A quién han llamado?

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Durante estos agitados años de popularidad del Presidente, que corresponden a otros tantos de escándalos alrededor de personajes siniestros que lo rodean o rodearon, nunca, lo que se dice nunca, me han llamado por teléfono a preguntarme si estoy de acuerdo con él.


Frecuento a mucha gente, tengo alumnos en la universidad, voy a simposios y congresos en las principales ciudades de Colombia. Y siempre pregunto si a alguien le ha tocado opinar por teléfono sobre el señor Presidente con un SÍ, un NO o un NO SABE, NO RESPONDE. Nunca los han llamado a darles el placer.

Conozco a mucha gente que defiende al Presidente hasta rabiar, a quienes les fastidia ese fervor, a muchos que votaron por él en la primera elección mas no en la segunda, y quienes, si los llamaran por teléfono, dirían que NO porque nunca dijeron SÍ ni en la primera ni la segunda.

Hablo de gente que tiene teléfono en su casa, que vive en sectores y barrios de estratos 3, 4, 5 y 6. Pero esa gente no ha tenido el placer de una llamada en la que le pregunten por la aceptación o rechazo del “mejor Presidente que ha tenido Colombia”, “el más berraco”, “el de los pantalones mejor puestos”. Tampoco pongo en duda la veracidad de esas apreciaciones, aunque confundan el buen gobierno con los buenos pantalones.

No dejan de sorprenderme los altos índices de aceptación que obtiene el Presidente en medio de las tormentas más sucias que haya conocido la política colombiana en mucho tiempo. Incluso en medio de tormentas que tienen de protagonistas a gente que es o fue muy cercana a él, el hombre sube en las encuestas.

El blindaje que rodea al Presidente es a prueba de situaciones vergonzosas: propiciadas por él, por funcionarios que le sirven, le sirvieron y no dejan de defenderlo. Debe de ser por eso que las encuestas no lo bajan del 70 por ciento. Ha llegado al 82 por ciento y, a veces, las cifras amenazan romper el termómetro de la democracia llegando al 99.

Pese a la popularidad, al fervor y la devoción uribistas, a mí no me han llamado a preguntarme si SÍ o si NO. Ni a mí ni a nadie que conozca. Me gustaría que al publicarse los resultados de estas encuestas me mostraran un mapita. No sería difícil poner alfileres en las zonas de las ciudades donde de 100 personas, 82 dicen estar con el Presidente.

Ni siquiera han llamado a mis amigos uribistas, ellos que se mueren de las ganas de decir SÍ cada vez que les preguntan por él. El hecho de que no los hayan llamado les hace suponer que si lo hicieran, los índices de popularidad del Presidente serían más abrumadores.

Lo contrario piensan en la oposición: conservadores, liberales, del Polo, porque en la oposición hay de todo: quienes nunca votaron por Uribe, quienes lo hicieron una vez y quienes piensan que se deberían apagar las luces, cerrar las puertas y botar las llaves de este país el día que no haya nadie que pueda reemplazar al Presidente que nunca se baja los pantalones ni baja en las encuestas. Si los llamaran por teléfono, las cifras de popularidad serían menos altas. Digo.

¿Han llamado por teléfono a Juan Camilo Restrepo (conservador), a Carlos Gaviria (Polo), a Salomón Kalmanovitz (antanista), a Cecilia López (liberal), a Jaime Caicedo (comunista), a Antanas (antanista), a Alejandro Gaviria (gavirista) o a Juan Gabriel Uribe (conservador)? Menciono al azar, pues del azar se trata.
¿En qué manso y apacible río pescan los encuestadores para que las aguas sucias y ensangrentadas de este país de escándalos y crímenes que implican a responsables de instituciones gubernamentales no se reflejen en las encuestas?

Óscar Collazos

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