A quien no quiere un caldo, Martínez Neira

Los influyentes enemigos mediáticos que cultivó el entonces fiscal general Eduardo Montealegre lo atacaban, constantemente, por intervenir en cuanto asunto de política pública encontraba y le exigían dedicarse a los temas de su competencia: resolver las causas criminales grandes o chicas que, en nuestra Colombia macondiana, sobrepasan los 100 años de impunidad.


Aunque con exageraciones nacidas, en no pocos casos, del odio y la venganza, tales objeciones resultaban comprensibles por el protagonismo que se propuso adquirir Montealegre en el Estado, más allá del que le asigna la Constitución al ente investigador. Al exfiscal se le criticó, además, su apoyo al gobierno Santos y, después, su oposición feroz con teorías que elaboraba para enredar a sus rivales o favorecer a sus aliados. Llegó el sucesor de Montealegre y sus electores aplaudieron el ascenso a la Fiscalía de “un jurista preparado como ninguno”. Respiraron con alivio porque, ahora sí, habría jefe que no “delegaría” la dirección de las investigaciones.

A la usanza de su antecesor, Néstor Humberto Martínez abrió fuegos pirotécnicos en los medios, muy pronto, con una frase efectista y poco original: “que tiemblen los corruptos”. En su primera aparición pública, nos anunció la creación de la Justicia en la Tierra cuando entre otras frases, aseguró que le “rompería el espinazo de la impunidad”, un mal que en 25 años de existencia nadie había reducido, según añadió. Descalificó así y de un plumazo, a todos sus predecesores, incluso a quienes lo acompañaron en su campaña. Pues bien, en cuatro meses de la que prometía ser una admirable gestión no he visto el “temblor” de ningún gran “corrupto”. Anuncios sí, muchos, temo que relacionados más que con su tarea de fiscal juicioso, con su interés en marcar distancia frente a la impopularidad de la administración anterior. Tumbó los acuerdos con los señores de Interbolsa, ¿y…? Llamó a interrogatorio a Palacino, el de Saludcoop, ¿y…? ¿Del escándalo de Caprecom, qué? Alguien podría argumentar que no se puede pretender que el universo nazca y se desarrolle en 120 días. Cierto: es imposible volver realidad los propósitos publicitados por Martínez Neira, sobre todo en el campo de la justicia penal en que existe el principio ineludible del debido proceso que no permite brincarse etapas por más que uno quiera. Por eso fue tan desacertado montar su éxito en promesas que, más temprano que tarde, quedarán reducidas a una presuntuosa presentación en sociedad, idéntico reproche que se le hizo, en su época, a Montealegre.

Y como este, Dios no castiga ni con palo ni con rejo, anda ocupado, mucho menos que en la Fiscalía cuyas funciones delegó —como Montealegre— en su vicefiscal, en decisiones que competen al Ejecutivo, más concretamente, al presidente de la República: ponerle palos en la rueda al acuerdo de paz; tensar las relaciones de las cortes, en particular de la Suprema, con el Gobierno; meterle mano a las relaciones internacionales con Estados Unidos y las naciones vecinas, en la política antidrogas; intervenir, poniendo los nombres que le interesan, en las ternas de nuevos magistrados; devolver favores con puestos; favorecer una candidatura presidencial, aliarse con grupos de congresistas. Como si algo faltara ¡querer tumbar al ministro de Justicia!

En entrevista con Yamid Amat en El Tiempo, se atrevió a acusar a Jorge Londoño y por ende, al gobierno Santos, de “beneficiar el narcotráfico” con sus proyectos de ley; al exministro Yesid Reyes, cercano al mandatario, y a “un sector de académicos contratados por agencias del Estado”, de incentivar “una política criminal laxa” y de favorecer a lavadores de activos, extorsionistas, contrabandistas, etc. Yamid no tenía por qué saber que las afirmaciones de Martínez Neira constituyen, muy en su estilo, distorsiones tan extremas de la verdad que mutan en mentiras. La denuncia del fiscal debería judicializarse. De lo contrario, él estaría incurriendo en omisión de sus deberes. Si exageró, distorsionó y tiene honor, tendría que retractarse. Pero les anticipo que no hará ni lo uno ni lo otro. Seguirá haciendo titulares irresponsables mientras cumple su cometido de político de derechas. No de hombre de la rama judicial. El periodo Montealegre palidece ante el que estamos viviendo.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/quien-no-quiere-un-caldo-martinez-neira