CONDICIÓN HUMANA POPULAR

El acompañamiento a víctimas de violaciones a derechos humanos en Colombia en sus procesos de afirmación de derechos y constitución como sujetos en la defensa de sus vidas y de sus territorios, hace que el acompañante se involucre a tal punto con las comunidades que acompaña y con las opciones por ellos hechas con las que se identifica, que difícilmente se entiende cuando algún grupo de víctimas le apuesta intereses distintos a los de sus propios derechos o al de los otros miembros de su comunidad.


Hoy en Colombia estamos atravesando por la fase, quizás, mejor estructurada por parte del Gobierno, de consolidación del control social en comunidades que han hecho opciones que resisten a la expoliación de sus territorios y a la impunidad por los crímenes de los que han sido victimas. En función de ese control, desarrolla programas como Familias en Acción, Familias Guardabosques, Red de Informantes, Red de Cooperantes, Red de Seguridad Alimentaria –RESA-, Red para la Superación de la Extrema Pobreza –JUNTOS- que, antes que posibilitar el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades, ofrece limosnas para el control socio-militar de los territorios y los planes empresariales de envergadura que están implementando.

Aparte de estos “nuevos” programas, utiliza todo su aparato institucional en función de ese objetivo. La “ayuda” a los desplazados está tácitamente condicionada a que regresen en colaboración con las fuerzas militares y articulados a proyectos agroindustriales de teka, caucho, palma aceitera, plátano entre otros, en coordinación que adelantan entidades como Acción Social de la Presidencia de la República. Las Fuerza Militares y de Policía hacen otro tanto en ciertos lugares estratégicos del territorio nacional: se convierten en voceras de los empresarios para que la gente renuncie a las denuncias o ceda a las pretensiones de “negocios” después de las ocupaciones ilegales de los territorios, u ofrecen prebendas a campesinos para que se auto- sindiquen de subversivos, sin serlo y levanten falsos testimonios contra los miembros de las comunidades que asumen responsabilidades de liderazgo en defensa de sus comunidades o contra las organizaciones que les acompañan en la exigencia de sus derechos.

En la misma línea, y de la mano con lo social estatal, operan las estructuras paramilitares, nacidas del mismo Estado, que no han perdido su poder en la actual fase conquistada a sangre y fuego. El cambio de rostro de lo paramilitar a lo militar ha posibilitado que la actuación paramilitar desarrolle su proyecto social con mayor holgura e intensidad. Es el caso de organizaciones como la Corporación Democracia de Medellín; la Alianza Colombia Sin Hambre que integra organizaciones del Bajo Atrato chocoano, Urabá, Montería y La Costa Atlántica, DMG en el Putumayo, CORDESVIDA, en el Bajo Atrato, ASOCOMUN en el Urabá.

En esta estrategia nacional de cruce, como en una red, de lo estatal y paraestatal para el control social, sectores de las mismas comunidades ceden ante la presión del hambre o coincidan por divergencias con sus líderes u organizaciones que los acompañan, con las pretensiones de destruir procesos de resistencia. Actúan como falsos testigos en procesos judiciales, como guías en operaciones militares, como voceros de los empresarios para que las personas de las comunidades acepten alianzas irregulares, como comisionistas de negocios irregulares de tierras, como avaladores de la usurpación de los mismos y como repobladores en lugares que quieren ser consolidados social, militar y políticamente por las estructuras paramilitares.

A la condición de todo ser humanos, que compartimos mujeres y hombres de los sectores populares con quienes no somos de las comunidades, se suman las pretensiones de control social de Estados como el Colombiano para orientar las voluntades de personas de estos sectores en función de sus propios intereses y en contra vía de la afirmación de sus propios derechos o de su constitución como sujetos populares.

Esta situación, desde luego, genera enorme decepción en las mujeres y hombres de las comunidades que no ceden a la seducción de las prebendas y que comparten parentescos familiares y una historia común en esos territorios pretendidos por sectores de poder. Otro tanto ocurre a los hombres y mujeres, que en razón de sus convicciones, se comprometen como acompañantes de los sectores populares que hacen resistencia a la impunidad y a la globalización neoliberal que destruye, en las victimas y sus territorios, la vida humana y natural.

Creemos útil provocar una toma de conciencia de la frágil condición humana de todas, seamos o no víctimas, que hace que se puedan inducir opciones contra los derechos humanos, contra la emancipación, contra la defensa de los territorios contra la constitución como sujetos. Una posibilidad de contribuir en este propósito es acudir a la tradición judeocristiana, tomando en particular uno de los momentos mas significativos de la misma: la “historia” de Moisés en la “conducción” de su pueblo hacia la libertad.

En este momento pretendemos evidenciar las enormes dificultades de Moisés, de acuerdo como lo perciben los redactores del Antiguo Testamento, para la afirmación de sus anuncios, tanto que su vida se pone en peligro y termina fatalmente en razón de las complicidades entre el pueblo y el poder.

Con esto quizás podamos volver sobre la condición humana popular, tan frágil como la de todos, que nos permita poner en el término justo sus palabras, pretensiones, deseos, búsquedas, intereses. Al mismo tiempo nos puede permitir poner los pies en tierra en relación con el alcance de nuestras actuaciones de solidaridad y acompañamiento a las víctimas en relación con el impacto real de nuestros aportes en términos masivos.

¿Aconteció?

Nuestra elaboración se basa en el relato canónico, del Éxodo, Números y Deuteronomio, tal como nos lo organizaron en la Biblia que conocemos hoy. La crítica histórica y la crítica literaria ha intentado por, décadas, basadas en fuentes extrabíblicas y por supuestos en las bíblicas, establecer qué de lo escrito, en las tradiciones, aconteció realmente.

En las discusiones de los eruditos en Biblia, sobre todo desde la década del 40 en adelante, se ha puesto en duda hasta la historicidad de Moisés como liberador de un pueblo o como legislador del Sinaí [[ Por ejemplo J. Dus, citado por N. Gottwald en las Tribus de Yahveh, una sociología de la religión del Israel liberado 1250-1050, Nota 35]] . Otros han encontrado textos extrabíblicos en que se nombra un personaje llamado Moisés y lo relaciones con el Moisés de las tradiciones del Pentateuco.

En esta pequeña introducción histórico-crítica, necesaria en nuestro abordaje, nos basaremos en los estudios de Norman K. Gottwald, quien ha documentado la existencia de un grupo liderado por Moisés, distinto al Israel de Canaán, que se unió a este y aportó, fundamentalmente, una captación de la divinidad, conocida como Yahveh que promovía una ética grupal determinada y el anhelo de libertad.

Este aporte nos permite precisar los alcances de las tradiciones que aparecen consignadas en el Deuteronomio (Yavista- J-, Eloista –E-, Sacerdotal –P-, Yavista y Eloista JE, Historia Deuteronomica –D-, entre otras), a las que nos referiremos, y ubicar así el aporte que nos dan, en esta aproximación, a la condición humana de los hombres y mujeres que aparecen en los relatos del Éxodo, Números y Deuteronomio.

Según Gottwald la cronología bíblica presenta los hechos de los eventos del Éxodo hacia el siglo XV antes de cristo. Sin embargo las fuentes extra-bíblicas y los modos como se databa en las tradiciones, establecen que la fecha más probable para ubicar estos hechos es el siglo XIII. [[Cf. Gottwald N, La Biblia Hebrea, Una Introducción Socio-literaria, Fortress Press, Filadelfia, USA, 1985, Traducción de Alicia Winters, p. 145.]]

Precisa también con claridad que los hechos de que da cuenta las tradiciones de Moisés, antes que pretender convertir en historia este personaje y lo que se conoce como “el grupo de Moisés”, es dar autoridad a los relatos elaborados que conocemos, y afianzar una determinada forma de liderazgo como la personificada bajo este nombre.

Moisés aparece ejerciendo liderazgo en un pueblo, que presentan las tradiciones como millares, pero que debió corresponder solo a centenares, en el que se le atribuyen muchas funciones. Actúa como negociador con Faraón, milagrero, logista al conducir el Éxodo, mediador de la alianza entre Yahveh y Moisés, legislador para la comunidad, comandante militar contra Amalec y Madián, consagrador de sacerdotes, juez del pueblo y profeta.

En relación con estas funciones, para Gottwald “no existe ningún modo basado en principios consistentes de saber cuáles papeles de liderazgo, o cuales aspectos de esos papeles, fueron realmente desempeñados por el Moisés histórico, en contraste con los que le han sido atribuidos como modo de validar las formas posteriores de liderazgo comunitario en Israel. Evidentemente hay una tremenda sobrecarga de papeles de liderazgo acumulados en torno a Moisés, y sin embargo es bien conocido que importantes líderes de la organización social tribal con frecuencia ejercen poderes de liderazgo bastante amplios y fluidos. Asimismo, el persistente tema de rebelión obstinada contra Moisés representa una forma conveniente de estigmatizar diversas clases de disidentes entre los posteriores líderes israelitas que invocaban la autoridad de Moisés. Por otra parte, no es del todo sorprendente que el Israel primitivo, al arriesgarse en nuevas formas de organización social, quedara desgarrado repetidas veces por luchas internas y lideres rivales. Se sugiere en forma plausible, aunque sin pruebas contundentes, que Moisés no alcanzó a entrar en Canaán por que lo mataron en una de las insurrecciones contra su autoridad” [[Ibíd., p. 140 -150]]

Al parecer, todo el conflicto de liderazgo y las constantes sublevaciones que se dieron al interior del pueblo, presentadas en las tradiciones sobre Moisés como ocurridas en la travesía por el desierto, debieron tener lugar en Canaán, en el momento que se unificaron los grupo de Moisés, que trajinó por el desierto y el otro grupo de moradores de esa zona que constituyeron la única entidad conocida como Israel, en la confederación de tribus.

En relación con el grupo de Moisés, afirma Gottwald que “de la limitada evidencia a nuestra disposición, el grupo mosaico parece haber sido una mezcal de criadores de ganado (ovejas, cabras y ganado mayor), pequeños horticultores y pescadores, inclusive cautivos de guerra y emigrantes de Canaán, los cuales se vieron obligados por la dura imposición de la esclavitud estatal de Egipto a adoptar hábitos migratorios para sobrevivir. Habitaron por algunos años en la escasamente poblada península de Sinaí donde no se encontraban amenazados inmediatamente por la exterminación ni la inundación por parte de otros pueblos políticamente más organizados ni por otras culturas o cultos religiosos. Una vez libres de Egipto, sus luchas militares se llevaban a cabo con grupos pequeños similares y, en verdad, sus peligros principales fueron el hostil medio ambiente natural y el choque que sintieron al adaptar sus formas sociales a una precaria libertad” [[Gottwald, N, Las Tribus de Yahveh, una sociología de la religión del Israel liberado, 1250-1050 a.C., Orbis Book, Maryknoll, NY, 1979 traducción de Alicia Winters, pg 44.]]

Sin nos atenemos a las a las tradiciones recogidas en el Éxodo, Números y Deuteronomio, el “choque que sintieron al adaptar sus formas sociales a una precaria libertad” del que nos habla Gottwald, como uno de los peligros principales que debió padecer ese grupo, tiene que ver con la condición humana popular expresada en el miedo a la libertad, los celos por el liderazgo, la seducción de divinidades distintas a Yahveh y la incapacidad para asumir con determinación las carencias propias de la resistencia hasta alcanzar condiciones favorables sin poner en entredicho la dignidad como pueblo.

Bendita Esclavitud

En los relatos del Éxodo todo parece ser dificultades de Moisés con el Pueblo, aparte de las comprensibles con el imperio Egipcio. Solo al comienzo, la vida adulta de Moisés inicia con un crimen perpetrado por él contra la persona de un egipcio que maltrataba a un hebreo. Ese crimen, execrable hoy día como todos, es puesto en el relato como una muestras de la vocación de Moisés por la defensa de su pueblo, pero, de nada sirvió en los inicios de su opción, pues, al exigir a uno de sus compatriotas que agredía a otro un trato fraterno entre ellos, le responde el agresor “¿quién te ha puesto de jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso estás pensando en matarme como mataste al egipcio?”[[ Ver Ex 2, 11-15, tradición del Yavista (J)]] . De acuerdo con el relato, por sus mismos compatriotas se supo del crimen, hasta llegar a oídos del Faraón quien lo buscaba para darle muerte.

Luego viene todo el encuentro de Moisés con Dios quien le pide su intervención para liberar al pueblo. Después de titubear, de manifestar su incapacidad, de explicarle que su propio pueblo no le iba a creer, de la asignación de Aron como vocero, de preparar tres señales para intentar convencerlos de que intervenía en su conducción por decisión divina; arregla algunos asuntos familiares, e inicia su viaje a Egipto donde el pueblo estaba sometido a dura servidumbre, para iniciar el trabajo en pos de su liberación.[[ Ver Ex 4, 1-31. Tradición del Eloista (E)]]

Siguiendo con el relato, la primera reacción de la actuación de Moisés ante el Faraón, intermediando por el pueblo, fue que el trabajo forzado que venían padeciendo, se hizo más fuerte. Los reclamos del pueblo contra Moisés y Arón no se hicieron esperar, los responsabilizaron y les manifestaron que su intervención les pondría la espada del Faraón contra sus cuellos: “Que Yahveh los examine y que los juzgue por haber despertado el odio del Faraón y haber puesto la espada en sus manos para matarnos” . [[Ver Ex 5, 19-23. Tradición J]]

El autor del relato muestra que Moisés habla de nuevo con Dios, él sigue optimista y recurre a la tradición de la Alianza, la reconfirma, vuelve a sellar su compromiso con la liberación y con la conducción a la tierra que juró a los antepasados. Pide a Moisés que le recuerde eso al pueblo, Moisés hace caso y vuelve a enfrentarlos, pero el resultado no puede ser mas desalentador: “Moisés dijo esto a los Israelitas; pero ellos no escucharon a Moisés, consumidos por la dura servidumbre” .[[Ex 6, 9 Tradiciones Sacerdotales (P)]]

Yahveh insiste a Moisés para que de nuevo acuda al Faraón para convencerlo de que deje salir al pueblo, pero Moisés le reclama pues si el propio pueblo no le cree, como le va a creer el Faraón? De aquí en adelante, pareciera que la apuesta pedagógica no es ya convencer al pueblo ni al Faraón, pues esos recursos ya estaban agotados y acude, mas bien a los hechos extraordinarios de demostración de la fuerza divina, como una competencia de divinidades, tal como ocurre con las siete plagas. Los resultados están a la vista: Los Israelitas hacen todo lo que les dice Moisés y Aarón y el Faraón permite al pueblo salir a rendir culto a Yahveh. [[Ver Ex .7, 8, 9, 10, 11, 12,13. Episodio de las plagas tradiciones del J]]

Para la salida, el pueblo no podía estar dispuesto a todo, según lo advierte el narrador. Por eso decide Yahveh que tomen el camino mas largo para evitar a los filisteos “no sea que al verse atacado, se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto”[[Ex 13, 17. Tradición del Eloista (E)]] . Salen efectivamente en compañía de Yahveh, pero se prepara la persecución de los egipcios, que se ve venir, y de nuevo el pueblo, vencido por el miedo, la emprende contra Moisés: “¿acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ¿No te dijimos claramente en Egipto: déjanos en paz, queremos servir a los Egipcios? Porque mejor es servir a los Egipcios que morir en el desierto”[[ Ex 14, 10-14. Tradición del J]] . Moisés intenta devolverles la confianza apelando de nuevo a la defensa que la divinidad hará por ellos, que efectivamente llega con los prodigios del mar rojo que provoca la muerte de los egipcios, razón por la cual el pueblo cree en Yahveh y en Moisés [[Ver Ex 14, 15- 30 Tradiciones P]] .

En el relato, el hecho de la derrota de los egipcios provoca un momento de solaz y calma que se expresa en la inclusión de un himno de alabanza. Algo así como la manifestación de un progreso en la toma de conciencia por parte del pueblo de la libertad que se está descubriendo. Inicia luego la travesía por el desierto con los nuevos desafíos para el liderazgo de Moisés y la constitución de la identidad de Israel en relación con su fe exclusiva en Yahveh. El primer tropiezo en esta nueva fase fue la carencia de agua: “el pueblo murmuró contra Moisés diciendo: ¿qué vamos a beber?” [[Ex 15,24 Tradición J]] Viene luego la intervención prodigiosa de Yahveh y les resolvió el problema.

Después el problema del hambre: “Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. Los israelitas les decían: “ojala hubiéramos muerto a manos de Yahveh en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta hartarnos! Ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea” [[Ex 16, 1-3 Tradiciones P y J]]. Mejor comida que libertad, parece ser el clamor popular que pretende subrayar el cronista, pero viene de nuevo la intervención prodigiosa de la divinidad que en ruta el trasegar en el desierto por la libertad y resuelve la demanda de alimentos, con un problema adyacente, Moisés les pide que confíen, que no guarden nada para el día siguiente. Algunos lo hacen y otros no: “pero no obedecieron a Moisés y algunos guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó contra ellos.” [[Ex 16, 19-21 Tradiciones P]]

De nuevo en otro paraje del recorrido por el desierto, la tensión de Moisés y el pueblo se vuelve a sentir de acuerdo con el relato, a causa de la escasez de agua, pero llama la atención la amenaza de agresión física que percibe Moisés: “pero el pueblo torturado por la sed, siguió murmurando contra Moisés: ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacerme morir de sed, a mí, a mis hijos y a mis ganados? Clamó Moisés a Yahveh y dijo: ¿qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.” [[Ex 17, 3-4 Tradición del J]]

Viene luego otro momento de solaz en la narración donde las tres tradiciones que confluyen en el libro del Éxodo, dejan ver las normas tanto sociales como cultuales. Lo muestran en un extenso diálogo entre Moisés y Yahveh, y lo presentan en un período bastante extenso en el tiempo, a juzgar por la decisión de construir un becerro de oro que remplace a Yahveh como Dios ante la ausencia de Moisés. Efectivamente lo construyen, le rinden culto. Yahveh se entera, y manda a Moisés a intentar ponerles orden y sentencia: “Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti en cambio, haré un gran pueblo”[[Ex 32, 9-10 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]]. Moisés en un dialogo convence a Yahvé de no alcanzar con su ira al pueblo. Una vez de vuelta y tras reclamarle a Aarón por lo que hizo, este responde con una fuerte afirmación “No se encienda la ira de mi señor. Tu mismo sabes que este pueblo es inclinado al mal”
[[Ex 32, 22 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]]

Los problemas para Moisés, están lejos de acabarse. El narrador hace un comentario en el que precisa cual es, en relación con el becerro del oro, la abominación cometida por el pueblo en la adoración a una divinidad distinta a Yahveh: La idolatría. Y como se trata de una guerra entre dioses convoca a su lado a los miembros del pueblo que toman partido por Yahveh a quienes les pide que pasen con la espada a su propia familia, muriendo así, masacrados, “unos tres mil hombres del pueblo” [[Ex 32, 28 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]]

Moisés, como nos tiene acostumbrados en el relato, acude donde Yahveh para que perdone al pueblo, él lo perdona anunciando que lo castigará, lo castiga sin, en este momento, especificar de que sanción se trata y va al objetivo fundamental que es la tierra y ordena: “ahora ve y conduce al pueblo a donde te he dicho”[[Ex 32, 34ª Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]] . La narración prosigue con una mezcla agridulce que impide, a las puertas de la tierra anunciada, un desborde de alegría por tal cercanía y el cronista se empeña en mostrarlo así: “‘sube a una tierra que mana leche y miel; que yo no subiré contigo, pues eres un pueblo de dura cerviz; no sea que te destruya en el camino’. Al oír el pueblo estas duras palabras, hizo duelo y nadie se vistió sus galas”[[Ex 33, 3-4 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]] . Se avanza, entonces, sin las joyas, como expresión del pesar.

La arremetida de Yahveh continúa contra el pueblo a través de Moisés “‘di a los israelitas: ustedes son un pueblo de dura cerviz. Si yo partiera contigo a si sea un solo momento, te destruiría. Ahora pues quítate tus galas para que yo sepa que he hacer contigo’. Y los israelitas se despojaron de sus galas a partir del monte Horeb” E[[x 33, 5-6 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]].

Moisés en consecuencia de lo anterior, de acuerdo con el cronista, se siente inseguro para seguir liderando un pueblo de dura cerviz hacia la tierra y se lo hace saber a Yahveh en un diálogo bello y sublime introducido por el narrador con las frases “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo(…)- prosigue el diálogo- Dijo Moisés a Yahveh: ‘Mira, tú me dices: Haz subir a este pueblo; pero no me has indicado a quien enviarás conmigo; a pesar de que me haz dicho: Haz hallado gracia a mis ojos. Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, hazme saber tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y mira que esta gente es tu pueblo’. Respondió él: ‘Yo mismo iré contigo y te daré descanso’. Le contestó: ‘si no vienes tu mismo no nos hagas partir de aquí pues ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso, en que tu marches con nosotros? Así nos distinguiremos, yo y tu pueblo, de todos los pueblos que hay sobre la tierra’. Respondió Yahveh a Moisés: ‘Haré también esto que me acabas de pedir, pues has hallado gracia a mis ojos, y yo te conozco por tu nombre’” . [[Ex 33,11-17 Materiales compuestos de JE y fuentes especiales]]

Este dialogo íntimo, como entre dos amigos, en el que se extiende la interlocución al pueblo, gracias a Moisés, cierra el relato del Éxodo en lo que ha contradicciones de Moisés y Yahveh con el pueblo, se refiere. Aparecen con diáfana claridad los rasgos que caracterizan la divinidad: la presencia personal para dar descanso a las tensiones consecuencia del liderazgo y la marcha junto al pueblo, que distingue esta divinidad de todas las demás y a este pueblo de todos los otros.

La marcha conjunta continúa a pesar de los desencuentros, el miedo a la libertad, los deseos de renunciar, los conflictos por poder, la búsqueda de otras divinidades, tal como lo manifiesta Moisés, de acuerdo con el relato: “Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación. (…) Si en verdad he hallado gracia a tus ojos, oh señor, dígnese mi señor venir en medio de nosotros, aunque sea un pueblo de dura cerviz, perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya.” Ex 34, 6-9 Materiales compuestos JE y fuentes especiales

La reconciliación da paso a la alianza, a la construcción de un santuario y arranca la marcha con la presencia personal de Yahveh en forma de una nube que muestra el camino. Con esto termina el Éxodo. El libro de los Números, retoma la caminata y con ella, las crisis internas, las dificultades para el liderazgo, los castigos, las reconciliaciones, hasta llegar a los límites del Jordán, a la anunciada tierra que mana leche y miel.

Carne, carne, carne…

Con las sagas sobre las etapas en el desierto, en Números, se repiten las murmuraciones, quejas, insatisfacciones, tal como lo muestran las tres tradiciones que se entrecruzan en el relato: “El pueblo profería quejas amargas a los oídos de Yahveh, y Yahveh lo oyó. Se encendió su ira y ardió un fuego de Yahveh entre ellos y devoró un extremo del campamento” [[Nm 11, 1-2]] De nuevo, aparece el pueblo acudiendo a Moisés quien intercede ante Yahveh para que el fuego se apague.

Las quejas tienen un contenido: la nostalgia por la comida que disfrutaban en la esclavitud. Con un agravante, cuentan con maná para satisfacer la necesidad de alimento, ahora reclaman por que el menú no es variado como cuando estaban bajo el dominio del Faraón. “También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: ‘¿quién nos dará carne para comer? ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! En cambio ahora tenemos el alma seca. No hay nada. Nuestros ojos no ven mas que el maná’” [[Nm 11, 4b-6]] De balde es ser esclavo; no tener comida variada es tener el alma seca en esta lógica popular con la que se enfrentan Moisés y Yahveh.

Estas murmuraciones, muestra el relato, agobian a Moisés, quien siente la carga de conducir a un pueblo así, por lo que acude a Yahveh, nuevamente con el ánimo de plantear la situación del pueblo y la suya en partícula en materia de liderazgo. Este bellísimo diálogo mantiene la forma del que encontramos en el Éxodo anteriormente: “¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: ‘llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?’ ¿De dónde voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo, que me llora diciendo: Danos carne para comer? No puedo cargar yo solo con todo este pueblo. Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura”.[[Nm 11, 11-15]]

Yahveh luego de resolver la carga del liderazgo convocando a 70 ancianos para que ayuden a sobrellevar la conducción, pasa a resolver las quejas por la ausencia de carne, antes que como un reconocimiento a una necesidad sentida, el relato se construye como un escarnio, que puede interpretarse, por la incapacidad de entender que las carencias son un costo necesario cuando se procura la libertad. De modo gráfico se describe la respuesta y la consecuencia de la misma: “Y al pueblo le dirás: santifíquense para mañana que van a comer carne, ya que se han lamentado a oídos de Yahveh, diciendo: ¿‘quién nos dará carne para comer? Mejor nos iba en Egipto.’ Pues Yahveh les va a dar carne y comerán. No un día, ni dos, ni cinco, ni diez ni veinte la comerán, sino un mes entero, hasta que les salga por las narices y les dé nauseas, pues han rechazado a Yahveh, que está en medio de ustedes, y se han lamentado en su presencia, diciendo: ¿por qué salimos de Egipto?”[[Nm 11, 18-19]] Si es carne lo que quieren, carne se les da hasta que se vomiten, pues para ellos, el pueblo, la ausencia de carne es todo el problema y el suministro de la misma, toda la solución. Pareciera que el narrador quisiera evidenciar el desafío de la libertad: ¿se llenarán de carne y…?

Efectivamente, el relato da cuenta del suministro de carne, a través de nubes de codornices que aterrizaron en el campamento; muestra que el pueblo de día y de noche recogía sin parar, pero todo no fue comida: “y todavía tenían la carne entre los dientes, todavía la estaban masticando cuando se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo, y lo hirió yahveh con una plaga muy grande. Se llamó aquel lugar Quibrot Ataba, por que allí sepultaron a la muchedumbre de glotones” [[Nm 11,33-34]].Las consecuencia de la glotonería, fue la plaga.

Son los celos

Resuelto este episodio de la carne, el texto sigue dando cuenta de los celos, conflictos por el liderazgo, por parte de una de las parejas mas cercanas a Moisés, y toma el narrador, partido claro por el liderazgo de Moisés: “María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer Kusita que había tomado por esposa: por haberse casado con una Kusita. Decían ‘Es que Yahveh no ha hablado mas que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?’ Y Yahveh lo oyó. Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra”[[Nm 12, 1-3]] . Viene el reclamo de Yahveh por la impertinencia de murmurar contra “mi siervo Moisés” y como castigo llenó de lepra a María, por quienes intervienen Moisés y Aarón hasta que lograron que Yahveh restableciera su condición normal, luego de 7 días de exposición fuera del campamento.

Se abre, ligado a los celos, un nuevo in pase por el liderazgo. Moisés pide a un grupo que explore los territorios de la promesa, las gentes que los habitan, las tierras y frutos que producen. El informe inicial era alentador: es tierra que mana leche y miel, a los habitantes de esas tierras los podemos derrotar militarmente. No obstante esta información, otro de los delegados llenó de pesimismo al pueblo diciendo que los habitantes de esas tierras eran gigantes que acabarían con ellos si pretendían enfrentarlos y se preparó la conspiración contra Moisés para retroceder hacia Egipto.

“Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo llorando aquella noche. Luego murmuraron todos los israelitas contra Moisés y Aarón, y les dijo toda la comunidad: ¡‘Ojala hubiéramos muerto en Egipto! Y si no, ¡ojala hubiéramos muerto en el desierto! ¿Por qué Yahveh nos trae a este país para hacernos caer a filo de espada y que nuestras mujeres y niños caigan en cautiverio? ¿No es mejor que volvamos a Egipto?’ Y se decían unos a otros: ‘nombremos a uno jefe y volvamos a Egipto’”. [[Nm 14, 1-4]]

Unos pocos defendieron la bondad de esa tierra y la posibilidad de derrotar a los ocupantes para posesionarse como lo señaló Moisés y Aarón por mandato de Yahveh; pero esas palabras minoritarias se convirtieron en amenaza de muerte para los líderes y quienes la pronunciaron: “toda la comunidad hablaba de apedrearlos, cuando la gloria de Yahveh se apareció en la Tienda del Encuentro, a todos los israelitas. Y dijo Yahveh a Moisés: ‘¿Hasta cuando me va a despreciar este pueblo? ¿Hasta cuando van a desconfiar de mí, con todas las señales que he hecho entre ellos? Los heriré de peste y los desheredaré. Pero a ti te convertiré en un pueblo mas grande y poderoso que ellos”[[ Nm 14, 10-12]].

Moisés intercede de nuevo a favor del pueblo, Yahveh lo castiga y perdona y sigue reclamando por la perversidad: “Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo conforme a la grandeza de tu bondad, como has soportado a este pueblo desde Egipto hasta aquí” [[Nm 14,19 Tradiciones P]]… “¿Hasta cuando esta comunidad perversa, que está murmurando contra mí? He oído las quejas de los israelitas que están murmurando contra mí”[[ Nm 14,27 Tradiciones P]]. Viene entonces la “purga”, el perdón, y el impulso para que avancen en dirección a la tierra por parte del grupo de los “fieles” la elección de Yahveh.

Nuevamente el relato da cuenta de otra tozudez del pueblo, que decide enfrentar a los moradores nativos de un cerro y terminan derrotados por no acatar las recomendaciones de líder: “No suban por que Yahveh no está en medio de ustedes, no vayan a ser derrotados frente a sus enemigos. Porque el amalecita y el cananeo están allí contra ustedes y caerán a filo de espada, pues después de ustedes haber abandonado a Yahveh, Yahveh no está con ustedes”. Subieron, “los batieron y los destrozaron” [[Nm 14, 42-45]]

El siguiente episodio de celos y rebeldía del que da cuenta Números, es la rebelión de Coré, Datán y Abirón junto con 250 personas de las mas destacadas de Israel que se amotinaron contra Moisés y Aarón. Les plantearon: “Esto ya pasa de la raya. Toda la comunidad entera, todos ellos están consagrados y Yahveh está en medio de ellos. ¿Por qué entonces se encumbran por en cima de la asamblea de Yahveh?” Moisés se irrita, habla con Coré y pide que Yahveh sea el que decida sobre quien es el consagrado.

Moisés quiso hablar también con Datán y Abirón, mas estos se negaron señalándolo como responsable de sus desgracias, de haberlos sacado de Egipto tierra que para ellos mana leche y miel, y de no cumplir con las promesas: “´’No queremos ir. ¿Te parece poco habernos sacado de una tierra que mana leche y miel para hacernos morir en el desierto, que todavía te eriges como príncipe sobre nosotros? No nos has traído a ningún país que mana leche y miel, ni nos has dado una herencia de campos y vergeles. ¿Pretendes cegar los ojos de estos hombres? ¡No iremos!’. Moisés se enojó mucho y dijo a Yahveh: ‘no mires a su oblación. Yo no les he quitado ni un solo asno, ni le he hecho mal a ninguno de ellos”[[Nm 16, 12-15]] .

El relato resuelve el episodio con la intervención de Yahveh quien de manera clara toma partido por Moisés y Aarón, y quien por su ira, pretendía destruir todo el pueblo. Moisés, como en los casos anteriores, interviene y pide que la tierra se trague vivos bienes y familias de Coré, Datán y Abirón, lo que efectivamente ocurrió en el relato, además del exterminio con fuego de los 250 amotinados.

Agua, Agua, Agua…

A pesar del terrible castigo que presenta el relato, los amotinamientos no terminan, pues como se esmera en repetir el Pentateuco, se trata de un pueblo de dura cerviz. A cada nuevo evento de celos o reclamos, se suman las quejas por el castigo anterior. Esta vez ocurre cuando el pueblo llega a Cades: “No había agua para la comunidad por lo que se amotinaron contra Moisés y contra Aarón. El pueblo protestó contra Moisés diciéndole: ‘Ojala hubiéramos perecido igual que perecieron nuestros hermanos delante de Yahveh. ¿Por qué han traído la asamblea de Yahveh a este desierto para que muramos en él nosotros y nuestros ganados? ¿Por qué nos han subido de Egipto, para traernos a este lugar pésimo: un lugar donde no hay sembrado, ni higuera, ni viña, ni ganado, y donde no hay ni agua para beber?”

Aparte del severo reclamo contra Moisés, quien comprende la carencia y busca resolverla a través de Yahveh, este texto, igual que el del conflicto con Coré, parece que quisiera mostrar por lo menos dos percepciones de la divinidad de Yahveh: aquella de la que es portador Moisés y aquella de la que son portadores los amotinados. Moisés a puesta por la conducción hacia la tierra que mana leche y miel como expresión del cumplimiento de la promesa de Yahveh a pesar de las carencias y dificultades que se sobrellevan por la confianza plena que deposita en su amigo. Coré y el pueblo que se auto reconocen como ungidos y como asamblea de Yahveh, pero que han sido conducidos a las carencias y a la muerte.

Las fuentes muestran a Yahveh resolviendo esa ambigüedad, de contenido en relación con su identidad, con la toma partido claro por la comprensión que de ella tiene Moisés, resolviendo siempre carencias como el agua y las de la comida, pero reclamando, vía castigos, la falta de confianza en la promesa de conducirlos a una tierra que mana leche y miel. El dios del pueblo, se distancia así, del Dios de Moisés, son diferentes auque los dos tengan el mismo nombre.

Al dar un nuevo paso hacia la tierra de la promesa, nuevamente sobrevienen, de acuerdo con el relato, las quejas y reclamos contra Dios y contra Moisés: “El pueblo se impacientó por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ‘¿por qué nos han subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable.”[[Nm 21, 4b-5]] Pareciera que el narrador quisiera subrayar el inmenso desprecio del pueblo a la propuesta de Yahveh y a las soluciones que ante las adversidades se les planteaban. De nuevo se repite como solución a este in pase el agua proveniente de una roca, el castigo, esta vez serpientes que muerden y matan, la solicitud del pueblo a Moisés para que medie ante Yahveh y finalmente la eficacia de la intermediación que hace que cese el castigo.

Mejor otro dios

En un nuevo paraje, una nueva decepción para Moisés y Yahveh, del tipo del Becerro de Bronce del que da cuenta el Éxodo. Esta vez se trata de una divinidad local de Peor, llamada Baal cuyo culto se fundaba en la fornicación, las comidas, los sacrificios y la adoración. “Israel se estableció en Sittim. Y el pueblo se puso a fornicar con hijas de Moab. Estas invitaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses, y el pueblo comió y se postró ante sus dioses. Israel se adhirió a Baal de Peor, y se encendió la ira de Yahveh” [[Nm 25, 1-3]].

Ante un menú repetido, un “manjar miserable” como el maná, la variedad, y si esta la proporciona otra apuesta, otra divinidad, bienvenida sea, así se aplace indefinidamente la búsqueda de la libertad y de la tierra que mana leche y miel. Esa parece ser la lectura que entre líneas nos deja ver el relato, que implica la opción por otra divinidad, distinta a Yahveh, que más que otro culto, es otro sentido de la vida que niega todas las revelaciones, prodigios, normas de convivencia que han ido construyendo en el desierto.

Por eso se entiende que el sentimiento que atribuye la fuente a la divinidad, sea el de los celos, como también la magnitud del castigo consecuencia de la ira de Yahveh y al que Moisés, no se opuso. Todo lo contrario, estimuló con inmensa crueldad, como puede interpretar un lector de este tiempo: “Dijo Yahveh a Moisés ‘Toma a todos los jefes del pueblo y empápalos en honor de Yahveh, cara al sol; así cederá el furor de la cólera de Yahveh contra Israel.’ Dijo Moisés a los Jueces de Israel: ‘maten cada uno a los suyos que se hayan adherido al Baal de Peor’”[[Nm 25, 4-5]] . El saldo de los muertos por al ira de Yahveh, con el que el cronista busca dimensionar la gravedad de la idolatría, fue de 24.000 personas.

Ya en el Deuteronomio, como introducción a la legislación cultual y social, en boca de Moisés, se hace memoria de las hazañas y proezas de Yahveh con el pueblo hasta acercarlos a la tierra. En esas remembranzas las alusiones a las infidelidades, amotinamientos, miedos a la libertad, desconfianzas, deseos de devolverse a Egipto, son abundantes, lo que muestra la magnitud del impacto de estos comportamientos en el interior de las tradiciones del Pentateuco.

El primer ejemplo de estas alusiones, muy al inicio del Deuteronomio es este: “Tomaron en su mano fruto del país, nos los trajeron, y nos informaron ‘Buena tierra es la que Yahveh nuestro Dios nos da’. Pero ustedes se negaron a subir; se rebelaron contra la orden de Yahveh su Dios, y se pusieron a murmurar en sus tiendas: ‘Por el odio que nos tiene nos ha sacado Yahveh de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos” [[Dt 1, 25-27]]

Como en el ejemplo anterior, hace memoria de la infidelidad del pueblo al comprometerse en la adoración a Baal de Peor, le advierte que tenga cuidado y no construya figuras de índole alguna con el fin de rendirle culto. Esta memoria contiene el anuncio de futuros males si vuelven a recaer en propuestas que están en contravía de la libertad en la tierra que mana leche y miel, prometida por Yahveh. El Deuteronomio, en su legislación, es insistente en la fidelidad a Yahveh, en no rendirles culto a otros dioses, pues esa opción traería como consecuencia la destrucción del pueblo.

La idolatría, el culto a otras divinidades, provocará desgracia, sobre desgracia, en particular el peso de la dominación de otras naciones y la explotación permanente: “Estarás oprimido y despojado toda la vida, y no habrá quien te salve”[[Dt 28, 29b]] . “No serás más que un explotado y oprimido toda la vida”

Queda muy claro en las advertencias del Deuteronomio el dilema al que se enfrenta el pueblo, a partir de lo aprendido en el desierto: La opción por la vida o la opción por la muerte. La vida es libertad, autodeterminación, relaciones sociales justas garantizadas por el culto a una sola divinidad que estimula este proyecto. La muerte es esclavitud, dependencia, opresión, explotación ligada a cultos a divinidades construidas por la mano humana.

En boca de Moisés se expone el dilema “Mira, yo pongo ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, preceptos y normas , vivirás y te multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses, y a darles culto, yo les declaro hoy que perecerán sin remedio y que no vivirán muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. Pongo hoy por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra: te pongo adelante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra que Yahveh juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob” [[Dt 30, 15-20]]

Al final del libro del Deuteronomio, poco antes de la muerte de Moisés, según el relato, Yahveh en dialogo con su amigo, le comenta que luego de su muerte próxima el pueblo se prostituirá: “He aquí que vas a acostarte con tus padres, y este pueblo se levantará para prostituirse yendo en pos de dioses extraños, los de la tierra en la que va a entrar. Me abandonará y romperá mi alianza, que yo he concluido con él” [[Dt 31, 16]]. Se encuentra entonces en el relato un presente de prostitución y se advierte un futuro de prostitución en el culto a divinidades locales distintas a Yahveh.

La manera como Yahveh quiere, según el relato, manejar la relación con el pueblo al que percibe susceptible de prostitución, después de la muerte de Moisés, es a través de un cántico que pide a su amigo que escriba, para que obre como testamento, lo lean una vez “ellos, después de comer hasta hartarse y engordar bien, se vuelvan hacia otros dioses, les den culto, y a mí me desprecien y rompan mi alianza”[[Dt 31, 20]]

Moisés, según la fuente, lo escribe, pide que lo pongan al lado del arca de la Alianza “porque conozco tu rebeldía y tu dura cerviz. Si hoy que vivo todavía entre ustedes, son rebeldes a Yahveh, ¡cuánto mas lo serán después de mi muerte!” [[Dt 31, 27]]

El testamento que deja Moisés aparece como una premonición de lo que pasará en el futuro con un pueblo que bien conoce. Lo convoca para leerlo como un intento de toma de conciencia del inmenso valor de las conquistas alcanzadas de la mano de Yahveh y del desastre que sobrevendrá, con toda seguridad, si se alejan de la libertad que Yahveh les propone en la tierra que mana leche y miel.

En el cántico, estas premoniciones: “se han pervertido los que él engendró sin tara, generación perversa y tortuosa. ¿Así pagan a Yahveh, pueblo insensato y necio?” [[Dt 32, 5-6]] Y más adelante advierte: “(¡Desdeñas la Roca que te dio el ser, olvidas al Dios que te engendró!) Yahveh lo ha visto y, en su ira, ha desechado a sus hijos y a sus hijas. Ha dicho: Les voy a esconder mi rostro, a ver en que paran. Por que es una generación torcida, hijos sin lealtad. Me han encelado con lo que no es Dios, me han irritado con sus vanos ídolos…” [[Dt 32, 18-21]]

Y murió Moisés, exaltado por la tradición como hombre inigualable, profeta al que Dios hablaba cara acara. El pueblo quedó a un solo paso de la tierra que mana leche y miel, guiado ahora por Josué a quien reconocieron como líder.

En el estudio crítico de las tradiciones de Moisés que hace Gottwald, vimos que, muy probablemente Moisés no murió por muerte natural sino como consecuencia de los conflictos de liderazgo que acompañaron todo su proceso de acompañamiento del pueblo, es decir, que fue asesinado. Uno de los tantos episodios de conflicto terminó con la intervención casi mágica del narrador que hace acudir a Yahveh ante el inminente apedreamiento del que iban a ser víctimas Moisés y Aarón por parte del pueblo.

¡Dignidad!

Este, el de la de la conducción del pueblo por parte de Moisés, es un relato, a nuestro juicio cargado de tragedia, de infidelidades y crímenes. También de tensiones entre la vida y la muerte, la fidelidad e infidelidad, la libertad y la esclavitud, la fe a Yahveh y la creación de ídolos, de miedo a la a libertad, de purgas internas, de amotinamientos. Pero Igualmente de profunda esperanza en quienes se mantienen fieles a sus convicciones a la vida, a la libertad a la justicia que se ampara en la divinidad que descubren en el desierto.

Este relato intenso nos da cuenta de los rasgos de una divinidad, Yahveh, que apuesta por un pueblo esclavo y lo quiere conducir a la libertad. Que clama al pueblo para que emprenda la ruta de la libertad, que lo intenta convencer de que esa apuesta conduce a la vida, que aparece caminando con el pueblo como ninguna otra divinidad de ese tiempo, quien se enamora de Moisés en una cercanía que se asemeja a una relación de pareja, que antes que escuchar los clamores del pueblo, busca que el pueblo escuche los suyos, confíe en él, le crea y obre en consecuencia.

Abundan en los relatos los desenlaces trágicos como consecuencia de la infidelidad del pueblo. Plagas, serpientes, tierra que se traga a las personas, asesinatos. Estamos hablando de relatos en el que se entrecruzan tradiciones muy antiguas de pueblos en los que el modo como se resolvían las contradicciones, diferencias, infidelidades, era la violencia.

Si abstraemos el modo de resolverlas de su pretensión, podemos descubrir que se apuesta por la construcción de un pueblo tipo de la voluntad libertaria de Yahveh, a la talla de la vida que inspira esa fuerza que descubren en el desierto. Se percibe la tención entre las grandes masas, el pueblo numeroso y el pueblo fiel que está convencido de su paso hacia la libertad. Sin duda, el gran referente es el pueblo, la razón de ser de la pasión de Yahveh, pero a la vez es su gran tormento.

Poco o nada se alude en el texto a la responsabilidad de otros pueblos en las desgracias de Israel. Aparece sí, la esclavitud de que son presa en Egipto. Toda la responsabilidad de quedar atrapados en la adoración de otras divinidades, por ejemplo, es atribuida al pueblo de Israel por eso todas las amonestaciones, propuestas, soluciones, castigos recaen sobre este pueblo. Las intervenciones externas, como los ataque de moradores de pueblos a los que se acercan, son interpretadas como producto de la desobediencia a Yahveh quien antes había hecho la advertencia a través de Moisés.

Moisés, fue capaz de apasionarse, como ninguno, por este anhelo de libertad, quien a su vez, con dificultades fue convenciendo a otras y a otros de que apostarle al a libertad es apostarle a la vida. Quedan los nombres, en el relato, de Aarón, de María, Josué, Jetro, Caleb, Eleazar, entre muchas otras y otros, que, con sus límites se apasionaron por la libertad inspirada por Yahveh, pactada en la Alianza y consignada en una legislación.

Hoy, bastiones de dignidad como Marcela, Enrique, Liria Rosa, Yajaira, Rosalba, Félix, Bernardo, María, Eduardo, Josué, Agripina, Erasmo y muchas más. Mujeres y hombre que, portadores de tradiciones libertarias, como la de muchos miembros del grupo de Moisés, llevan escritos en su corazón la rebeldía ante toda forma de esclavitud, de control de sus vidas y sus territorios, se resisten a la seducción brillando en medio de la tiniebla unanimista de regímenes totalitarios como el que padecemos en este momento en Colombia.

Más allá de lo tradicionalmente concebido como lo popular, ligado a determinaciones de clase social, el Dios de Moisés, invita a adoptar posturas dignas ante la gozosa esclavitud de grandes mayorías en Colombia, que en medio de sus carencias, adoran como dios al mandatario de turno, quien le proporciona sensaciones a través de su despliegue mediático y su obsesión por el control social de territorios, que conduce al régimen a invertir ingentes sumas de dinero en la compra de conciencias de los necesitados mediante programas gubernamentales que reproducen la dependencia en medio de la miseria que no resuelve.

Bastiones de dignidad, no masa, que denuncia, interpreta, propone con acciones concretas, con símbolos. Bastiones que se arriesgan al desprestigio, que asumen rupturas, que conmemoran a las y los dignos que han terminado asesinados o muertos en la soledad de sus resistencias y develan las tácitas complicidades de los hombres buenos con el poder. Bastiones que asumen el riesgo de no llegar a la tierra que mana leche y miel truncados en su paso por el mismo pueblo, o por los sectores de poder a los que se resiste.

Este, creemos, es el aporte de la lectura de Éxodo, Números y Deuteronomio en medio de la tiniebla de sensaciones que el actual régimen quiere cernir en las mayorías de nuestro país, provocando consentimientos con las injusticias que provoca. También el pueblo de Israel estuvo atrapado por limitaciones parecidas que minaron su anhelo de libertad, mas este anhelo siguió encarnado en mujeres y hombres concretos que ante la adversidad no cedieron. Aquí el desafío de hoy, confortarnos con estas tradiciones milenarias de modo que la dignidad se imponga sobre los consentimientos y unanimismos. Creemos que es cuestión de espiritualidad encarnada.