personas desaparecidas un daño ocasionado por lo imprevisible, lo repentino e inesperado de los hechos, especialmente por ser sus familiares personas que nunca habían sido amenazadas y no desempeñaban una labor que les implicara “riesgo” a sus vidas. Este evento afecta fuertemente las creencias o los presupuestos más universales de un ser humano como la creencia de vivir en un mundo que tiene un orden o en la bondad de los seres humanos.

El país recuerda las peticiones del Magistrado de la Corte Suprema de Justicia cuando gritaba: “por favor que nos ayuden, que cese el fuego”; se afecta entonces la creencia en que es el Estado quien debe proteger a sus ciudadanos, pero ¿a quien podrían acudir las familias si fue ese mismo Estado quien las agredió y sigue agrediendo durante el tiempo transcurrido?.
“¿Qué imagen puede usted tener de Colombia después de que comprueba que las versiones anónimas que le cuentan que su hermana una vez sacada del Palacio fue torturada durante cuatro días en varias dependencias militares, quizás violada, asesinada y su cuerpo metido en ácido sulfúrico y cal para ser descompuesto?”. [5]

Es necesario hacer una mirada global y compleja de lo que ha implicado 24 años de preguntas, de dudas, de incertidumbre, de ires y venires donde no se encuentran respuestas, lo cual genera sentimientos contradictorios y ambivalentes, como frustración, impotencia, rabia, culpa, entre otros, convirtiéndose esta situación en una tortura psicológica, la cual ha sido reconocida por Naciones Unidas y la Comisión y Corte Interamericana de los derechos Humanos.

“¿Qué sentimiento de ira se puede generar en su alma cuando usted observa que su papá muere dieciséis años después de esa desaparición, tratando de buscar el rostro de su hija entre las locas que deambulan por el centro de Bogotá? ¿Y peor aún que muere sin saber qué suerte corrió ella?” [6]

Martín Baró plantea en su libro Psicología social de la guerra: Trauma y terapia, que la guerra no tiene un efecto uniforme en la población, por lo cual el análisis debe hacerse basado en algunas coordenadas, dentro de las que menciona la temporalidad: “debemos distinguir entre los efectos inmediatos y otros que se pueden esperar a mediano y largo plazo. Por supuesto en la medida en que la guerra se prolongue los efectos serán más profundos” [7], en este sentido, 24 años de prolongación de la ausencia de reconocimiento de la verdad y de la falta de justicia, sumado a la permanencia de la guerra en el país donde se repiten las mismas pautas de impunidad año tras año desemboca en efectos para la sociedad donde han sido alterados y transformados los valores sociales, y la identidad de un país, donde para sobrevivir hay que adaptarse al miedo y al terror, así como a los modelos de dominación.

“¿Qué concepto de justicia puede construir usted para su vida, si una mañana cualquiera sentado a la hora del desayuno con su hermana, se despide de ella con un beso en la mejilla, va a trabajar en la Corte Suprema de Justicia y se encuentra con que pasadas unas horas ella se encuentra en un holocausto de dos días, usted la ve salir viva en custodia de agentes del Estado y 24 años después no sabe nada de la suerte que ella corrió?” [8].

La psicología habla de la revictimización la cual en algunos casos puede tener un impacto aún mayor en las personas que el mismo hecho. Parte de esa revictimización es el trato, muchas veces, irrespetuoso de las entidades estatales que deben enfrentar las familias en su búsqueda; es la ausencia de respuestas efectivas; es la indiferencia o incluso el señalamiento de las víctimas como responsables cuando se escuchan los comentarios del “por algo será”, negando la responsabilidad del Estado en los hechos. Los impactos en las personas revictimizadas tienden a mantenerse, e incluso frecuentemente a incrementarse, con un factor agravante: la impunidad. [9]

“¿Qué concepto de Nación y de amor patrio puede experimentarse por un país, cuando durante más de dos décadas la rama jurisdiccional de ese territorio, en cabeza de ocho jueces, hace todo excepto investigar el delito de lesa humanidad que ocurrió sobre su hermana, que no culpa a nadie? ¿Pasa todo en absoluta impunidad y ninguna autoridad asume seriamente una investigación?” [10]

¿Qué sensación de indignación se siente ante la negación de que haya desaparecidos del Palacio de Justicia, cuando toda su vida familiar se echó al piso, los sueños se disolvieron de un segundo al otro? Cuando uno de los responsables, el Coronel Plazas Vegas evoca razones de afecciones psíquicas para no ser trasladado a una cárcel común.

Ante el silencio y la invisibilización, continúa la búsqueda.

A pesar de la intención de invisibilizar los hechos y ante la injusticia cometida con las personas desaparecidas el silencio no es posible, pues la justicia para sus familiares y las generaciones venideras es un derecho. Ha sido la memoria familiar con los trazos de organización, con los rituales que se recrea una identidad para que habiten el presente, un presente que no los envejece ni permite dejarlos en el pasado, una identidad que no les permite ser víctimas inmóviles. Ellas y ellos son presente, día tras día, son motivación contra la impunidad social, la impunidad política y la impunidad jurídica. Son motivación permanente contra el olvido.

El pasado para estas familias no es un pasado estático, la desaparición de sus familiares ha dejado huellas a la vez que ha agenciado motivaciones de diverso tipo en su cotidianidad. Hay un antes, y un después de los hechos del Palacio de Justicia, al menos para las familias. El después se ha caracterizado para ellos por la búsqueda permanente de sus seres queridos. ¿Dónde están? ¿Qué hicieron con ellos? ¿Por qué? Esas preguntas las hicieron todos los familiares cuando tomaron el valor de hablar y exigir públicamente el pasado 6 de noviembre en la Plaza Bolívar lo que su corazón les mandaba expresar. ¿DÓNDE ESTÁN?

Cada familia, cada persona ha vivido esos 24 años de manera diferente, han pasado por momentos de desesperación, de llanto, de silencio porque no hay palabras para describir el dolor de sacrificar su trabajo por buscar. Han pasado por el miedo, el terror generado por teléfono cuando los amenazaron y señalaron de ser del M – 19 al responsabilizar al ejército y al Estado de las desapariciones; han pasado también por sentimientos de culpa, por no haber encontrado, por no haber buscado más ó por no haber conseguido justicia.

El pasado ha tenido que ser re-escrito, re-interpretado y re-significado para poder explicar y decirle a otros que lo que sucedió aún duele, que no hay olvido y que la sociedad que vio, escuchó y sintió esta en deuda de reconocer los hechos y acompañar a las familias en la búsqueda de sus seres queridos, de la justicia.
Han pasado tres generaciones desde la ocurrencia de los hechos y están ahí sin olvidar, todavía con historias no dichas ni reconocidas social ni jurídicamente, están más allá de los estrechos márgenes del pensamiento científico, su cuerpo histórico habita espacios cotidianos y sociales, su cuerpo físico reclama estar.

Durante estos 24 años de resistencia al olvido, junto a los familiares de los desaparecidos y desaparecidas, han caminado organizaciones defensoras de derechos humanos como la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, quienes han acompañado no solo desde el ámbito jurídico al buscar verdad y justicia, sino desde la apuesta por la memoria, como forma de resistencia ante tanto dolor y atropello, como un ejercicio que brinda tributo a quienes ya no están, como mecanismo para elaborar las pérdidas y como acción de transformación de una sociedad que ha sido también lesionada y fragmentada.

Los avances que se han tenido en términos de visibilización y de camino a la justicia han sido el resultado de la resistencia e insistencia de los familiares de los desaparecidos y las desaparecidas. Una sentencia con la adjudicación de responsabilidad frente a la desaparición forzada es simplemente parte del proceso de justicia, no es la justicia en sí misma, hasta que no haya una verdadera voluntad política de búsqueda de verdad y de justicia y hasta que no aparezcan los desaparecidos y las desaparecidas, el camino continúa siendo largo y mantendrá la imposibilidad de elaboración de duelos individuales, familiares y de la sociedad.

Ellas y ellos reclaman el reconocimiento de su historia, para esto la verdad debe ser pública, las mentiras acalladas y los responsables deben ser conocidos. El aparato de justicia entonces debe operar para esclarecer, para sancionar, para dignificar. Derecho a la memoria, derecho a la verdad, derecho a la justicia, derecho a la reparación integral y derecho a la no repetición.


1. De la mesa Psicosocial hacen parte la Comisión Intereclesialde Justicia y Paz, la Corporación AVRE, la Corporación Vínculos, Terre des Hommes – Italia, el Programa de Iniciativas Universitarias para la Paz y la Convivencia- PIUPC y como observador Brigadas Internacionales de Paz – PBI.

2. Ver en http://www.corporacionavre.org/?q=node/111

3. Al Coronel (r) Alfonso Plazas Vega, se le adelanta un proceso penal por la desaparición forzada y el secuestro de 11 trabajadores y visitantes de la cafetería del Palacio de Justicia y una insurgente del M-19, ver en https://www.justiciaypazcolombia.com/ACCION-URGENTE-GOBIERNO-A-TRAVES

4. Sin Olvido 104 — Desaparecidos del Palacio de Justicia, Bogotá 6 y 7 de noviembre de 1985. (Testimonio de los familiares de los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia). Bogotá, D.C. 18 de noviembre de 2006. Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, disponible en http://colombia.indymedia.org/news/2007/11/74731.php

5. Testimonios de los familiares de los desaparecidos y desaparecidas del Palacio de Justicia, DeVer 315 Comisión Intereclesial de Justicia y Paz – 20 años Palacio de Justicia, ver en http://www.colectivodeabogados.org/INFORME-DEL-PALACIO-DE-JUSTICIA-NI

6. Idem

7. Martín Baró

8. Testimonios de los familiares de los desaparecidos y desaparecidas del Palacio de Justicia, DeVer 315 Comisión Intereclesial de Justicia y Paz – 20 años Palacio de Justicia, ver en http://www.colectivodeabogados.org/INFORME-DEL-PALACIO-DE-JUSTICIA-NI

9. Recomendaciones de una política publica con enfoque psicosocial en contra de la Desaparición Forzada; Mesa Interinstitucional de Asistencia Psicosocial a victimas de desaparición forzada; Bogotá 2009; Pág. 15, ver en https://www.justiciaypazcolombia.com/IMG/pdf/recomendaciones_politica_publica_con_enfoque_psicosocial_contra_desaparicion_forzada.pdf

10. Testimonios de los familiares de los desaparecidos y desaparecidas del Palacio de Justicia, DeVer 315 Comisión Intereclesial de Justicia y Paz – 20 años Palacio de Justicia, ver en http://www.colectivodeabogados.org/INFORME-DEL-PALACIO-DE-JUSTICIA-NI