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Cacarica: 23 años construyendo paz

Esta crónica recoge los relatos, los sentimientos, las memorias y los interrogantes de los campesinos, las campesinas y los líderes comunitarios que la Comisión esuchó durante la celebración del Festival de las Memorias.

El quinto Festival de las Memorias “Somos Génesis 2020” inició el pasado 28 de febrero en Turbo, Antioquia y finalizó el 1 de marzo en la Zona Humanitaria Nueva Vida en Cacarica, Chocó. En el evento participaron víctimas y responsables como un primer paso en el camino de la memoria transformadora, el derecho restaurador, y el impulso a las garantías de no repetición.

En el coliseo Bruno Martínez de Turbo se realizó la apertura del festival con la reubicación del monumento que las viudas de Cacarica solicitan sea reconocido como monumento de la nación, un símbolo que evoca la situación de hacinamiento que padeció esta población desplazada de las 23 comunidades del Territorio Colectivo de Cacarica.

Los procesos organizativos Comunidades de Autodeterminación, Vida y Dignidad del Cacarica (CAVIDA) y la Asociación de Víctimas Clamores, con el apoyo y asesoría de la Comisión Intereclesial Justicia y Paz, convocaron a organizaciones sociales, consejos comunitarios, cabildos indígenas, comunidades campesinas, organismos de cooperación y a la Comisión de la Verdad para que participaran del acto de memoria.

Recordaron que del 24 al 27 de febrero de 1997 se dieron dos operaciones armadas en simultáneo: la Operación Génesis bajo el mando del general Rito Alejo del Río de la Brigada XVII del Ejército Nacional y la Operación Cacarica de las Autodefensas Unidas de Colombia. Estas acciones tenían como objetivo atacar los supuestos frentes de las FARC presentes en el territorio, pero según los pobladores terminó afectando gravemente a la población civil organizada en 23 comunidades.

Según ellos, la comunidad fue obligada a salir, en tres días, del territorio. La mayoría se fueron para Turbo Antioquia, otros para Panamá y otros se quedaron en Bocas del Atrato. “Por esos días solo había terror, no estábamos acostumbrados a eso, éramos comunidades que vivíamos en paz. En mi comunidad los paramilitares llegaron haciendo disparos y lanzando granadas a las casas”, cuenta un líder social de Cacarica. Durante los días que duró la operación armada fueron asesinadas 86 personas, entre ellos Marino López. La noticia estremeció al país y se escuchó en todo el mundo, López fue desmembrado y los paramilitares tocaron su cabeza en varias ocasiones como si fuera una pelota de fútbol. “Lo que nos hicieron en Cacarica fue un acto macabro para que la gente saliera y nunca más volviera”, asegura otro de los habitantes.

Los habitantes de Cacarica cuentan que más de 3.000 personas viajaron en botes con capacidad para 20, bajo la sombra de la noche tuvieron que cruzar las bocas del río Atrato y el golfo de Urabá, así llegaron al coliseo Bruno Martínez de Turbo, donde permanecieron por cuatro años, hasta que inició el proceso de retorno.  

Luego de diálogos de concertación con el gobierno nacional y la asesoría de la Comisión Intereclesial Justicia y Paz se dio la titulación colectiva del territorio, conforme a la Ley 70 de 1993, siendo esta la principal garantía para la no repetición. Entre 1999 y 2000 se inició el proceso de regreso al territorio en tres fases. Asimismo, siendo conscientes de la continuidad del conflicto armado, conformaron la Asociación de familias de los consejos comunitarios de Autodeterminación, Vida, Dignidad de Cacarica (CAVIDA), también, la mayoría de las personas de edad avanzada, que perdieron familiares, se agruparon en la Organización de Víctimas Clamores en Turbo para exigir una reubicación digna. Después de escuchar el relato de los sobrevivientes, se dio por finalizado el primer momento del Festival de las Memorias.

El segundo momento del Festival inició el 29 de febrero cuando más de 80 personas se movilizaron durante tres horas en panga (chalupa) por el río Atrato y caminaron cuatro horas entre los cultivos de banano, bosques secundarios, guadua, el canto de aves, los micos que son parte de la gran riqueza biodiversa de este territorio que colinda con el Parque Nacional Natural Katíos. Finalmente, después de siete horas de recorrido, llegaron a Nueva Vida, declarada zona humanitaria en el año 2004.  Un grupo de hombres con uniforme militar, con botas pantaneras y con fusil en mano estaban a lado y lado del camino por donde debían pasar. No dijeron nada.

Las 80 personas entraron a la zona humanitaria, un extenso terreno con casas de madera, Varias mujeres estaban en la cocina comunitaria, habían preparado un almuerzo para recibir a los visitantes. En algunas casas y campamentos improvisados se instalaron y se bañaron con el agua que los habitantes habían recogido del río que estaba casi seco por el verano que se vive por estos días en Cacarica.  

Los organizadores del festival convocaron a la comunidad y a los visitantes a participar de un conversatorio que giró en torno a las reflexiones sobre la necesidad que tiene esta comunidad, 23 años después del desplazamiento masivo y de contar con garantías de no repetición de los hechos vividos el marco de la Operación Génesis. En este conversatorio participaron víctimas que retornaron al territorio hace 20 años, excombatientes de FARC, funcionarios retirados de la fuerza pública, defensores de derechos humanos, autoridades indígenas y afros, y la Comisión de la Verdad.  “Hoy más que nunca el país necesita reflexionar sobre la expropiación territorial histórica de la que han sido víctima las comunidades negras asentadas en el Urabá”, expresó la comisionada Patricia Tobón Yagarí.

Los participantes manifestaron que dar respuestas a los interrogantes de ¿Quién dio la orden? ¿Quiénes se beneficiaron de la desocupación del territorio? ¿Cuáles son las bases para la reconciliación?, es la manera de esclarecer la verdad y garantizar la permanencia de la población en el territorio que, a pesar del tiempo, aún continúa bajo la mirada aterradora de los grupos armados.

Por su parte, Alfonso Romero, capitán retirado del Ejército y miembro de la Organización Comité de Reconciliación dijo: “Somos pocos los militares que tenemos el compromiso de trabajar por la reconciliación, pero le estamos apostando al respeto hacia las víctimas y esto se hace diciendo la verdad completa”

Los más de 150 participantes realizaron un círculo alrededor del monumento ‘RESPUESTAS’ que está ubicado en el centro de la zona humanitaria. Se escucharon las voces de niños y niñas que decían: ¿Cuándo se acabará el conflicto? ¿Dónde están los desaparecidos? ¿Por qué se sigue invirtiendo en guerra? Exigimos no repetición.

 

A modo de conclusión, el proceso organizativo CAVIDA le entregó a la Comisión de la Verdad un informe con las propuestas de reparación por las que vienen luchando desde hace 23 años. “Creemos que, si se llegara a cumplir lo que hemos plasmado en este documento, se podrían satisfacer la mayoría de las necesidades del pueblo negro y en resistencia de Cacarica”, expresó Jhon Jairo Mena, líder Organización CAVIDA.

Así viven hoy los retornados a Cacarica

 

Son muchas las necesidades que viven los habitantes. No hay agua potable, el suministro de energía eléctrica funciona con un sistema de planta eléctrica comunitaria que solo funciona tres horas al día. La escuela, que solo ofrece los grados de la básica primaria, está deteriorada y las vías de acceso se reducen a un río que en tiempos de verano es innavegable y solo queda caminar por la trocha durante más de tres horas. El puesto de salud más cercano queda en Turbo, a 6 horas de distancia por vía fluvial.

La Comunidad de Cacarica sigue esperando respuestas del Estado colombiano. Mientras eso pasa, se han organizado en comités, tienen un reglamento interno donde se plasman las normas de convivencia al interior de la zona humanitaria. Se deja en claro que donde esté la población civil no puede haber presencia de ningún actor armado. “Algunos no lo entienden y nos ven como enemigos, pero nosotros solo pedimos que nuestra decisión se respete, no queremos estar involucrados en la guerra. La guerra ya la vivimos y no la queremos volver a vivir”, dice una de las mujeres líderes de CAVIDA.

La población que ha retornado a la zona humanitaria dice que los grupos armados ilegales continúan rondando el lugar, no ingresan a la zona humanitaria pero cuando las personas deben ir a ver sus parcelas de cultivos, por fuera de los límites humanitarios, lo hacen en grupo como mecanismo de autoprotección. Cualquier cacariqueño puede vivir en la zona humanitaria, pero se somete a un periodo de prueba por tres meses en el cual la junta de CAVIDA observa su comportamiento, luego de este tiempo se realiza una asamblea en donde se toma la decisión si la persona puede quedarse de manera permanente o si debe irse para mantener la paz en el territorio.

Fuente: https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/cacarica-23-anos-construyendo-paz