Buenas noticias

“Hemos aprendido a crear nosotros mismos las buenas noticias, en vez de esperar a leerlas en el periódico”.


Esa es la lección que resulta de lo ocurrido esta semana en España, según una de las activistas de BComú, la coalición ciudadana que el domingo lideró el segundo acto de la revolución en curso en Europa. El primer acto fue el triunfo de Syriza en enero. Desde entonces, la tragedia griega se ha repetido como farsa. La troika europea y el FMI han actuado como un nuevo Partido del Orden, con Jean-Claude Juncker en el papel del farsante Luis Napoleón, intentando imponer a los sufridos griegos su propio guión.

De acuerdo con éste, cabe predecir el fin de la aventura griega después del próximo 5 de junio: Grecia no paga los 111.000 millones de euros que debe al FMI. El ministro Varoufakis cumple su promesa de no firmar una rendición ignominiosa y renuncia. Syriza se divide. El premier Tsipras hace una alianza con el partido centrista Potami, con el apoyo tácito de Nueva Democracia. Entonces sí Luis Napoleón admite aliviar la deuda y Syriza vira hacia la “social democracia” predecible y controlada. Plus ça change…

Pero fue esa izquierda predecible, falsa, la derrotada en Barcelona; la que no es posible distinguir de sus opositores liberal-conservadores. También estos últimos, agrupados en un partido cuyo nombre ya suena a farsa, Populares, perdieron el poder local. No podrán gobernar en Barcelona, seguramente tampoco puedan hacerlo en Madrid, ni en buena parte de la España urbana. Lo de Barcelona es histórico. BComú ganó las elecciones sin maquinaria, sin dinero y sin medios de comunicación. Su líder es una joven activista ciudadana, no un político-gerente. Su partido es una coalición y una plataforma ciudadana, no un partido vertical o único.

Esta es una lección no sólo para la farsa bipartidista cuya estructura vertical está en crisis, sino también para Podemos y la izquierda latinoamericana. ¿No es acaso el verticalismo del PSUV venezolano o el PT brasileño respecto de los movimientos sociales una causa del centralismo personalista que tanto daño les ha hecho? ¿No aumenta ello el riesgo de corrupción? ¿No hay aquí también una lección para la izquierda colombiana?

Por lo menos cabe decir que una estructura de partido único, vertical en demasía, previene la renovación de líderes y cuadros y coadyuva el secretismo que facilita la corrupción. Si ese es el caso, entonces la izquierda colombiana debe optar por estructuras de coalición y plataforma ciudadana en las próximas elecciones.

Y la coda final: el radicalismo de las mujeres como patrón común. Ada Colau y Manuela Carmena en España, Zoe Konstantopulou en Grecia, Nicola Sturgeon en Gran Bretaña. Ellas son la mejor noticia.

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