Con Nobel o sin él

El rumor de que la senadora liberal colombiana Piedad Córdoba tiene altas posibilidades de recibir el Premio Nobel de Paz 2009 ha desatado la histeria de la ultraderecha lumpen del país. Corre por ahí una carta, divulgada, según me dicen, por RCN, que destila odio y veneno contra la senadora, y que pretende “quitar la venda de los ojos” al Comité que otorga el Nobel de Paz. Los firmantes de la carta preferirían que el famoso galardón les fuera adjudicado a eminentes pacifistas como los distintos grupos paramilitares que tanto han hecho en Colombia por la paz de los sepulcros.

En el momento en que escribo no se ha divulgado el nombre del nuevo Nobel de Paz. Puede que se lo concedan a Piedad Córdoba o que, por mandato de la Divina Providencia, se lo saque Poncho Rentería, con el aplauso unánime de los firmadores vociferantes de la despiadada carta.

Que Piedad Córdoba reciba el Nobel de Paz será tan honroso para ella como para sus millones de compatriotas que no suscribimos la aludida carta, y que rechazamos con energía el lenguaje de malandrines con el cual está concebida y redactada. Si el ganador es otro candidato, será un reconocimiento internacional suficiente a la tarea de Piedad Córdoba el que se la hubiese incluido entre los favoritos al galardón.

James Lipton, en su archifamoso programa ‘Inside the Actors Studio’, le pregunta a su invitada Goldie Hawn (actriz de inmenso talento y de una inteligencia privilegiada) “¿Cuál es la palabra que más le gusta?” Goldie responde: “Alegría”. En seguida, Lipton le pregunta “¿Cuál es la palabra que menos le gusta?”. La actriz contesta sin vacilar: “Odio”.

Odio, el sentimiento más abominable que existe, es la palabra que define el contenido de la carta contra la senadora Piedad Córdoba por el hecho de atreverse a figurar como candidata al Premio Nobel de la Paz.

Que determinados sectores del país, esas minorías violentas de ultraderecha que hacen de la guerra un negocio, odien a quien, como Piedad Córdoba, expone su vida, su seguridad y su tranquilidad por alcanzar la paz en Colombia, es perfectamente comprensible. El odio es una característica sine qua non de la ultraderecha. En los Estados Unidos la ultraderecha frenética, los Rush Limbaugh y otros especímenes por el estilo adelantan una feroz campaña de odio contra el presidente Barack Obama. Ni siquiera se miden para decir que el presidente debería ser asesinado y algunos hasta están pidiendo un golpe militar “que salve a América de ese negro racista”.

¿Qué de raro tiene que nuestros ultraderechistas criollos se desgañiten en vociferaciones de odio y de infamia contra Piedad Córdoba? Bastante amenazada la tienen ya. La ultraderecha es la misma en todas partes.

Lo extraño, lo inaceptable, es que las personas decentes se queden calladas, que dejen pasar semejante monstruosidad sin expresar su protesta y su indignación. No puede ser que tanto el ilustre jefe del liberalismo y ex presidente de la república, como el digno candidato oficial del partido al que pertenece Piedad Córdoba, si es que tienen conocimiento del lamentable pasquín, no manifiesten, de la manera más rotunda, su desacuerdo con él y su completo rechazo. Y es de esperar que, junto con ellos, los liberales, los conservadores, los del Polo, los comunistas, partidos en que milita la gente de bien, se pongan de pies y proclamen que en Colombia no queremos odio, sino alegría, y que los colombianos no permitimos que se insulte impunemente a una dama.
Con Premio Nobel o sin Premio Nobel, Piedad Córdoba es un símbolo colombiano por la paz.

Enrique Santos Molano