Cuba 50 Años de Dignidad y Rica Tensión de Espiritualidades

La Habana fue sede durante 10 días del Consejo Directivo del Servicio Internacional Cristiano de solidaridad con los pueblos de América Latina –SISAL-, del Encuentro sobre Pluralismo Religioso, organizado por el grupo de Reflexión Oscar Romero de Cuba, de dos presentaciones sobre la situación de Haití y Colombia y, el 24 de marzo, de la conmemoración del martirio de monseñor Oscar Romero.


Quienes tuvimos el privilegio de visitar la isla por primera vez, apreciamos enormemente el que una sociedad priorice a las mujeres y hombres concretas y concretos, antes que a las cosas, y que la satisfacción de las necesidades básicas a satisfacer no estén reguladas por el libre juego de la oferta y la demanda. Pudimos constatar avances, como los que no existen en nuestros países, en esas direcciones, en medio de “… la realidad cubana, no perfecta, pero si perfectible”, como nos decía Gabriel Goderech, uno de nuestros anfitriones del Grupo de Reflexión Oscar Romero.

Cuba, un país con una profunda espiritualidad, la del hombre y la mujer nuevos de los que habla la revolución, la del humanismo, la dignidad que no distingue entre profesiones, y esa mas expresamente religiosa de las 73 denominaciones de las que es perfectamente conciente el gobierno, muchas de ellas empujando en la dirección de la dignificación de las mujeres y hombres de la isla y otras, como ocurre en todo el planeta, haciendo franca oposición al proceso de transformación. En el encuentro sobre pluralismo religioso, por ejemplo, compartían mujeres formadas en Rusia en marxismo, leninismo, ateas que se respondían sin complejos “¿cuál ha sido mi experiencia de Dios?”. Dos de ellas testimoniaban: “cuando fui mamá y di vida a una niña, comprendí la grandeza de dar la vida y me considero “diosa”…portadora de vida y cuando mi hija se enferma la llevo donde la Virgen del Cobre para que me la cure.”

Llama la atención que desde el año 1996, en un documento político del Partido Comunista de Cuba se reconozca que la práctica religiosa no constituye un problema para la revolución, si, desde luego, esos valores van en la dirección de la dignidad humana, el amor al prójimo, la solidaridad, la potenciación de la familia, el servicio al desvalido y el necesitado. Aquellos valores que, a nuestro modo de ver, están en la raíz misma de la tradición judeo cristiana y a la base, también de diversas religiones y creencias. En consecuencia, la Constitución de la República de Cuba de 2002, en su artículo 8, establece que “El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa. En la República de Cuba , las instituciones religiosas están separadas del Estado. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración”.

Es significativo, también, que la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) esté integrada por cuatro reconocidos lideres religiosos: uno bautistas, otro de la iglesia episcopal, una de las iglesias evangélicas y otro de la religión Yoruba (culto de origen africano), en un país en que el marxismo leninismo se convirtió en la base ideológica del proceso de transformación y que promulgaba desde entonces por el ateismo científico, en una época particular de su historia reciente.

Caridad Diego, directora de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central daba cuenta minuciosa de todas y cada una de las expresiones religiosas que conviven en la isla, como encargada de la relación con esas búsquedas de sentido, de muchas mezclas como la religiosidad popular de nuestra América “gente se bautiza por la iglesia católica, se matricula en la santería, se rayan en palo, se asocia a comunidad de palo y es miembro del partido comunista” nos contaba sonriendo.

Allá, en la digna isla, la memora de monseñor Romero está tan viva como en el Salvador, por mujeres y hombres del Grupo de Reflexión Oscar Romero, todos católicos y alguna parte del partido Comunista. Como nos lo compartía fraternamente su director “nuestra organización tiene un trabajo mas allá de las iglesias todas. Una labor no exenta de dificultades, pero que asumimos por amor a la justicia, la misma que brota de nuestra fe encarnada en cada hombre y mujer que sufre, pero que también se levanta para continuar la lucha por hacer realidad el Reino en esta tierra”. Síntesis de lo que pudimos percibir de una estrecha relación entre la fe y el empeño por construir una sociedad fundada en la garantía de la dignidad, para todas y todos los cubanos en estos 51 años de nueva historia, y para el planeta que encuentra en la resistencia de este pequeño país, la certeza de que el anti-reino de la injusticia no puede ser eterno.

Los huracanes que en el 2008 causaron perdidas alrededor de los diez mil millones de dólares, no han impedido que los cubanos abran las puertas de la isla a la solidaridad, otro principio profundamente evangélico. Cerca de 50.000 mujeres y hombres jóvenes empobrecidos de más de 50 países del mundo, encuentran en la alta calidad de la educación la posibilidad de cualificarse para servir a sus pueblos. “No damos lo que nos sobra, damos lo mejor de nosotras y nosotros y mantendremos a cualquier costo este servicio a la humanidad”, nos compartía la directora de la Escuela Latinoamérica de Medicina, que alberga a quince mil estudiantes de medicina en una edificación de muchos metros cuadrados que ofrece, como patio de recreación de los estudiantes, una porción de las playas caribes que envidiaría cualquier hotel de 5 estrellas.

Pese al bloqueo inhumano e inmoral impuesto por los Estados Unidos hace 50 años, que le ha significado a Cuba más de 89 mil millones de dólares, los logros son descomunales como lo han reconocido diversos organismos del planeta. La UNESCO indica, por ejemplo, que Cuba es el único país de América Latina que cumplirá las mentas del milenio en lo relacionado a eliminación de la pobreza, salud, educación, medio ambiente. El PNUD ubicó a Cuba como el número 50 de desarrollo humano y la CEPAL estableció que Cuba es el país de la región que más recursos invierte en programas sociales

Si todos los países del planeta, se presentaran al examen de Mateo 25, 31-46, en el que el evangelista ubica como criterio fundamental de la salvación de la humanidad, en la perspectiva del reinado de Dios, el compromiso de cada quien con la satisfacción de las necesidades básicas de las personas ¿a quienes dirigiría esta sentencia?: “Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Me faltó ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a verme”.