Carta a una mujer digna

En estos días de silenciosos ruidos o de ruidosos silencios, he visto que la persistencia ha sabido ganarle una batalla al olvido; la niña Violeta de olvidos infantiles y mirada esperanzadora se alista para recibir lo que quedó de Leonor, Leonor la valiente compañera que acompañó la operación Antonio Nariño, la madre que debatió su vida para definir si permanecía en eternos sonidos de fusiles y granadas o en instantes de llantos infantiles, que por igual alimentan nuestras esperanzas:


esperanzas algún día mezquinas, esperanzas algún día sublimes, esperanzas de sentirnos los constructores de la Colombia que quiso el flaco Bateman, esperanzas de levantar los hijos en la Macondo de la desdicha y el olvido.

Leonor ayer, Violeta hoy, Carmen Cristina mañana, así somos las mujeres y los hombres de la esperanza, ni los nombres nos atan a esquemas tediosos de rótulos, cómo no recordar los ringos de aguablanca, los chomis de Cali vé, los Renzos de Santander, los Ivanes de Antioquia, los Arnulfos del páramo, los ezequieles de Bogotá, las Ninis del Cauca, los pietro crespi de la Costa; todos ilusionados como orates esperando a la vuelta de la esquina lanzar la granada para dar el golpe final de la toma del poder.

El eme querida Violeta, fue nuestro segundo hogar o nuestro primero? bueno yo ya ni se, solo se que hoy ganaste en persistencia, solo se que ese Dios hoy te observo para devolverte en un cuerpo el alma de Leonor, de Violeta la que supo no doblegarse, de Carmen la madre de quimeras e ilusiones ilusiones dibujadas en el rostro de una niña esperando en una ventana de Cali escuchar sus pasos.

Dicen que los amigos hay que saberselos llevar en el corazón, yo me levo en el corazón mis amigas y mis amigos de quimeras, de decepciones, de traiciones, Violeta ha entrado a hacer parte de los desaparecidos del palacio, su cuerpo yace en una oficina de aquellas en las que se trabaja al ritmo de las detestables paquidermias, a la espera de un museo de la memoria en donde ocupe el lugar de los que siempre desde 1986 llamamos en pintas de Bogota: Héroes de Palacio.

Este caso debería ser de Colombia, este caso no debería ser de familiares de desaparecidos, necesitamos que las mayorías nacionales como las llamábamos en los ochentas, se roben esta lucha, la lleven como bandera de la dignidad y la presenten a Colombia y al mundo como un gran ejemplo de que las quimeras también algún día se vuelven realidad.

La verdad se sabe y se intuye, acaso se puede averiguar? acaso se puede corroborar?, no lo creo, la camioneta ruidosa y rápida que transporta a los de lentes oscuros aún deambula por el barrio, por la vereda, por la esquina, por la esquina caliente de Ruben Blades en donde piden el cartón de identidad, si, el cartón de identidad que pedían en la Casa del Florero.

Ay Colombia, Colombia de quimeras en donde el espacio que separa el palacio de justicia de la fosa del cementerio del sur se recorre en 29 años, es un espacio que se recorre tan lento como la investigación del asesinato de un abogado que cayó unas cuadras al norte de palacio, espacio que se recorre en varios exilios y muchas lágrimas, en muchos entierros de cuchas y cuchos que se fueron ilusionados en ser las Luisas Violetas que recibieran con los brazos abiertos a sus hijas e hijos que “ya casi” van a llegar.

19 abrazos a Leonor, 19 besos a Violeta la heredera de la lucha por la verdad porque llego el día feliz, 19 disparos de lagrimas de alegría y tristeza y sí querida Luisa Violeta, así creo que debe ser, porque como el bolero: aquel 19 será el recuerdo que en mi vivirá, ese día que feliz tan feliz.

Abrazos, René.