Los cruzados

Hay algo en común entre los partidarios del No a la paz y los partidarios del No a la adopción por parte de parejas homosexuales o personas solas: mientras a los primeros pareciera no importarles los cientos de jóvenes que morirán o quedarán mutilados si la guerra continúa, a los segundos los tiene sin cuidado los miles de niños que, en razón de las restricciones que propone el proyecto de ley, se quedarán esperando por un adoptante y crecerán sin un entorno familiar en los orfanatos que los albergan.

En este último caso, por un fundamentalismo que nace de la creencia religiosa y se apoya en la suspicacia y el miedo: todo lo que no es familia tradicional es fuente de peligro. De gente tan creyente se esperaría al menos un poco de compasión, sentimiento cristiano por excelencia. Pero no: lo que vemos es mezquindad y fundamentalismo.

Ya resulta escandaloso el hecho de que en pleno mundo moderno haya personas que conciban, contra toda evidencia histórica, una concepción de familia totalmente restringida, constituida por papá, mamá y hermanos. Basta con mirar a nuestro alrededor para constatar que miles de mujeres cabeza de familia y algunos cuantos hombres solos han podido levantar dignamente a sus hijos apoyándose en abuelos, parientes cercanos o empleadas del servicio doméstico que colaboran con cariño y dedicación en su cuidado. Pero también para concluir que la convivencia de padre y madre no es garantía de equilibrio familiar, y que muchas veces uno de los conyuges –por desgracia casi siempre el varón– se constituye en factor de violencia o incurre en abandono. Pero más escandaloso resulta que, como dijo algún columnista, Viviane Morales crea que puede pertenecer al Partido Liberal, cuando contradice totalmente el pensamiento abierto y tolerante que se espera del mismo. Y que el partido ni se mosquee. Aunque nada debiera ya asombrarnos, pues entre los que aprobaron el proyecto en la Comisión Primera del Senado no están sólo los miembros más representativos de la godarria, como el conservador Roberto Gerlein o los miembros de la ultraderecha del Centro Democrático, Jaime Amín, José Obdulio Gaviria y Alfredo Rangel, sino personas que supondríamos más de avanzada, como Germán Varón Cotrino, de Cambio Radical, o Manuel Enríquez Rosero, del Partido de la U. Pero es que las fronteras ideológicas se perdieron hace ya rato en Colombia, y lo que predomina son los politiqueros en busca de votos. Y de eso dan cuenta las siete ausencias que hubo, muy sospechosas ellas.

Como no descansarán hasta salirse con la suya, ahora la pareja Morales-Lucio, cruzados de la moral, proponen un referendo sobre el tema, lo cual no es otra cosa que apoyarse en las mayorías para discriminar a las minorías, en lo que sabiamente Eduardo Cifuentes, expresidente de la Corte Constitucional, ha denominado un “populismo moral”; Cifuentes también advierte que por este camino “se incuban visiones totalitarias”, a las que “se llega mediante la ingenua y fácil complacencia de las masas”. Y es que no todos los populismos son de tipo “castro-chavismo”. Algo que saben bien Viviane, Lucio, los miembros del Centro Democrático y nuestro exprocurador, ahora convertido en víctima.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/los-cruzados-0