Colombia-Buenaventura: Genocidio “invisible” ante nuestros ojos

Los problemas de Buenaventura no son nuevos, tienen raíces profundas en el abandono histórico al que ha sido sometido este puerto del Pacífico, la negligencia gubernamental, la corrupción y la violencia que azota, sin compasión, a los bonaverenses.

La apertura económica y la privatización del puerto tuvo impacto nefasto en la situación laboral de los porteños, en su mayoría afrocolombianos, y en su vida colectiva como la conocían antes de estos hechos.

Para tratar de entender un poco más acerca de la situación actual, exacerbada, de violencia en una ciudad castigada por la miseria entrevisté al líder comunitario Luis Yasmani Gruesso Sinisterra, quien ofrece su perspectiva sobre el genocidio que ocurre en Buenaventura.

FSJ: En Buenaventura se recrea una memoria colectiva teñida de sangre. Un dolor marcado por el recuerdo de las limpieza sociales de los años 70 y 80 cuya violencia cambió aspectos culturales de los lugareños. Cerrar las puertas, en lugar de dejarlas abiertas, y a los jóvenes quedarse en casa en las noches, en lugar de conversar en las esquinas de sus barrios son solo dos ejemplos. ¿Qué impacto ha tenido el terror que golpea a Buenaventura en las cotidianidad de la población?

LYG: El terror en Buenaventura, ha logrado romper entre tantas cosas, el vínculo de familia y de comunidad que nos caracteriza al pueblo afro de modo que, actos de barbarie como el desmembramiento o pique de personas, la desaparición forzada, el abuso de menores son consumados por miembros de su misma sangre, es decir, “negros contra negros” prácticas de violencia que incursionaron con el accionar paramilitar.

El paramilitarismo empodera a niños y jóvenes, alterando la autoridad y el respeto de patriarcas y matriarcas quienes por su experiencia son el referente moral de la comunidad; impone con terror hábitos de desprecio por la vida, horarios que niegan sus expresiones culturales, su relación vital y cotidiana con el territorio, todo su accionar está mediado por el terror y la muerte.

FSJ:¿Cuál es el panorama para la juventud de Buenaventura. Sigue imperando el porteñismo, o emigración a los Estados Unidos o predomina el desplazamiento forzado?

LYG: La juventud al igual que el 80% de la población de Buenaventura que no tiene empleo es mano de obra barata en la sociedad portuaria, se rebusca en la informalidad de las ventas callejeras o es parte de las estructuras de paramilitares rasos que a cambio de droga, unos tenis o la pinta para lucir, aseguran el control de territorios de alto valor estratégico para quienes controlan el negocio de la droga, las armas y los proyectos económicos afines al mercado global, sin la posibilidad de llegar a adultos, pues la mayoría son asesinados o desaparecidos antes de cumplir los 18 años.

Otros emigran a ciudades como Cali, Bogotá, a repetir la historia de esclavizados y algunos con mejor suerte se refugian en alguna zona rural sin posibilidad de estudiar o de estar con sus padres. En el caso de los jóvenes de Buenaventura, hoy aunque el sueño de llegar a los EE.UU, se mantenga, las posibilidades no alcanzan sino para llegar hasta Chile a donde está yendo la mayoría de porteños que por amenazas o en busca de un empleo abandonan Buenaventura.

FSJ: ¿Qué similitudes o diferencias existen entre las desapariciones forzadas que se registraron en los dos últimos años con respecto a esas limpieza sociales de los 80?

LYG: La desaparición forzada, como crimen de lesa humanidad, es una de las modalidades implementadas en Buenaventura para acelerar la muerte tanto física como cultural del pueblo afro de modo que el capital y el mercado global sean los amos y dueños en este territorio. De modo que la violencia de ayer, la violencia de hoy en Buenaventura tiene nombre propio y se llama despojo territorial, se llama exclusión, se llama mercado global, se llaman acuerdos comerciales.

FSJ: En 1966, comunidades de los barrios Manolo, Balboa, Cristo Rey y San Antonio vendieron sus terrenos a Puertos de Colombia, para su expansión, y para la zona franca industrial. ¿Recuperaron esas comunidades el estilo de vida colectivo y propio después de su reubicación?

LYG: Quien vende y se reubica, aunque sea un derecho, negocia el despojo, negocia el desarraigo, entrega lo más sagrado de un pueblo que es el territorio. La reubicación aunque sea en las mejores condiciones nunca garantizará la vida comunitaria y ancestral, es un daño irreparable a la vida física y cultural de cualquier pueblo.
FSJ: La historia se repite ¿Qué impacto tiene, en el aspecto cultural y de identidad, un proyecto como el del futuro Malecón en la Bahía que desplazaría a 110 mil familias al destruir una forma de vida en la cual la vivienda palafítica?

LYG: Por un lado el Malecón turístico Bahía de la Cruz, tal como está diseñado implicaría el desplazamiento forzado o la “reubicación” de todo el pueblo afro que habita los territorios ancestrales ganados al mar, implicaría la muerte cultural que nace de la relación directa con el mar, de la actividad de pesca artesanal que mujeres, hombres, niños y niñas mantienen a diario, implicaría asumir otro modelo cultural de vida.

Menor impacto tendría la propuesta de Malecón incluyente que tenemos las comunidades de estos territorios y que, según las investigaciones y estudios técnicos, es posible si hay la voluntad política del gobierno nacional y local. Esta propuesta garantiza permanencia en nuestro territorio, significa mantener el modelo de vivienda palafítica incorporándole tecnologías modernas o lo que se llama hoy tecnologías de punta que armonicen cultural y ambientalmente. Esta propuesta de malecón incluyente se viene trabajando con la Universidad del Pacífico y es parte del plan de vida de nuestras comunidades como Puente.

Nayero en el Barrio La Playita, quienes desde el pasado 13 de abril declararon su territorio como Espacio Humanitario donde se construye la cultura de la no violencia como un aporte concreto a la paz en Colombia.

FSJ: El docente Óscar Almario, de la Universidad Nacional Sede Medellín, dijo en un debate sobre el Pacífico que: “la globalización no puede ser de una sola vía, eso se llama otra cosa, aculturación, enculturación, se llama hegemonía”. ¿Qué piensa usted de esa declaración?

LYG: Si por globalización entendemos el sometimiento total de los pueblos a las leyes del capital financiero y su mercado, estamos hablando de una imposición bastante clara y como tal no puede ser más que en una sola vía, porque responde a una lógica de mercantilización.

Pensar la globalización en otra vía significa demoler, reconstruir y resignificar el concepto de globalización como una construcción colectiva donde la prioridad sea la vida, la dignidad, el respeto, en la que se globalice la resistencia, la solidaridad de los pueblos, los saberes ancestrales y la relación armónica y respetuosa con las vida y el territorio.

FSJ: El gobierno hizo su apuesta por la alianza para el Pacífico, pero sigue sin responder a las necesidades básicas y derechos fundamentales de los habitantes del puerto. ¿Por qué el gobierno no hace un análisis diferencial de la situación de la comunidad afrocolombiana de Buenaventura?

LYG: Seguramente el gobierno hace el análisis diferencial, pero este no es suficiente para tomar decisiones políticas que no privilegien a los grupos empresariales que hoy controlan el principal puerto de Colombia y mientras los derechos se prioricen para empresas y mercancías, los derechos y reclamos del pueblo afro siempre serán atendidos con violencia, exclusión y muerte.

La ley es clara y ordena el trato y atención diferencial, pero cuando la institucionalidad se especializa en vulnerar derechos, en negar la realidad es muy poco lo que se puede esperar.

FSJ: La población afrocolombiana y su existencia como cultura ancestral se ven amenazadas no solo por el desplazamiento forzado, sino también la desaparición, el asesinato de líderes, especialmente mujeres, ¿Qué margen de acción tienen las comunidades afro para resistir pacíficamente su existencia colectiva?
Cartel niña

LYG: El margen de acción está en propuestas de no violencia y de resistencia civil como la que construimos en el Espacio Humanitario Puente Nayero.
FSJ: ¿Qué responsabilidad se le atribuyen al desplazamiento forzado y al confinamiento en la fragmentación de las comunidades afrocolombianas?

LYG: El desplazamiento forzado de una comunidad o pueblo, como consecuencia de una política de despojo y desarraigo en beneficio de intereses económicos o políticos, no sólo fragmenta, sino que divide y enfrenta a las comunidades que llevadas a condiciones de miseria y exclusión no logran mantener la cohesión se su tejido social y comunitario.

FSJ: En el pasado las comunidades fueron forzadas a periodos de veda, en la pesca, ahora el confinamiento los obliga a perder la posibilidad de la pesca. ¿Cuál es el impacto en los valores de solidaridad, trabajo en grupo y prácticas tradicionales que caracterizan a esta población afrocolombiana en Buenaventura?

LYG: El control militar y social impuesto por los paramilitares al establecer horarios para permanecer o salir de las viviendas, coincide con la prohibición que la fuerza pública impone a pescadores para realizar sus faenas en horas de la noche y coincide además con las llamadas “Vedas”, que se imponen sólo a los pescadores artesanales.
Con estas “vedas” se limita o se rompen los principios de solidaridad entre afros, pues las condiciones materiales imponen el principio de “sálvese quien pueda”, propio del actual modelo neoliberal. A pesar del impacto se encuentran barrios y calles como el Espacio Humanitario de Puente Nayero, donde la actividad de la pesca y la madera beneficia directa o indirectamente a toda la comunidad y las actividades comunitarias organizativas y culturales se mantienen y se fortalecen.

En otras comunidades donde los daños son más evidentes es posible recuperar lazos de comunidad y solidaridad, pero se requieren intervenciones integrales, y de fondo, por parte del gobierno nacional y distrital.

Fernanda Sánchez Jaramillo, Especial para La Pluma, Bogotá, Colombia, 4 de septiembre de 2014

Fotos: Orlando Castillo Advincula
Fernanda Sánchez Jaramillo es periodista y magíster en Relaciones Internacionales. Y trabajadora comunitaria. Colaboradora de La Pluma.net

Tomado de: http://www.es.lapluma.net/index.php?option=com_content&view=article&id=6068:colombia-buenaventura-genocidio-invisible-ante-nuestros-ojos&catid=116:debates&Itemid=490