A los 10 años de la danza de la Muerte paramilitar en El Salao

A los 10 años de perpetrada la macabra danza de la muerte paramilitar en el corregimiento El Salao, departamento de Bolívar, todos hablan de la responsabilidad paramilitar y poco se dice de la responsabilidad por acción y omisión del Estado colombiano a través de unidades de Infantería de Marina adscritas al BAFIM No. 5 en ese entonces con sede en Corozal, departamento de Sucre.


15 al 19 de febrero de 2000

Memoria y Justicia

La actuación paramilitar, según la Fiscalía, “fue planificada por el Comando Superior de las AUC, entre los que se encuentran CARLOS CASTAÑO, SALVATORE MANCUSO, RODRIGO TOVAR PUPO, alias “Jorge 40”, MARTIN VILLA alias H2, para lo cual se dispuso el despliegue de más de 600 hombres que se movilizaron por San Pedro, Córdoba, Zambrano, Canutal, Canutalito, La Sierra y El Salao”, dos de estos paramilitares están en cárceles de los EEUU extraditados por el gobierno antes que develaran la verdad sobre la participación estatal.

Dentro del expediente de la investigación que adelanta Fiscalía se afirma que “Se tiene conocimiento por las labores realizadas de que este hecho estaba anunciado, incluso entre el día 18 o 20 del mes de diciembre del año 1999, un helicóptero arrojó sobre el corregimiento de El Salao, unos panfletos cuyo contenido dicen algunos pobladores en aproximación era: cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año, porque no van a disfrutar más” Y previo a la comisión de la masacre un avión fantasma de la Fuerza Aérea sobrevoló el corregimiento El Salao, según se lee en el expediente: “en la noche del 17 de febrero de 2000, a eso de las siete y media, sintieron volar el avión fantasma que dio dos o 3 vueltas sobre el pueblo, disparando luces de bengala. El día viernes 18 a eso de las 11 de la mañana varios hombres fuertemente armados se tomaron la población del Salao, se metieron a las casas obligando a las personas a reunirse en el parque donde se encuentra ubicada una cancha de microfútbol y la capilla. Varias personas que se negaron a salir de sus casas fueron asesinadas”

Esperamos, como seguramente esperan los familiares de las víctimas de la masacre El Salo, que esta investigación vincule a los militares que han sido delatados en las versiones libres de los paramilitares , como es el caso de la versión rendida por el paramilitar Juan Vicente Gamboa, conocido como “Pantera”, cuyos apartes fueron publicados el 19 de febrero del 2009 en el sitio web la Revista Semana http://www.verdadabierta.com/web3/noticias/80-versiones/907-pantera-salpica-a-cinco-militares-por-masacre-en-el-salado quien afirmó que: “el general Rodrigo Quiñonez, comandante de la Primera Brigada de Infantería de Marina; los coroneles Diazgranados Mantilla y Bautista Carcamo; el coronel Harold Mantilla Serrano, comandante del Batallón Quinto Fusileros de Marina, y el capitán Becerra Durán, se reunieron en el Batallón de Infantería de Marina con él y planearon la ejecución de la masacre de El Salao, en el corregimiento de El Carmen de Bolívar”.

¿Estos altos mandos militares, varios de ellos condecorados y en retiro, son solo autores intelectuales o tienen responsabilidad mediata, al participar unidades bajo su mando en la masacre de El Salao?

Según Semana, “En su declaración, ’Pantera’ señaló a los militares como los autores intelectuales de la masacre, ocurrida entre el 16 y 19 de febrero de 2000, y aseguró que los oficiales le entregaron una lista con varios nombres y que ofrecieron poner a su disposición un grupo de 25 infantes de marina. En este hecho fueron asesinadas 100 personas por hombres del bloque norte de las Autodefensas, comandado por Salvatore Mancuso”.

Mientras ocurría la masacre, testigos presenciaron el sobrevuelo de helicópteros militares y en varias ocasiones el ametrallamiento a los alrededores del lugar. Ni las tropas del Batallón de Fusileros de Infantería de Marina No. 5, al mando del coronel Harold Mantilla Serrano; ni las del Batallón de Contraguerrilla No. 31, al mando del Teniente Coronel Jorge Castañeda; ambas adscritas a la Brigada No. 1 de Infantería de Marina, al mando del General Rodrigo Quiñones; ni la Policía del Departamento de Bolívar o Sucre, hicieron algo para prevenir la incursión armada, mucho menos para detener la masacre. Su aquiescencia y complicidad con estructuras paramilitares fue mimetizada a través de los medios de información, pero con el tiempo se ha ido develando, poco a poco, su participación por acción y omisión, en la planeación y ejecución, como se ha repetido tantas veces en diferentes rincones del país.

Las planificaciones de militares y paramilitares se tradujeron en una macabra danza de la muerte desde el martes 15 de febrero al sábado 20 de febrero de 2000, un día antes del inicio de la semana santa de hace 10 años. A los caseríos El Salao, Canutal, Canutalito, Córdoba, Flor del Monte, en los límites entre los departamentos de Sucre y Bolívar, centenares de paramilitares incursionaron y dieron inicio al aniquilamiento, la destrucción, la desterritorialización, la ocupación territorial y mental. Se dio inicio a la actuación brutal, bárbara, de pleno desprecio por la dignidad humana.

Solo fueron posibles dos papeles. O ser testigos forzados o ser las víctimas de la danza paramilitar, tomadas al azar. Uno o a uno de los elegidos en esa muerte indigna, al frente de la iglesia uno tras uno, una tras una, hasta completar un poco más de medio centenar de personas sometidas a la ejecución extrajudicial, al trato cruel, a la tortura, al escarnio. A la mayoría de las víctimas las degollaron, a otras las ahorcaron o fueron muertas a golpes, algunas mujeres fueron sometidas a violencia sexual, a una de ellas la obligaron a comer cactus. Música de acordeón, vallenatos se escucharon durante la orgía criminal de tipo paramilitar, ellos animaron la danza de la muerte, y sin la mínima muestra de arrepentimiento o culpabilidad, los paramilitares narran apartes de lo sucedido, como en la versión libre del paramilitar “Juancho Dique”, quien afirmó que “A algunas de las víctimas de la masacre de El Salao las guindaron con cáñamos en los árboles, y las mataron con bayoneta. Fusiles que tenían bayonetas, y eran degolladas. Una de estas fue una niña que dijeron era la novia de ‘Martín Caballero’. Eso fue delante de la gente. Mientras mataban, los otros, de puro ocio, tocaban gaitas, tamboras y violines. Eso fue durante la masacre que duró entre 3 o 4 horas”.

Han transcurrido 10 años y ante la impunidad campante, sola es posible la memoria. Sin Olvido, continuando desde los sobrevivientes el esclarecimiento de la verdad y exigiendo justicia, la no repetición de estos crímenes que siguen doliendo a la humanidad. Por ello, recordamos a continuación algunos apartes de esa terrible danza de la muerte paramilitar en El Salao, con el resultado de más de medio centenar de víctimas.

LA DANZA DE LA MUERTE PARAMILITAR Y SU RECORRIDO
La danza de la muerte paramilitar fue precedida por el asesinato de cinco campesinos y dos más desaparecidos, el martes 15 de febrero de 2000, en un retén instalado en cercanías del corregimiento de El Salao. Entre las víctimas JULIO CÉSAR DÍAZ, JOSÉ MANUEL DÍAZ, EDITH CÁRDENAS PONCE, EDILBERTO SIERRA MENA y DELSY MENDEZ y desaparecidos los esposos IGNACIO RAMOS PÉREZ y MARÍA DEL CARMEN CABRERA. Simultáneamente en una misma técnica de represión en el municipio de Córdoba, departamento de Bolívar, asesinaron a cinco campesinos más, entre ellos a los conductores FERNANDO ARROYO BLANCO y a FREDDY N., junto al educador LUIS MANUEL PRETELT.

Durante la noche del miércoles 16 y la tarde del 17 de febrero, los paramilitares llegaron a los poblados de Canutal, Canutalito, Flor del Monte, jurisdicción del municipio de Ovejas (Sucre), a bordo de un helicóptero; se trasladaron por los lados de San Pedro, en límites con el corregimiento El Salao, los corregimientos de Canutal, Canutalito, y las veredas San Rafael, El Cielito, Patevaca y Bajo Grande, sitios donde asesinaron a cerca de 42 campesinos. Desde estos puntos, los paramilitares iniciaron su danza de muerte.

Las víctimas fueron amordazadas, torturadas y luego degolladas. Quemaron varias viviendas, sacaban de las casas a sus víctimas y las asesinaban frente a sus mujeres y niños. Las víctimas fueron señaladas por una persona encapuchada que acompañaba a los agresores. Algunas de las víctimas fueron: GILFREDO BROCHERO BERMÚDEZ, LUIS PÉREZ MANRIQUE, JOSÉ PATERNINA, MARCOS DÍAZ MORALES, MAURO GONZÁLEZ, MIGUEL ANTONIO AVILÉS, MIGUEL ANTONIO MARTÍNEZ, MOISÉS GUTIÉRREZ, MOISÉS MARTÍNEZ, LUIS ALFONSO PEÑA SALCEDO, RAFAEL DAVID NÚÑEZ, RAFAEL ANTONIO NÚÑEZ SÁNCHEZ, EVERT NÚÑEZ, NELSON TORRES, DARIBEL RESTREPO, SEPTIMO OLIVERA CORREA, LIBERIO ANTONIO CORTÉS RODRÍGUEZ, AMAURY DE JESÚS MARTÍNEZ, ANTONIO MARTÍNEZ MONTES, BENJAMÍN JOSE GONZÁLEZ ANAYA, DAIRO DE JESÚS GONZÁLEZ OLIVERA, DANIEL RESTREPO, ELSY MORALES, EMIRO CASTILLO CASTILLA, JOSÉ AVILÉS, JULIO CÉSAR DÍAZ MARTÍNEZ, DANIEL FRANCISCO DÍAZ MORALES, JOSE MANUEL ORTEGA, JORGE ELIÉCER MERCADO VERGARA, JOHN NÚÑEZ, FELIX ANTONIO PÉREZ SALCEDO, EVERT JOSÉ VERBEL MARTÍNEZ, JUAN GONZÁLEZ.

La danza de la muerte paramilitar se trasladó al poblado El Salao el viernes 18 de febrero de 2000. Asesinan a cerca de 49 campesinos, luego de torturarlos, degollarlos y de abusar sexualmente de varias mujeres, hechos que comenzaron en la mañana del viernes 18 y se extendieron hasta la tarde del sábado 19 de febrero. Los paramilitares entraron por El Carmen de Bolívar – El Salao, por la vía del municipio de Córdoba (Bolívar) – El Salao y por la vía del corregimiento Flor del Monte, jurisdicción del municipio de Ovejas (Sucre) que comunica a El Salao. Quien opusiera resistencia “era degollado o lo mataban a punta de golpes en la cabeza con un destornillador”. El llanto de la población era motivo de risas para los victimarios, tanto que montaron una parranda vallenata y bebieron el licor de las tiendas desde que llegaron hasta que se fueron.

Sacaron de su casa a una pequeña de tres años y le pusieron un cuchillo en el cuello para obligar a la madre a que les cocinara. Algunos testigos relatan que “inclusive les dio por jugar al 30. Es decir, iban contando a sus potenciales víctimas y a la número 30 le condenaban a la mesa de suplicio”. A una niña, “le obligaron a comer cactus (cardón) y luego la dejaron morir de sed, no sin antes violarla”. De acuerdo con los testimonios, los paramilitares afirmaban “que el combate era con los civiles, con guerrilleros civiles, así decían. Pero vean, eso fueron puros campesinos, puros conocidos, gente conocida, gente trabajadora del campo… al tío mío lo apartaron, le dijeron que le habían perdonado la vida; cuando llegó un encapuchado de esos hombres y preguntó: “van a dejar a éste vivo?. El tenía casi 70 años y lo mataron porque lo dijo el encapuchado. Violaron a las mujeres, algunas después fueron asesinadas, otras aún sobreviven… mataban con cuchillo, mataban con palo, mataban con plomo, mataban ahorcados… Así eran las muertes que ellos hacían. Entonces cogían, mataban a una persona y a los cinco minutos mataban a otra; entonces tocaban el tambor y un acordeón para festejar los muertos, tomaban trago y mataban y al fin, así, hicieron todas sus muertes. Apartaron a los adultos que no quisieron matar porque no tenían derecho a mirar ni llorar a sus muertos. Nadie iba a ver los muertos hasta que ellos no dieron la orden… entonces, todo el mundo pasó y nadie lloraba… Lloraron ya después que ellos se fueron y llegó la Infantería de Marina”.

Hacia las 3:00 p.m. del sábado 19 de febrero una comunicación radial puso en retirada a los paramilitares. “Alguien les informó que la Infantería de Marina estaba cerca y sin mayores afanes se fueron por donde llegaron, por el filo de la montaña, no sin antes amenazar a los habitantes con volver a bombardear el lugar, si en diez días no era desocupado, eso fue lo último que dijo el jefe de la operación paramilitar. Las tropas de Infantería de Marina llegaron a El Salao entre media y una hora después de que los paramilitares abandonaron el lugar”. Mientras se daban estos hechos se produjo por lo menos un retén de la Infantería de Marina en la vía que comunica El Carmen de Bolívar con El Salao, el cual impidió a varios familiares acceder a la zona so pretexto de que arriba estaba turbado el orden público con combates y campos minados. Algunas de las víctimas fueron: ROBERTO MADRID RODRÍGUEZ, LUIS PABLO REDONDO TORRES, MARCO JOSÉ CARO TORRES, MARGOTH FERNÁNDEZ OCHOA, NAYIBE CONTRERAS, NELVIS JUDITH ARRIETA MARTÍNEZ, NÉSTOR TAPIAS ARIAS, ÓSCAR ANTONIO MEZA TORRES, OSNEDIS COHEN SIERRA, PEDRO PARRA, PEDRO TORRES MONTES, ROGELIO RAMOS OLIVERA, ROSMIRA TORRES GAMARRA, SAULO NAVAS, VÍCTOR ARIAS JULIO, VÍCTOR URETA CASTAÑO, WILFREDO BARRIOS PARRA, LIBARDO RAFAEL TREJOS GARRIDO, DORA TORRES RIVERO, EDGAR COHEN CASTILLO, ALEJANDRO ALVIS GARRIDO, ALEJANDRO ALVIS MADRID, ARTURO MARTÍNEZ, EDUARDO ALFONSO TORRES P., DESIDERIO FRANCISCO ZAMBRANO SALCEDO, JUSTINIANO PEDRAZA TEHERAN, EDUARDO NAVAS ALVIS, EDUARDO NOVOA, EDWIN COHEN SIERRA, ELISEO TORRES SIERRA, JAIRO ALVIS GARRIDO, JOSE MANUEL TAPIAS ARIAS, HELEN ARRIETA MARTÍNEZ, FREDDY MONTES ARRIETA, FRANCISCA CABRERA DE PATERNINA, EUCLIDES TORRES ZABALA, ÉRMIDES COHEN REDONDO, ENRIQUE MEDINA RICO, EMIRO COHEN TORRES, ELOY MONTES OLIVERA.

Hace 10 años, las respuestas de las Fuerzas Militares, fueron contradictorias frente a estos hechos. En los medios de información se publicó, en los días posteriores a la danza paramilitar, las versiones de varios mandos paramilitares. En uno de ellos el contralmirante Humberto Cubillos Padilla dijo que: “habrían muerto en un cruce de disparos entre los paramilitares y tropas de la Brigada 1 de Infantería de Marina”, información que fue controvertida por el coronel José Edgar Herrera, comandante (e) de la Policía de Bolívar, quien dijo que: “La incursión armada y el retén montado en el área fueron realizados por paramilitares. Y a partir de este hecho se dispuso en la zona la operación de un grupo de contraguerrilla el cual trabaja de manera conjunta con unidades de la Infantería de Marina que hicieron presencia en los Montes de María”.

Según los medios de información, el comandante del Batallón de Fusileros de Infantería de Marina, Bafim 5, adscrito a la Brigada 1, con sede en el municipio de Corozal (Sucre), teniente coronel Harold Mantilla Serrano, dijo que: ‘los muertos son el resultado de combates entre guerrilla y autodefensas: las autodefensas detuvieron en un comienzo a guerrilleros y ex guerrilleros de las FARC para que les señalaran a las personas que posteriormente serían asesinadas por sus presuntos nexos con la guerrilla”. Pero, según la Personería Municipal de Ovejas, “de acuerdo con la información entregada por los desplazados, no hubo enfrentamientos sino la masacre de los paras”. Así mismo: El comandante de las FFMM, general Fernando Tapias, dijo que ‘en la región de Montes de María vienen registrándose combates entre guerrilleros y autodefensas’. Estamos tratando de establecer si los muertos son por los enfrentamientos o por la incursión”. En un comunicado, los paramilitares afirmaron que: “Hubo combates con las FARC en la zona y que los subversivos “se vistieron de labriegos”. Daban un parte de “47 guerrilleros muertos y 12 capturados”.

Hasta hoy la impunidad está siendo la última palabra. Las investigaciones han ocultado la sistematicidad de cada uno de los hechos, tergiversan y ocultan las responsabilidades institucionales, desenfocan haciendo ver lo que es posible hacer ver pero ocultan la magnitud de los hechos, su intencionalidad. No han esclarecido sino confundido y en desarrollo de la política de “seguridad democrática” algunos de los pobladores de El Salado están siendo procesados y el casco urbano ha sido militarizado desde el retorno de alguno de sus habitantes, aunque la mayoría continúa desterritorializados en los barrios periféricos de Cartagena, Barranquilla e incluso Bogotá. Con los pocos retornados se elaboró un informe por parte de la CNRR – Comisión de Memoria Histórica, donde gran parte de la verdad ha sido negada, donde la responsabilidad estatal se deja limitada a la no actuación oportuna para la captura de los paramilitares posterior a la masacre, pero no reconoce lo enunciado por los propios paramilitares de la participación en la planeación y desarrollo de la masacre por parte de unidades militares.

10 años después, las víctimas de la danza de la muerte paramilitar en El Salao siguen sin justicia, con verdades parciales, sin castigo a los responsables. En su memoria, desde su memoria, la Justicia.

Bogotá, D.C., 18 de febrero de 2010

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz